Edward Hopper

Mirándote haces que me sienta cómoda, libre… me gustaría tanto ser tu alma gemela… te visito cuando quiero porque formas parte de mi vida más cotidiana… eres como un generoso espejo que me devuelve la fantasía que desde hace años lanzo sobre ti…

Me acompañas, marcas el trazo de mis pensamientos, independiente, desinhibida, austera en banalidades, derrochona en sentimientos, no tienes miedo, yo no tengo miedo… no tienes frío y yo no tengo frío… Pulcra, obsesiva y casi equilibrada…

 Muestras unas piernas ágiles que te empujan siempre hacia delante, siempre entre duendes; todo lo que necesitas lo buscas, lo persigues hasta quedar exhausta, en los libros, en las gentes, en la música, bailando… porque sé que de noche bailas con los sueños, con las hadas… ellas te ayudan a llevar el compás y yo… me quedo quieta admirando tanta ternura, tanta delicadeza en cada paso, en cada giro, en cada vuelo… y en esas caricias olvidadas en el aire.

Naces y renaces de cada pérdida y yo quiero… te sientas y te levantas con la misma elegancia que muestran tus cabellos obedientes y ordenados en una perfecta escultura… ¿Por qué no me hablas? ¿Por qué no me dejas compartir tu cama?

A veces, te echo tanto de menos que tengo que acercarme al fondo del pasillo donde tu dormitas, porque tú eres el regalo de un amigo… y yo, colgué tu esencia tras un velo transparente y dejé que analizaras todos mis ánimos desde el principio del principio, y, sin querer queriendo, te dejo otear mi vida desde la altura que te da ese clavo clavado al azar…