miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sin él

En ocasiones, el tiempo se acaba. Y lo sabes. Siempre lo has sabido. Quieres que pase rápidamente, para recordar ese instante tan negro, desde mucha distancia, como un mal sueño.
Y quieres dejar de vivirlo.

-“Es difícil decir pero…dos meses, a lo sumo tres. No hemos podido hacer nada”.

Te vuelves a tu rincón de la sala de espera. Los ojos te hierven y a tu alrededor todo ha perdido  forma y color.
Una punta de navaja te acaba de atravesar el alma y no puedes concebir continuar la vida sin él.
Para tu herida, tampoco hay remedio.

EL ANTÍDOTO

Lavinia se esconde cuando oye la llave en la cerradura que anuncia la llegada  de Mario: detrás de una puerta, debajo de una mesa, en un rincón de la cocina..., siempre encuentra un lugar nuevo para que a él le resulte difícil encontrarla. Después vienen las risas, los besos y los abrazos.
También suele disfrazarse y fingir que es otra y que él es otro, que son dos desconocidos que se encuentran y se desean por primera vez. Esos juegos lo vuelven loco a Mario que la ama apasionadamente como a otra porque le recuerda tanto a ella.
Las llamadas de teléfono disparan su imaginación y ambos encuentran siempre una ocurrencia, una gracia, una forma nueva de establecer el contacto y ríen juntos a traves de las redes transmisoras de los modernos aparatos que casi no entienden.
Este año celebran sus cincuenta años juntos y están ilusionados como niños preparando la gran fiesta. Se diría que el tiempo y sus achaques se desvanecen cada tarde cuando empieza el juego...

LO QUE AÚN SÉ DE MI

Me estoy quedando sin mi vida. Soy consciente de ello y creo que no existe un dolor más grande que éste.
La mayoría de veces no puedo recordar cosas que acabo de hacer o que me acaban de contar pero intento disimularlo con mucha maestría. Mis hijos saben lo que me está pasando aunque nunca me han hablado abiertamente de ello, o tal vez si que lo han hecho y tampoco ahora lo recuerdo. Me suelen visitar todos los días y hasta traen a los niños con ellos, esos tres pequeños soles a los que ni siquiera puedo llamar por sus nombres sin equivocarme.
En ocasiones, frente a la nevera, mi pobre mente se llena de dudas, ¿acabo de guardar la leche o aún no la he sacado? Y otras veces, cuando en la calle está todo oscuro y tengo mi pijama puesto, no estoy segura si debo irme a la cama o si me acabo de levantar.
Hay momentos en los que podría enumerar la lista completa de mi clase del colegio, pero sin embargo, también hay otros en los que me es imposible decir quién es el actual presidente de gobierno, los años que voy a cumplir o lo que hice en las últimas vacaciones. Y me es todo tan extraño.
Mi vida y todos mis recuerdos están aquí, en este pueblo en el que nací, en esta casa que era la de mis padres y en cada una de sus paredes repletas de fotos con los instantes más importantes de mi pequeña existencia. Los miro a diario y repito los nombres de aquellos a los que voy reconociendo. Suelo hacerlo en silencio para que nadie pueda escucharme y después recorro estos viejos pasillos y cada una de las habitaciones de los niños. Me siento sobre sus camas y huelo los cojines, los peluches, los trofeos, los apuntes, sus viejas ropas… A veces esos aromas me trasportan hasta las travesuras de mi pequeño Pedro o a los festivales de danza de Amalia o a la graduación de Roberto… Y me siento tan feliz como lo era entonces.
Pero cada vez sucede con menos frecuencia y mi frustración es tan grande cómo la tristeza que reflejan mis ojos frente a este espejo. Sé que aún estoy viva pero me cuesta reconocer la imagen que me muestra de mi misma. Me parece mentira que esta mujer achacada, de pelo cano, llena de arrugas y tan parecida a mi abuela sea aquella misma niña que soñaba con convertirse en una actriz muy famosa no hace tanto tiempo.
Si al menos Marco estuviera aún aquí…
Él era mi marido y mi primer y único amor. La persona que mejor me conocía, con la que más me reía y mi otra mitad. Sin su mano a la que agarrarme esto aún es más difícil de llevar.
Cada noche, antes de cerrar los ojos, intento recordar el día en el que nos vimos por primera vez y me convenzo a mi misma de que ese instante será el último que olvide de mi vida. Gracias a ello puedo seguir jugando a restarle días a mi memoria.

martes, 27 de septiembre de 2011

TARDE DE VERANO



Era una calurosa tarde de domingo. El sol entraba brutalmente a través de los cristales. Sudaba, pero no quería despegarse del teclado de su ordenador, temía que, si lo hiciese, tal vez a la vuelta ya no tendría tan claro como ahora lo que exactamente debía seguir escribiendo para que le publicaran su artículo. Se encendió un cigarrillo y continuó, sus dedos tecleaban con decisión aquel montón de ideas que fluían sin cesar, una detrás de otra. Bocanada tras bocanada, el humo llenaba sus pulmones tal y como las palabras llenaban la página antes en blanco. Le quedaban escasos minutos para poder enviar el artículo sin llegar tarde como siempre y recibir la clásica bronca de los lunes por la mañana, además de no cobrar. Apagó la colilla aplastándola contra el cenicero. Tosió repetidamente y cuando terminó puso el punto y final al texto. Volvió a coger la cajetilla y encendió otro cigarro, éste para saborearlo lentamente mientras leía y releía su impecable artículo, balanceándose satisfecha en su cómoda silla. El humo dibujaba extrañas volutas que cambiaban de color cuando los rayos del sol las atravesaban, naranja primero, azul después…hasta que desaparecían del todo. Sus labios esbozaron una suave sonrisa y entornó lo ojos mientras imaginaba los elogios de su jefe al terminar de leer el que, para ella, era su mejor artículo. Imaginaba que podría salir a comer con Jorge para celebrarlo y que entonces él le expresaría lo que sentía por ella, lo que sentían los dos…
Jorge se despertó bruscamente al oír el estridente sonido del teléfono. Al otro lado oyó la voz de su jefe quien, alterado, le pedía que saliera rápido hacia la editorial. Algo terrible había sucedido y él tenía que escribir la crónica. Se vistió rápidamente mientras su jefe le iba contando los pormenores: “Incendio en un chalet de una urbanización cercana, muere una mujer de unos treinta años al quemarse la vivienda en cuyo interior se encontraba en ese momento, según el informe de los bomberos el fuego pudo originarse a causa de un cigarro mal apagado…” Jorge le interrumpió. –Pero… ¿porqué yo? ¡Que lo escriba otro! –No Jorge, no…se trata de Silvia, ¡Silvia ha muerto!- Jorge se detuvo en seco, caminó hacia la mesilla de noche y sacó un cigarro de su última cajetilla , lo encendió y caminó hacia la puerta de su casa mientras las lágrimas resbalaban despacio por sus mejillas. El humo dibujaba extrañas volutas que cambiaban de co…

