Puede que sea el miedo al
castigo divino o puede que sea el egoísmo, lo que os hace venir una y otra vez,
arrodillaros ante nosotros y mostrar arrepentimiento. Pero, la verdad, es que el invento
funciona, de hecho, es lo único que funciona.
La crisis ha llegado hasta
la intocable Iglesia Católica. La nueva desamortización comenzó con
nuestras pertenencias no eclesiásticas, el Gobierno pudo recuperar parte de su
liquidez, vendiendo a precios de ganga, las propiedades que a lo largo de los
años nos donaron nuestros feligreses: miles de casas y terrenos arrancados de
las herencias deseadas y jamás conseguidas por los legítimos herederos. También
se apropiaron de nuestras cuentas bancarias, destinadas a financiar nuestra
gran obra. La crisis no remitió, apenas varió la prima de riesgo. Fue entonces,
cuando decidieron quedarse con todo, con nuestras iglesias, templos, catedrales,
seminarios, ermitas, tesoros. Inglaterra y Alemania compraron gran parte de
nuestras obras de arte a un precio irrisorio, las arcas del Estado se llenaron,
la economía se estabilizó. Después, no sabían que hacer con todos nosotros y
fue cuando a alguien se le ocurrió que debíamos ganarnos el pan con el sudor de
la frente, haciendo lo mejor que sabemos hacer: confesaros.
De 8 a 13h y de 15 a 17h,
trabajo en un quiosco de confesión desmontable, siempre hay uno cerca de donde
antes había una iglesia, hoy, son supermercados, sucursales bancarias, discotecas, salas de
exposiciones, museos, lupanares de lujo, bibliotecas, franquicias de esquina y un sin
fin de negocios pecaminosos de los que no vemos ni un solo euro. Mi sueldo depende de los pecadores, voy a comisión,
a 50 céntimos por confesión. La absolución de los pecados sale barata.
Nuestra situación es
delicada, pero hemos inventado una solución para volver a recuperar el lugar que
nos corresponde. Como he dicho antes, la confesión funciona y dado que la
Iglesia se deja zarandear por los vientos que soplan, en una situación de
crisis de fe como en la que nos encontramos, hasta lo más sagrado se tambalea.
El secreto de confesión será la llave que nos abra de nuevo las puertas del
paraíso terrenal. Un sacerdote, un confesionario portátil y una grabadora, es
todo lo que necesitamos.
En miles de años de historia, se han arrodillado ante nosotros para confesar y han cumplido con la penitencia impuesta, desde el lechero de la esquina, hasta el Borbón de turno. Seguid soltando por vuestras
boquitas todos los pecados que os atormentan, descargaros de la culpa que nos hemos inventado, que ya nos encargaremos nosotros
de poner precio a nuestro silencio.
Y como siempre, la iglesia se abastece de poder y lo utiliza para su propio beneficio. El mundo es un círculo y nunca el ser humano sabrá salir de su propia mierda.
ResponderEliminarMuy buena la fusión de frase más fotografía. Ultimamente estamos todos bastante zarandeados no por el viento, sí por los últimos acontecimientos que cada día nos atacan dejándonos perplejos. Ya no sé con qué nos van a sorprender mañana. Al infierno no vas a ir, Fernando. Tú no. Algunos deberían ir, pero sigo creyendo que para éstos sería todavía un castigo demasiado suave. ¡Ojalá los juzgaran y obligaran a pagar y a no seguir recibiendo lo que no se merecen que no es ni más ni menos que vivir a costa de los más desfavorecidos!
ResponderEliminarCompañero, eso del templo convertido en lupanar de lujo tenemos que verlo antes de morirnos, pero antes: escribamos sobre ello.
ResponderEliminarAmén, compañero.
EliminarNo creo que veamos nada de lo que contamos, pero de cualquier manera la escritura es un buen desahogo de todas nuestras preocupaciones. ¡¡Buen relato!!
ResponderEliminarMe encantaría ver el micro en primera página de cualquier periódico. Besos
EliminarAmén a todo lo dicho. ¿Infierno?. Vivir en un lugar donde te quedas sin trabajo y no tienes con que alimentar a tus hijos, ni pagar el techo donde vives; en un lugar donde mueren niños de hambre, mientras en otras partes tienen inodoros de oro. Uffff y no sigo porque sería para muy largo. Creo que algunos ya viven en el infierno, mientras para otros sería el purgatorio y creen estar en el cielo muchos sinvergüenzas. Muy buena tú reflexión Fernando
ResponderEliminarBuen relato, Fernando, la corrupción está en todas partes, está comprobado.
ResponderEliminarLa venganza es un plato que se sirve frío. El poder y su ingenio para no dejar de ejercerlo.
ResponderEliminarBuenas reflexiones, buena idea, buen texto.
Tampoco he podido descubrir la autoría de este texto sin mirar el nombre. Me ha gustado, Fernando. Que así sea.
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