Todos los días va a escuchar su sermón. “¡Cómo se parece a su padre!” - piensa La Jacinta. Cuando cree tener el suficiente valor, se coloca ante él, con el propósito de hablarle de su mayor pecado.
Aquel amanecer de verano, de un tono rojizo como el fuego, hacía presagiar una desgracia. La Jacinta acababa de dar a luz, miraba a su hijo con dulzura. Su madre se retiró de su lado con lágrimas en los ojos y dejó paso a su esposo, que... arrancó al niño de los brazos de la parturienta. Ni las lágrimas, ni los gritos envenenados, ni las súplicas de La Jacinta, fueron suficientes para que el corazón de su padre se ablandara.
No espera su perdón, tan solo desea, que comprenda que fue, es y será muy querido. Fue cobarde y sabe que no es digna de su cariño.
Ave Maria Purísima...
¡Qué duro el padre!... creo que Jacinta le perdonará algún día... un beso
ResponderEliminarFina, ¡está genial! Buena introducción para contar a continuación, el meollo de la historia. Y también un buen final. Las emociones están bien plasmadas.¡Bravo!
ResponderEliminarSolo cambiaría los siguientes tiempos verbales:
"Su madre se retiró..y dejó paso a su esposo que arrancó ..."
¡Muy buen trabajo!
Gracias Geli. Es cierto que cambiando los tiempos, suena mejor
EliminarFina, este es uno de tus mejores textos, sino el mejor.
ResponderEliminar¡Muy bueno, Fina! Cada día te superas. Enhorabuena.
ResponderEliminarEnhorabuena, Fina. Este relato lo has bordado. Muy bien estructurado y contando lo justo, insinuando con acierto. Felicidades. Un abrazo.
ResponderEliminarBuen relato, Fina. Felicidades.
ResponderEliminarMuy bien, Fina!!
ResponderEliminarGracias a todos
ResponderEliminarDe acuerdo con los comentarios. Felicidades, Fina.
ResponderEliminar¡Ave María Purísima! ¡Qué dramática historia! Muy bueno Fina.
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