lunes, 26 de septiembre de 2011

DIEZ AÑOS


            Si todo va bien, dentro de diez años mi mujer y yo seremos padres. Engrosamos la lista, somos un número de expediente, un formulario rellenado hace ya tres años, una serie de datos que, más o menos, reflejan nuestra vida: nombre, apellidos, fecha de nacimiento, tiempo que estamos juntos, ingresos, deudas. Datos escritos por triplicado y pasados por el registro y subidos a la planta 4ª del edificio de Bienestar Social de Alicante y depositados en una oficina donde almacenan otros datos escritos por triplicado y... Bueno, se lo pueden imaginar. Ahora recuerdo con una sonrisa los sustos que mi mujer y yo nos llevábamos de novios: Marco, llevo un retraso de una semana. Creo que esto también se lo pueden imaginar. Cuando me preparo un café y me quedo solo en casa por las mañanas una idea comienza a apoderarse de mi: ahora mismo, en un instituto cualquiera, un joven y una joven, que seguramente ni se conocen, no son conscientes de que dentro de ocho años tendrán una relación, y de esa relación nacerá un niño. Ese niño será entregado en adopción, seguramente porque a esos jóvenes la vida no les habrá tratado muy bien. Entonces, en la planta 4ª del edificio de Bienestar Social de Alicante, una trabajadora social cogerá mi expediente y marcará un teléfono, mi teléfono, y yo, con una voz de 43 años, diré: vamos para allá. Diez años me separan de mi hijo. Perdonad si me río cuando una embarazada de nueve meses me dice que el parto se está retrasando.

           

ONCE MINUTOS

Ethan nació once minutos después que su hermana Kate y en términos marsupiales, once minutos es mucho tiempo. Hay quien dice, que en su particular carrera hacia la luz, Ethan, que ya de feto era curioso, se entretuvo contando los glóbulos blancos de la placenta de su madre. Nueve meses en un entorno agradable y protector, le daban una seguridad y una paz, difícil de abandonar con tanta premura.

Kate, tenía prisa, nueve meses en un zulo oscuro y húmedo, era mucho tiempo para su pequeño espíritu inquieto y no tardó en salir. Con lo que no contaba Kate, era con la soledad que tuvo que soportar en sus primeros once minutos de vida, con esa luminosidad que dolía, con el mundo ruidoso de ahí fuera, con todos los nuevos estímulos que la confundían, con la falta de oxígeno entrante en sus diminutos pulmones, que la hicieron enrojecer hasta una tonalidad imposible. No sabía lo que ocurría, pero su malestar hizo que mostrara su rechazo de la única forma que supo, llevaba once minutos en el mundo y lo primero que aprendió Kate, fue a llorar. Después vino un grito de impotencia, un silencio que duró tres segundos y la dolorosa respiración apareció por fin, acompañada de más llanto.

Ethan la escuchó desde dentro y dejó de jugar con su ábaco materno, para salir al auxilio de su hermana. Llegó a la luz once minutos exactos detrás de Kate, llegó llorando, rojo de ira, respirando por si mismo y con los puñitos cerrados en gesto amenazante. Fue salir Ethan y fue apagarse el llanto de Kate, es la magia de los mellizos, con su mundo unido por lazos invisibles.

Así fue su primer viaje, su primer cambio de casa, pasando de la estrechez del claustro materno, a la inmensidad de un planeta. Desde entonces viajan juntos, no se separan ni un instante, ya conocen el dolor de la separación, ya sufrieron la soledad en sus carnes, aunque sólo fuera por el breve lapso de once minutos.

¿POR QUÉ TIENES TANTA PRISA?


ECLESIASTÉS

CAPÍTULO 3
El momento oportuno
3:
1 Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa
bajo el sol.



¡Marie! Escucha, quiero decirte algo. ¿Por qué tienes tanta prisa? Ahora no te das cuenta pero cree me, hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa.

Tienes tan solo catorce años, dejaste los estudios porque querías  trabajar. Trabajas doce horas diarias en una carnicería, cuando sales a la calle lo haces orgullosa y miras al grupo de niñas de tu edad que están sentadas en un banco de la plaza comentado lo difícil que ha sido el examen de historia. Les sonríes con aires de superioridad porque te sientes bastante más mayor que ellas y piensas en como están malgastando su tiempo.

Llegas a casa y ayudas a mamá dando de comer a tu hermano pequeño, ya sueñas con ser madre, mientras ella prepara la mesa y te dice que ha llamado tu novio (con el que ya llevas saliendo más de un año).

¡Marie! no tengas tanta prisa, todo llega.


Estas palabras y muchas más son las que me diría a mi misma si pudiese retroceder en el tiempo.

Tengo treinta y ocho años, llevo casada quince años con mi novio de toda la vida, mi hijo el mayor ya tiene catorce años pero no trabaja en una carnicería ni tiene novia, él está en el colegio, juega al futbol y sueña con ser mayor. Tengo una familia compuesta de tres hijos, un marido y un pequeño Chihuahua. En todos estos años me he dedicado única y exclusivamente a mi hogar a mi familia. Mi sueño de poder algún día terminar la carrera de ciencias religiosas sigue siendo eso, un sueño.

Mi tiempo corre tan aprisa que casi podría afirmar que a mis días le quitaron cuatro o cinco horas, pero la realidad es: Todo lo que dejé en el camino pensando que lo podría hacer más tarde allí se quedó esperando, viajar, estudiar, leer “El Quijote”, dar la vuelta al mundo en velero, escribir un libro…

Creo que siempre he tenido demasiada prisa y ahora no tengo tiempo.

domingo, 25 de septiembre de 2011

“Cómo se pasa la vida"…





Mientras el coche la lanzaba por los aires, las imágenes de toda una vida pasaron por su cabeza en unos breves segundos. Le dio tiempo a creer que igual ya no la contaría más. Notó una angustia atrapada en su interior y vio a sus padres cuando ella era una niña. Creyó que se reuniría pronto con ellos. Pensó que no llegaría a la hora de la cita para ir a la playa, y sus amigas se quedarían esperándola. Y no le gustaba retrasarse. “Me mato, me mato, de esta no salgo”.
Después, el aterrizaje, el golpe, el dolor con la cara pegada al asfalto, sin tiempo para reaccionar, ni parar de alguna manera el impacto. La moto quedó tirada, retorcida, pero ella en aquel momento se encontraba entera. Pensaba, estaba consciente, sentía su cuerpo dolorido y no había visto el túnel. Aún no era el momento. Por fortuna ningún otro coche le pasó por encima. Pronto vinieron a socorrerla los ocupantes del vehículo que tan ágilmente había sobrevolado.
La recuperación del brazo roto y la cara fue lenta, muy lenta. Los días se hacían eternos,  apenas podía moverse, ni salir de casa. Tenía   el rostro desfigurado.
Tras aquel accidente, pasó la vida y se sucedieron los años sin darse cuenta. Recordaba aquellos momentos en los que el tiempo se queda congelado, prisionero de recuerdos, momentos felices que pasan vertiginosos, y los horribles, que su mente había desechado para que no se instalaran en ella.
Desde la distancia, le parecía que la vida había pasado muy rápida, tanto que apenas había tenido tiempo de aprehenderla y ya huía, resuelta, de ella. 

sábado, 24 de septiembre de 2011

REFLEXIONES EN EL JARDÍN

¿Por qué me dicen señora? La primera vez que lo oí pensé que no iba dirigido a mí. Tardé poco en confirmármelo: miré a mi derecha, a mi izquierda… detrás  estaba con cara de fastidio la joven que me había colgado el adjetivo, sin ningún pudor, esperando que la franquera el paso. 
                                                                                                                                                         A esa vez siguieron muchas más. El espejo empezó a corroborarlo y poco a poco empecé a identificarme con el tratamiento. En realidad, me acostumbré a responder a él, a dejar que los demás me vieran así.
No es fácil convencerles de lo contrario. ¿Cómo explicar que detrás de mi piel blandita y de las líneas profundas que rodean mis ojos, hay una niña? Desisto. Hago vida de adulta: en el trabajo hablo de política, en el ascensor del tiempo, comento en la fila del súper la carestía de la vida, y me quejo, -como todas- de mis kilos de más y mis numerosas dolencias.
Pero no, yo no soy ésa. Ésa suplantadora de mi yo verdadero, sabe que dentro de ella sigue la niña jugando, la adolescente soñando enamorada, la mujer que anhela tocar sus sueños con los dedos, la alquimista de palabras y colores.
Desde la mecedora de mi jardín, medito sobres todas mis edades, sin nostalgia, sin miedo, porque todas me han forjado y enriquecido. Todas están en mí, esperando otro amanecer para hilvanar realidades con sueños.
Para morder la vida.                      

viernes, 23 de septiembre de 2011

La versatilidad


-“Versátil…” dijo ella.
-“Y ya está? pregunté.
-“Sí”.

        Este fue el final de la conversación. Sin consultar.
Sin preguntarse ¿nos lo podemos permitir? mi compañera, la luz de mis ojos, había comprado un coche de alta gama engatusada por un petimetre repeinado que le había vendido la burra, nunca mejor dicho, de que se trataba de un coche versátil…

-“Es que para mí la versatilidad es muy importante. Siento que me da alas”.
-“Pero, alma mía, esto no es una bebida energética. Es un coche de muchos ceros”.
-“No te preocupes cielo, sabrás arreglarlo…”

Se atusó la melena y salió por esa puerta.
Y aquí estoy, rebuscando por los cajones, la última cajetilla que compré hace tres años.

jueves, 22 de septiembre de 2011

MALDITO TABACO

Cada vez que Carmen subía por la calle “La Vega”, maldecía esa costumbre malsana que
tenía desde hace muchos años.
            Su intento por dejar ese vicio que la había atrapado en sus redes, fue en vano. No había chicles de nicotina, parches, caramelos, libros e incluso guardar el dinero para comprarse un capricho como la habían aconsejado, que pudiera despegarla del sabor de una calada al tiempo que se  tomaba un café. Ver salir el humo de su boca suavemente, incitándola a jugar haciendo coronitas la relajaba de una manera especial.
            Pero a cada paso que daba por la cuesta de la dichosa calle, Carmen se decía.- Maldita sea, tengo que conseguir dejar esa mierda.

            Después de un domingo de saborear cigarro a cigarro, decide que el día siguiente sería ese día especial, donde ganaría el pulso al dichoso tabaco. Durante un mes con gran esfuerzo deja de fumar diecinueve cigarros de veinte que solía fumar diariamente. Un dichoso cigarro, el de las seis de la tarde, le recordaba que estaba fracasando y decide que esa semana va a fumar hasta reventar.
            Durante siete días fumo, fumo y fumo hasta que llegó asquear el tabaco, después no fumo ni un cigarro más, cada vez que pensaba en el cigarro le daba arcadas. Soñaba que un monstruo en forma de humo la perseguía cada vez que ansiaba volver a fumar, pero con el tiempo ese monstruo se fue empequeñeciendo hasta desaparecer.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Habanera

Ya, no se acordaba, si le gustaba fumar, porque tomaba café, o sí le gustaba el café, porqué fumaba. No podia separar uno, del otro. Sí volvía, la vista atrás, ...tanto el café, como el tabaco, estaban siempre. En su casa, desde muy niña, era habitual, tomar café solo, el entonces llamado, café de puchero. De esa época, guardaba, muy gratos recuerdos.tenía, una familia numerosa, y el abuelo materno, también vivía con ellos. Durante, toda la mañana, la cafetera, se ponía, varias veces, los primeros años, venían, cuñadas y compartían el desayuno, con su madre. después, cuando ella, creció, compartía ese café, con amigas,la cocina, era el punto de encuentro, y allí, fumaban, casi todos, durante un tiempo, menos la madre, los demás, eran chimeneas. Grandes tertulias, muchos ratos compartidos,el abuelo, difrutaba, como un niño, le gustaba reunirse con los jovenes, entre el café y el tabaco.

En sus tiempos de estudiante, sí alguna vez, se quedaba estudiando de noche, siempre se aseguraba, de qué no le faltase, ni su café, ní su cigarro. Pasaron los años, y fueron muchas, las noches, en las qué, cuando se sentía sola, se levantaba, y pasaba una velada, con los ojos abiertos, leyendo, fumando y tomando café. Entonces, estaba permitido, fumar en cualquier sitio,así qué no había nada qué le gustara más. Durante unos años, dejó, de fumar, y casi le gana la batalla, al deseo, qué nunca le abandonó, cuando tomaba la primera taza de café solo, pero fue débil y sucumbió, en una noche de insomnio, y con muchas ganas, volvió a coger un cigarro, y con la habitual ceremonia, como si nunca lo hubiese dejado, encendió, su primer cigarro, otra vez, acompañado de ese cafelito.

Su madre, le contó, qué cuando estaba embarazada, de ella, disfrutaba oliendo, los granos de café, seguramente, por eso, ella sigue tomandolo solo. Lo qué no le contó nadie, pero no hizo falta, es qué su padre, era fumador y al concebirla , se juntaron el aroma d
el café, con el humo del cigarro, y por eso ella está condenada, a seguir disfrutando de ambos, mientras respire.

MALOS HUMOS


Me presento. Soy el del otro lado. El no fumador.
Nunca me he quejado porque entendí hace décadas que era una lucha perdida. En casa era uno contra cuatro de los de paquete diario, así que crecí envuelto por ese humo blanco y denso que formaba parte de lo que era mi hogar en minoría. Llega un momento en el que casi te acostumbras a él, debe de ser algo parecido a lo que les ocurre a los que viven en Londres y andan rodeados por la niebla con una naturalidad pasmosa. Pues yo igual, comía con humo, me duchaba con humo, estudiaba con humo… Lo más gracioso es que pese a no haberme puesto un cigarrillo en la boca en toda mi vida aún siguen ofreciéndomelos a diario porque ese humo se ha debido de quedar pegado a mí de alguna forma invisible que sólo advierten los del otro equipo, los fumadores, y aunque me fastidie, en cierto modo, ahora soy uno más de ellos. No fumo, pero tengo cara de que sí.
Unos días antes de que mi abuela muriese entré a su habitación para despedirme de ella y sin dejarme ni abrir la boca, me pidió o más bien me exigió como última voluntad, que dejase de fumar y así se iría mucho más feliz de este mundo: “A mi no me engañas, hueles a tabaco que tira para atrás”.
Y con diecisiete años tuve una bronquitis aguda y mi médico me recomendó encarecidamente y delante de mis padres que debía dejar de fumar porque mis pulmones se estaban resintiendo. Esta vez, ni me preguntó, lo dio por hecho mientras redactaba la receta y yo con cuarenta grados no estaba para cansarme con explicaciones que él no iba a creer. En fin...
Desde entonces he seguido una vida apestada de humo como si tal cosa. Tanto mis amigos, como mis novias, como mi mujer han fumado y siguen haciéndolo pese a todas las prohibiciones de este gobierno, de los cartelitos de las cajetillas o de lo que les diga la Asociación Española contra el Cáncer, pero hay algo que sí que ha cambiado con todo eso y es que por fin puedo disfrutar de un desayuno que huele sólo a eso, a tostadas y a zumo de naranja, y aunque todo tiene sus inconvenientes porque casi siempre lo tengo que hacer a solas mientras los que me acompañan están en la calle fumando y poniéndome verde por ser uno de los tantos “poco comprensivos no fumadores“, no deja de ser uno de los mejores momentos del día cuando desde mi silla y mientras le doy un pequeño sorbo al zumo, los miró de reojo, sonrío y me digo a mí mismo, ¡anda y que les cunda!

LA PRIMERA VEZ

Pedro, Carlos y Marina habían quedado por la tarde en el jardín que hay detrás de la iglesia.Los chicos tenían 13 años y Marina 12. Eran amigos desde siempre. Ese sábado era algo especial, los tres iban a probarlo por primera vez. Estaban impacientes por conocer el sabor de un humo blanco tan oloroso.
-¿Cuántos has conseguido Carlos?.
-Sólo 1, mi padre tenía el paquete recién empezado y no quise que se notara.
-¿Y tú, Marina?
-Yo tengo 4, mi hermano es tan despistado que ni se va a enterar.
-Pues a mi casi me pilla mi abuelo, sólo pude pescarle 1, no suelta el paquete ni cuando duerme.Venga, ¿quién ha traído el mechero?.
-¿Qué?, yo pensaba que lo traerías tú.
-No puedo creer que ninguno de los dos hayaís conseguido mechero. ¡Tendremos que dejarlo para otro día!.
Tras una risa algo burlona, Marina saca un pequeño encendedor del bolso de su cazadora. Ya les había dado una rápida lección: primero aspirar, luego soltar el humo.
Encendió su cigarrillo con destreza. Al momento una tos entre ahogo y asco salió de su garganta.
-¡Qué mal sabe!.
Pedro y Carlos encendieron los suyos, Carlos intentaba no toser, pero aquel sabor picante y amargo martirizaba su boca. A la tercera calada lo tiró al suelo y desistió de fumar. Marina y Pedro entre toses y aspavientos consumieron su primer cigarrillo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

AVANCES TECNOLÓGICOS

Leocadia cogió su mando a distancia y bajó el volumen de la clase que  empezaba a alborotarse. Estaba inmersa en  un libro apasionante. Aprovechaba la hora de atención educativa, en la que los alumnos debían hacer sus deberes, para desconectar un poco y dedicarse a la plácida lectura. En un inciso, mientras pensaba una frase que le había llamado la atención, levantó la mirada y observó que solo quedaban 15 minutos y que pronto sonaría la música que anunciaba la clase siguiente en la que tendría que explicar la teoría de las Ideas de Platón. Volvió a coger el mando y apretó el botón de "pausa", quería tener tiempo para conocer el final de la novela y para ello necesitaba media hora más. Se produjo un silencio total y los alumnos quedaron inmóviles mientras el reloj se detenía y ella seguía deleitándose con el inminente desenlace. Unas lágrimas resbalaron por sus mejillas cuando leyó la última línea.
 Apretó el "play" y la animación volvió a la clase que siguió con su  cháchara habitual. ¡Cómo le había cambiado la vida desde la implantación del microchip en el cerebro de los chicos! Ahora los manejaba a su antojo.
-¡Leocadia, Leocadia, despierta!, que te has quedado dormida y tus alumnos se han escapado por la ventana -le dijo el profesor de guardia-, el director está furioso y me ha dicho que vayas inmediatamente a su despacho.
Se levanto nerviosa y preocupada, fue al servicio de profesoras y  fumó cinco cigarrillos, uno detrás de otro, mientras se metía entre pecho y espalda unos buenos tragos de bourbon de la petaca que llevaba siempre en el bolso. Salió segura de sí misma  y dispuesta a encarar relajadamente la entrevista.

EL CASO SVEVO

“…yo, como buen occidental,
sé nadar igual que un pez, un pez en un mar de mediocridad.” (Nacho Vegas, Nuevos planes, idénticas estrategias)

            Marco XIII, como los  anteriores doce, trabajaba  en el Departamento Internacional de Revisión Artística. Este departamento fue creado en el año 2073 por el gobierno de la zona euro-norteamericana. Su cometido era detectar, eliminar y sustituir todas aquellas referencias al tabaco que aparecían en los libros, el cine, la música, la fotografía,… Marco XIII era uno de los mejores. Él fue el encargado de “limpiar de humo”, como se decía en el argot del departamento, la película Casablanca. Tras un durísimo trabajo de más de un año, la película quedó perfecta. Bogart y sus  amigos mascaban chicle, comían caramelos y chupaban regaliz, pero no fumaban ni un solo cigarrillo. Mucho más difícil fue el caso Svevo. Cuando a Marco XIII  le llegó la noticia de que  debía “limpiar de humo” la novela La conciencia de Zeno, de Italo Svevo, supo que  aquel era un reto mayúsculo. En cada hoja, página y párrafo, Svevo hacía referencia directa o indirecta al innoble vicio de fumar. Tras dos meses dándole vueltas a una posible  solución, Marco XIII decidió sustituir la palabra “fumar” por “cantar”; la palabra “humo” por “canción” y la palabra “ceniza” por “voz”. Así, La conciencia de Zeno terminó siendo una magnífica  novela sobre un hombre que  decide psicoanalizarse porque no puede dejar de  cantar, pero vive deprimido porque tiene muy poca voz. Una verdadera obra maestra.
            Lo que nadie  sabía (y era mejor que nunca supiesen) es que Marco XIII guardaba en un archivo personal todos los “recortes” (así era como llamaban los del departamento a los  trozos de películas, novelas, canciones o fotografías que  estaban “infectados de humo”) como si fuesen un tesoro. Realmente desconocía la razón que le movía a jugarse el trabajo, la reputación y la vida  en algo que, aparentemente, no le beneficiaba en nada. Sin embargo, para Marco XIII no había  mayor placer que llegar a su “habitación-nido”  después de una dura jornada de más de diez horas en el departamento, destapar una lata de bio-vitaminas con sabor a néctar  de  uva y ver en su “pantalla-mural” a Lauren Bacall pidiéndole fuego a Humphrey Bogart.

domingo, 18 de septiembre de 2011

EL CASTING


¿Vas a venir esta tarde al casting? Le dijo Pepa a su amiga Claudia.
- no se, no lo tengo muy claro, ¿tú crees que tengo posibilidad de que me escojan?

Pepa miro a su amiga, le acarició la mejilla y observó su sonrisa.
- Estoy completamente segura de que te van a elegir Claudia, estás perfecta.

Esa tarde Pepa y Claudia se encontraban en una enorme fila de personas que movidos por mostrar sus encantos no les importaba estar dos horas esperando a ser nombrados.

- A ver el número 105, por favor que entre. Dijo una voz que parecía casi artificial y que provenía de un megáfono.

- esa soy yo, dijo Claudia. Y se dirigió con paso apresurado hasta el salón en donde estaban haciendo el casting.

                                        DOS MESES DESPUÉS

- Estaba segura de que te iban a elegir Claudia, mira la fotografía la verdad es que te han retocado un poco pero está bien.

Claudia cogió el paquete de tabaco y le dio la vuelta y allí estaba su sonrisa negra.



Mañana lo dejo.

- Cari, lo siento, no he podido aguantar ni dos horas, me he fumado 6.

- Yo también he fumado.

No tenéis ni idea de lo que estas cuatro simples palabras han supuesto para mi. Un fumador que quiere dejarlo y no lo consigue, se vuelve egoísta y retorcido, se mortifica con cada fracaso y la misma ansia que le llevó a la total dependencia del tabaco, se convierte en una fuerza destructiva que mina su moral y su autoestima, hasta convertirle en una marioneta de su propio vicio.

Ni un beso, ni un ¿qué tal el día amor mío?, lo único que quería saber cuando Elena ha traspasado la puerta de casa, era si ella, hoy, también había fracasado, porque su fracaso es mi excusa perfecta para seguir fumando.

- Lo tenemos que dejar, he estado echando cuentas y si no lo hacemos por nuestra salud, al menos, hagámoslo por nuestro bolsillo. Nos ahorraremos la friolera de 200 euros al mes cada uno, si lo metemos en el banco, en un año tendremos 4800 euros para hacernos un viajecito, podríamos ir a Cuba y fumar los mismos puros que fuma Fidel.

- Pero, acabo de comprar en el chino dos paquetes de camel.

- Dame uno, mira (reservo dos cigarrillos y el resto los parto por la mitad y los tiro a la papelera)

- ¿Qué coño haces?

- Estos ya no nos van a perjudicar y estos dos, son los últimos que vamos a fumar en nuestras vidas . El otro paquete se lo vamos a meter en el buzón al vecino con un post-it que diga: “que te aprovechen, nosotros lo hemos dejado”.

- Estás como una cabra.

- A grandes males, grandes remedios, estamos los dos en esto y esta vez vamos en serio.

Son las 2 de la mañana, no aguanto más, he recogido los cigarrillos partidos de la papelera, amontono todo el tabaco, separo las boquillas, con las facturas de la luz y el gas me he liado unos cuantos canutos de legionario y me los estoy fumando. Soy patético.

- Cari, necesito un piti, ya.

- No nos queda.

- El vecino está de vacaciones, tienes que recuperar el paquete que le metiste en el buzón.

- ¿Cómo?.

Cinco minutos más tarde estoy en el hall con dos palos de pincho moruno atados con papel de celo y cuarenta y cinco minutos después, acierto a enganchar el chivato del paquete y lo subo hasta que mis dedos pueden cogerlo por la ranura del buzón. El post-it se queda dentro.

- ¿Qué foto te ha tocado?.

- “El piñatas” ¿y a ti?.

- A mi, “el pulmones”, aunque la verdad es que prefiero al “gargantas”. Sería mucho más efectivo subir la cajetilla a 10 euros, como en Francia, verás que pronto dejamos de fumar.

Llevo fumando desde que tenía 15 años, la primera vez que intenté dejarlo, duré 18 meses sin probar un cigarro y engordé 17 kilos, salí casi a kilo por mes. Hoy fumo 30 cigarrillos diarios, he arrastrado a Elena a mi peor vicio, peso 105 kilos, soy incapaz de correr para coger el autobús, toso por costumbre, se me cae el pelo, no gano para post-its, papel de celo y palos de pincho moruno, tengo migrañas y mi piel es de un color entre verde aceituna y blanco fumata, pero os juro que hoy no, porque toca póquer con los colegas y el humo me ayuda a concentrarme, pero mañana, lo dejo.

EL INCENDIO

Toda la vida, la abuela, con la misma cantinela:
-Ay hijo, deja el tabaco. Te va a matar.
 Policías y bomberos tras sus investigaciones, concluyeron que la causa del mortal incendio, fue un cigarrillo mal apagado.
Las sentencias de la abuela, siempre se cumplían.

AÚN UN ÚLTIMO DESEO

Y aquí estoy, frente al pelotón de fusilamiento, fumando mi último cigarrillo. Lo he pedido por joder al sargento, porque yo ni fumo ni he fumado nunca y sospecho que no lo voy a hacer jamás. Siempre me ha caído muy mal este maloliente mascador de tabaco y mi último deseo es que tenga que estar poniéndome y quitándome él mismo el cigarrillo de los labios después de cada calada, no vaya a ser que me muera por asfixia. Estaría bien que le metieran un paquete por dejar que me muriera antes de fusilarme. Más de uno del pelotón que está delante de mí se alegraría. Por cierto, ¿por qué diantre le llamarán pelotón? Si sólo son cuatro y se van a poner en fila para dispararme. Podrían llamarles “la parada del cierre” o “la fila del adiós forzoso”, pero lo de pelotón suena hasta grosero.
Mientras les hablo estoy pensando que no tengo posibilidad de escapatoria porque el sargento me va a dar no uno, sino dos tiros de gracia, incluso puede que tres, lo veo en sus ojos cada vez queme retira el cigarrillo. Preferiría que el tiro me lo diera el oficial de guardia que, al menos, es buena persona y viene de buena familia, se le nota que tiene una cultura y unos estudios, no como este trozo de carne con uniforme que lo más probable es que si no estuviera dentro del ejército lo estaría dentro de una celda, casi con toda seguridad. El caso es que él se queda y yo me voy... cosas de la vida (es guapo este oficial, no me había percatado hasta ahora. Seguro que el porte que le da fumar en pipa tiene que llevar de calle a más de una damisela de la nobleza de los alrededores)
El general también ha venido. Lo sé porque el viento me trae el aroma de sus puros. No alcanzo a verlo pero sé que está ahí. Cuántas veces me amenazó con ponerme delante de un pelotón de fusilamiento por sisarle algún que otro puro tras mandarme a comprárselo; pero debí ser el que menos le robaba porque al final siempre volvía a confiar en mí. Estoy seguro que mientras firmaba mi sentencia de muerte reencendió un puro a mi salud y lo hizo durar. Para mí es como un padre, y los muchachos de la compañía lo respetan y lo aprecian de verdad. Vale, acabo de ver el humo de su cigarro, está detrás de aquel árbol, a solas, como siempre. Es el hombre más solitario que haya visto nunca sobre la faz de la Tierra.
Bueno, creo que toca despedirse. Este cigarrillo no da para más. Ahora caigo en la cuenta de por qué se ofrecen cigarrillos como último deseo y no puros.
Queridas damas... caballeros... ha sido para mí un verdadero honor y placer haber podido hablarles en estos últimos instantes de mi vida. Agradezco mucho su atención.

N.A.: El tiempo que se tarda en leer este relato es el mismo que tardaba yo, antes, en fumarme un cigarrillo. Por eso dejé de fumar, porque me salían los relatos muy breves.

RIP



Siempre había sido una persona muy respetuosa con los demás, educada y cumplidora de la ley.
Cuando murió, sus restos se enterraron aparte para no molestar ni contaminar a los que allí ya descansaban.

sábado, 17 de septiembre de 2011

EL SUCESO DE CALVARIO.

Rufino llegó pronto a casa, cenó apresurado y se fue a su habitación. Se le notaba un poco nervioso, algo poco habitual en él. Tumbado en la cama, no podía conciliar el sueño, pensaba en Calvario. Igual se había pasado. Al fin y al cabo, ahora que lo pensaba, ya era habitual, pero su burla día tras día era sobrecogedora. Le hacía sentir el hazmereir de todos sus compañeros cuando volvían del gimnasio.
Tarde o temprano esto tenía que suceder. Calvario seleccionaba al azar a sus presas, luego las martirizaba hasta el infinito. Su situación era privilegiada.Vivía en una calle peatonal muy transitada y se pasaba horas en la ventana. Muchos se paraban a su lado cuando aún no lo conocían, pero pronto sucedía el ataque.
A la tarde siguiente su ventana estaba cerrada.Todos se extrañaban. ¿Qué le habría pasado a Calvario?. Él era el único que alegraba la calle. Rufino decidió cambiar el camino de vuelta a su casa. Cada vez que veía la ventana recordaba aquella voz burlona que se le clavaba en los oídos: "Rufino cara de pepino, Rufino cara de pepino".
También tiró la caja con el veneno que le sobró de echar en el agua del maldito loro.

CLASE DE ARTE CONTEMPORÁNEO

Si os fijáis en el conjunto cromático de la composición prevalecen las tonalidades rojizas y ocres fruto indudable del sufrimiento del artista durante este periodo que los críticos han bautizado como “doloroso”. La representación fragmentada de la figura femenina es una clara influencia del  hispano-mexicano Alfredo Castañeda. Y no hay que olvidar la importancia de las cruces votivas que, a pesar del ateísmo del autor, manifiestan su pasado católico por parte de la figura materna, que al igual que vimos la semana pasada con Ruskin, era opresiva y represora...
-¿Tú qué crees que se habrá tomado esta mañana el de arte?
-Mi viejo dice que antes era arquitecto.
-¡Ah, ya...! Como una puta cabra, ¿no?
-Sásssss-tamente”...
...de las reminiscencias irlandesas del último John Huston, concretamente de Dublineses en donde, por cierto, su hija Angélica está magistral, en todos los sentidos...
      -¿De qué habláis...?
-El de arte... que dice esta que antes era arquitecto.
-Yo lo vi el “finde” en el “tragos” a las cinco morreándose con una vieja.
-¿Y tú que hacías a las cinco en el “tragos”?
-El Cocas, que tenía un calentón y entramos al reservado para que se aliviara.
-El día que se entere tu viejo te mata, tía.
...un trazo rápido y firme con grandes dosis de materia pictórica que le dan al lienzo la fuerza visual de la que carecían sus anteriores obras, por lo que podemos asegurar que...
-Mi vieja estuvo hablando con él en la última reunión del AMPA y dice que es un tío muy enrollado.
-Pues yo lo vi besándose...
-Sería su novia, o su priva...
-Tía, mi vieja no se va con mi viejo a esos sitios a comerse el morro, ¿sabes?
-Claro, porque tu viejo se lo come a la Jenny.
-¿Cómo dices...? ¡So guarra! cuando salgamos te espero donde el Chon y te voy a poner los pelos del bigote por pendientes.
-¿Tú a mí, cacho zorra? Vale. A las doce. Te vas a enterar tú de quien es la puta ama del “insti”
¡Menchu, Paru y Chusa: de cabeza al jefe de estudios! ¡Ya le daré después de clase yo mismo en persona vuestros partes, y sin rechistar, que os conozco! (Joder. Todos los días lo mismo. Qué harto que estoy, y sólo llevamos dos semanas...)

jueves, 15 de septiembre de 2011

EMILLE

Desde un rincón oscuro de un lugar silencioso, donde la ausencia de ruido es lo que más llama la atención, escribo esta carta desesperada sin destinatario, espero que caiga en las manos de quien sepa entender la verdad que se esconde tras estas líneas, si me lees algún día, estarás en grave peligro y tu salvación sólo dependerá del uso que hagas de mi historia.

Todo empezó con un inocente correo electrónico que escribí a mi compañero de fatigas laborales, acababa de salir de la ducha y me disponía a ver una serie de televisión de esas, que si te pierdes un episodio, mas te vale bajártelo de E-mule si quieres que tu estabilidad psíquica siga trazando los renglones rectos. Tenía prisa y sí, reconozco que recurrí a las contracciones lingüísticas para abreviar el mensaje y terminarlo antes. Todo ocurrió muy deprisa, el ordenador me cegó con una luz digna de explosión de supernova y una fuerza de otra dimensión me succionó hasta el lugar desde donde te escribo. Las horas pasaban sin poder contarlas, la oscuridad detiene el tiempo y la ausencia de sonido te mantiene en ese estado hipnótico y letárgico del sueño; pero yo no estaba dormido, mis manos abrazaban mi portátil, como el náufrago abraza la aleta dorsal de un tiburón, creyéndola un trozo de materia flotante salvadora. No podía moverme, el pánico controlaba mi capacidad motora, era de tal manera un pelele de algo tan poderoso e incomprensible, que la ansiedad se convirtió en los hilos conductores de mi vida y fue así, con la derrota afincada en mis venas, como conocí a Emille.

Al principio no se mostró en forma alguna, tan solo, hablaba. Su voz era todas las voces y ninguna, susurraba cosas, pero su voz sonaba con ensordecedor estruendo. No podía entender lo que decía, no tenía lógica, sonaba como a vocales y consonantes vomitadas sin orden ni sentido. Le dije: muéstrate voz, deja que te vea, volvió el silencio y en pocos segundos, una espiral de letras se fue formando ante mis ojos, dando forma a una silueta de mujer de proporciones perfectas, de curvas vertiginosas, de rasgos imposibles. Miles de letras de colores daban forma a este ser de dimensiones oníricas, era la mujer con la que todos hemos soñado alguna vez, pero su piel, no era piel, era desordenada literatura.

Habló despacio, buscando cada palabra que pronunciaba como si lo hiciese por primera vez, con el mismo estruendo me dijo: me llamo Emille y tu y otros como tu me habéis creado. Soy fruto de vuestra desidia, cada vez que contraéis una palabra para enviar un e-mail o un sms, ¿qué crees que ocurre con las letras que no se envían?, esas letras que forman palabras mutiladas, me sustentan y me hacen tal y como me ves ahora.

Te he elegido para que devuelvas el sentido de existir a todas mis letras perdidas, debes hacerlo si quieres recuperar tu vida, tómame y haz conmigo una historia que te redima.

Emille se deshizo ante mis ojos y con sus restos te escribo mi carta desesperada. Espero que cuando con el ratón de mi ordenador coloque el cursor en enviar y pulse para hacerlo, esta pesadilla termine. Si no es así, no sé que especie de monstruo habré creado y enviado, no sé las consecuencias de ello y lo que más me aterra, no sé que pasará conmigo. Ya he perdido la capacidad de hablar, pero mi voz sigue sonando dentro de mi cabeza, suena como todas las voces y ninguna, como un torrente caótico de fonemas ininteligibles.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

UNA MUJER CORAJE

--DATE PRISA, este sitio me pone los pelos de punta.- Le comenta Daniel a Pedro, al tiempo que su cuerpo se estremece por el lugar.

            Samanta se siente asqueada una vez más, no consigue quitar su olor, ¡cuanto odiaba sus caricias!.
            Su belleza madura pero explosiva había cautivado de una manera enloquecedora a Carlos, solo una joven le había echo sentir algo parecido como lo que le hacía sentir Samanta.

            Samanta recopiló durante seis meses, todo tipo de pruebas; escuchas telefónicas, fotos comprometedoras y fotocopias de documentos que lo llevaría a la cárcel de por vida, tanto a él como a toda la organización, pero... tenía que saber donde estaba el cuerpo de Estela, la necesidad de llevarla a casa superaba cualquier estado emocional. Escucha de una manera casual, como Carlos presumía ante sus amigos de la belleza de Estela, contándoles con pelos y señales cada rincón de su cuerpo y del placer que había sentido cuando la vio morir... Le dio arcadas, echó a correr hacía el baño, tras  vomitar se mira al espejo concentrando en sus puños toda la rabia y dolor, siente correr la sangre por sus manos, abre los puños, ve un par de uñas rotas.

            Una semana más tarde, Carlos le dice a Samanta.- Hoy va a ser un día importante, la reunión será inolvidable,- se acerca, la coge de las manos y le da un beso, mirándola a los ojos le sigue diciendo,- llegaré a lo más alto. Tienes todo el tiempo para ti, puedes ir de compras o a donde te apetezca, estaré todo el día ocupado.

            Las noticias da un comunicado de última hora que atrae la atención de la población. Ha sido detenida la mayoría de los componentes de la mayor “Organización de la Mafia” incluyendo a sus jefes. La polia.......

            El inspector Pérez agazapado en el cementerio espera para coger con las manos en la masa a Daniel y Pedro.
- ¿Qué es esto?,- Se sorprende Pedro una vez que abre la tapa de la caja y la ve vacía.
-         ¡Maldito Julio!, no obedeció las ordenes ¿Qué haría con Estela?- Especula con las
manos a la vez que camina de un lado a otro Daniel.

Al día siguiente, al otro lado de la ciudad en la casa de campo de Julio, unos disparos ponen fin a las vidas de Pedro, Daniel y Julio, el inspector Pérez sale mal herido ayudado por Estela. En el hospital cuando abre los ojos ve a Samanta y con voz cansada le dice.
- Jefa, tu hija....
- Estela está en casa, sana y salva, GRACIAS.- Le coge las manos y lo besa en la frente con agradecimiento.

martes, 13 de septiembre de 2011

FREDERICK M. R. HUMBOLT

    
En su libro sobre magia negra Demonios y brujas: una introducción, publicado por la editorial Gallimard en 1957 y reeditado en 1987,  el profesor Frederick M. R. Humbolt  nos advierte sobre el peligro que conlleva dejar de creer en estos seres. Así, en la página 43 dice: “Nada hace más fuerte a las brujas que dejar de creer en ellas. Su poder aumenta a medida que crece nuestra incredulidad”. Más adelante nos hace una cruda descripción de su experiencia con uno de estos seres, ocurrida en Munich en 1938, cuando Humbolt tenía apenas veinte años:  “ Regresábamos a casa por el sendero que corre paralelo a las vías del tren. Siempre tomábamos ese camino porque nos gustaba escuchar el tren que se acercaba. Mi hermano y yo solíamos tirar piedras a una casa abandonada, situada junto a la vieja estación. Ese día, al tirar como siempre una piedra sobre el tejado de la casa, escuchamos un grito agudo que nos heló el alma. Nos acercamos a una de las ventanas. Lo que aquella tarde vimos jamás se me podrá olvidar. En una mesa de lo que parecía una cocina, el cuerpo de una mujer yacía inerte y lleno de sangre. Tenía el vientre abierto en canal. Las vísceras sanguinolentas brotaban de su interior. Al fondo, una mujer obscena en su desnudez troceaba algo que en un principio no supimos identificar. Un crucifijo en llamas en uno de los rincones iluminaba débilmente la estancia. Era curioso ver cómo la llama parecía brotar como por arte de magia. La mujer desnuda se movía con rápidos movimientos, como un gato asustado. Troceaba con la seguridad de un experto carnicero. Entonces nos dimos cuenta de lo que realmente estaba sucediendo.” El profesor Humbolt nos narra en su libro dos experiencias personales más con este tipo de seres: una ocurrida en Praga en 1947 (p.p. 132-137) y otra en Toledo (p.p. 149-153).
            Demonios y brujas: una introducción es hoy un valioso testimonio acerca de la brujería y las artes más arcanas. El buen hacer literario del profesor Humbolt también quedó reflejado en sus otros dos libros: El miedo a creer ( Gallimard, 1959), un breve ensayo sobre vampirismo, y  La noche siempre llega (London University Press, 1963), un poemario donde hermetismo y brujería se dan la mano.
            Frederick M. R. Humbolt murió el 10 de mayo de 1968 en París. Sin mujer e hijos que le lloraran, a su funeral sólo asistieron dos personas:  el sacerdote y el sepulturero. Esa noche, la luna y los adoquines hicieron acto de presencia en la capital francesa.

Oro


Hace mucho calor. Hoy me he levantado con el pie cambiado y solo encuentro obstáculos. Tampoco sé muy bien qué ando buscando. He de salir del despacho, tengo pendiente una visita. La he postergado en varias ocasiones. Son muchos kilómetros y me da pereza.
¡¡Para ayer!! brama mi jefe. Me dice que la he de resolver yo, me avalan años de experiencia…mientes, me digo a mí misma. Mientras la atmósfera, se va tiñendo de un terrible hedor a reducción de plantilla.

Estoy conduciendo y casi no veo la carretera. Las sienes me van a explotar y el nudo que tengo instalado, desde hace varias semanas en mi estómago, se me hace cada vez más grande.
En un claro de la carretera paro. Nadie. Se me nubla la vista y un zumbido me llena la cabeza. Me pierdo…

Una suave brisa entra por la ventana y me devuelve a la vida. No sé cuánto tiempo ha pasado. 
Abro los ojos y veo, en lo alto,rayos dorados de luz, que atraviesan las copas de los árboles. El oro del otoño. Armonía. Me siento mejor.

Me reinvento de nuevo.

lunes, 12 de septiembre de 2011

LA TORPEZA DEL DEMONIO


El fuego no dejaba ver la figura de la muchacha pero sin embargo se podía observar con exactitud el escalofriante brillo de aquellos ojos. Pedro, junto a sus compañeros, intentaba calmar a la multitud de aquel edificio en llamas, primero sofocaron las lenguas de fuego de la entrada principal y poco a poco iban entrando en cada planta del edificio para desalojarlo al grito de - ¡salgan rápido y con cuidado!

Pedro entró en el habitáculo una vez que ya habían sofocado el incendio, sus compañeros le habían dicho que no quedaba nadie en el edificio que todo el mundo estaba a salvo pero él insistió, había visto una mujer joven de ojos negros y debía de entrar a por ella.

Cuando entró de nuevo en el edificio pisó algo se agachó para cogerlo y vio que se trataba de una cruz plateada en la que se podía leer “Ego daemonium morietur in ignem aeternum”, Pedro no entendia nada guardó la cruz en el bolsillo de la chaqueta y fue entonces cuando pudo ver a la mujer frente a él. Su piel era blanca como la nacar, tenía una melena larga y lisa de un color negro azabache al igual que sus ojos, sus ojos...

La mujer le susurro en el oido – has venido a buscarme y soy yo por fin quien te ha encontrado, vici Filius Dei.

Los compañeros sacaron de aquel maldito edificio el cuerpo sin vida de Pedro, entre lamentos y maldiciones por haberle dejado entrar.

Con unos pasos rápidos y firmes el sargento del cuerpo de bomberos se acercó hasta la ambulancia en donde yacia su discípulo y pudo ver en la chaqueta de Pedro un metal de plata. Lo sacó con cuidado del bolsillo.

-         La cruz...la cruz del ángel caido.

A su espalda su compañero Juan le decía.

-         Marchemonos de aquí Jesús.

Jesús estaba ya cansado de apagar fuegos y de perder a sus discípulos por el imbecil de Satanás. Si no fuera siempre tan borracho sabría distinguir al hijo de Dios, ¿ cuánto tiempo más tendría que aguantar Jesús hasta encontrarse por fin cara a cara con Satanás y pudiera cumplirse el Apocalisis?


Ahora vuelvo

Los niños estaban inquietos. Y mi cabeza, a punto de estallar. Mi marido, además, conectó la televisión. ¡Lo que me faltaba! Ahora una retahíla incesante de palabras se sumó al alboroto general de la habitación. Cogí mi abrigo y salí sin que nadie se percatara del ruido de la puerta al cerrarse. Ya era tarde y hacía fresco. Salí a la calle y metí las manos en los bolsillos. El paseo me haría recuperar la tranquilidad. Llegaría rápidamente hasta el río y regresaría a tiempo de acostarlos.
En la televisión las noticias no cesaban de hablar de la fuga de un violento preso, un psicópata, famoso por sus crímenes y delitos de sangre. Hacían recomendaciones a los ciudadanos para que se abstuvieran de salir por la noche y para que extremaran sus precauciones.
Nunca pude regresar.

LA SOSPECHA

-No seas macabra, siempre estás igual, deja tus crímenes para relatarlos a plena luz del día y no aquí en mitad del campo, a las tres de la madrugada, con todo el mundo dormido, que me esta entrando un canguis que no veas.
-¿Canguis? ¿Qué palabra es esa?
-Tú siempre analizando las palabras ¡yo qué sé!, lo decía mi abuela cuando estaba asustada, y mi madre y mis tíos… ¡toda mi familia! Por cierto, daría lo que fuera por estar con ellos en Madrid y no aquí viviendo mi primera noche de acampada, rodeada de historias para no dormir.
-¿Qué ha sido eso? ¿No lo habéis oído?, parecía cómo si arrastraran algo por la maleza. Era María la que hablaba otra vez con voz tenebrosa.
Afuera, la negrura de la noche se me antojó un escenario propicio para dar vida a todas sus historias: estrangulamientos, chicas que desaparecen y aparecen en una curva, vampiros que matan cuando besan…, todos parecían estar ahí, detrás de la débil lona que nos separaba de la intemperie.
Durante un instante eterno el silencio se espesó y, en nuestra tienda nuestra respiración se enredó con el miedo formando una atmósfera densa y pegajosa que nos apretujó a unas contra otras.
Pude oír el ruido: sí, sí, era como si alguien arrastrara algo pesado detrás de nuestra tienda, después un golpe seco y una tosecilla intermitente se alejaron en dirección al río.
Lucía y Eva estallaron en una sonora carcajada: ¡casi picamos María, qué susto! No habían oído nada,  olvidaron el asunto y se durmieron.
Yo no pegué ojo en toda la noche,  sus  ronquidos y movimientos  fueron mi única compañía, bueno, y el pánico que se acurrucó entre mi piel y mi saco hasta el amanecer.
Por la mañana el monitor nos reunió a todas para planificar las actividades del día.
Le observé mientras hablaba. Debajo de sus ojos se habían instalado unas  hinchadas ojeras y su muñeca derecha exhibía un vendaje reciente.
María preguntó por Jordi, el otro monitor.
-Tuvo que ausentarse, ayer por la noche recibió una llamada urgente, un asunto familiar grave. Un acceso de tos cortó sus palabras, una tosecilla intermitente, que me resultó familiar.