Desde un rincón oscuro de un lugar silencioso, donde la ausencia de ruido es lo que más llama la atención, escribo esta carta desesperada sin destinatario, espero que caiga en las manos de quien sepa entender la verdad que se esconde tras estas líneas, si me lees algún día, estarás en grave peligro y tu salvación sólo dependerá del uso que hagas de mi historia.
Todo empezó con un inocente correo electrónico que escribí a mi compañero de fatigas laborales, acababa de salir de la ducha y me disponía a ver una serie de televisión de esas, que si te pierdes un episodio, mas te vale bajártelo de E-mule si quieres que tu estabilidad psíquica siga trazando los renglones rectos. Tenía prisa y sí, reconozco que recurrí a las contracciones lingüísticas para abreviar el mensaje y terminarlo antes. Todo ocurrió muy deprisa, el ordenador me cegó con una luz digna de explosión de supernova y una fuerza de otra dimensión me succionó hasta el lugar desde donde te escribo. Las horas pasaban sin poder contarlas, la oscuridad detiene el tiempo y la ausencia de sonido te mantiene en ese estado hipnótico y letárgico del sueño; pero yo no estaba dormido, mis manos abrazaban mi portátil, como el náufrago abraza la aleta dorsal de un tiburón, creyéndola un trozo de materia flotante salvadora. No podía moverme, el pánico controlaba mi capacidad motora, era de tal manera un pelele de algo tan poderoso e incomprensible, que la ansiedad se convirtió en los hilos conductores de mi vida y fue así, con la derrota afincada en mis venas, como conocí a Emille.
Al principio no se mostró en forma alguna, tan solo, hablaba. Su voz era todas las voces y ninguna, susurraba cosas, pero su voz sonaba con ensordecedor estruendo. No podía entender lo que decía, no tenía lógica, sonaba como a vocales y consonantes vomitadas sin orden ni sentido. Le dije: muéstrate voz, deja que te vea, volvió el silencio y en pocos segundos, una espiral de letras se fue formando ante mis ojos, dando forma a una silueta de mujer de proporciones perfectas, de curvas vertiginosas, de rasgos imposibles. Miles de letras de colores daban forma a este ser de dimensiones oníricas, era la mujer con la que todos hemos soñado alguna vez, pero su piel, no era piel, era desordenada literatura.
Habló despacio, buscando cada palabra que pronunciaba como si lo hiciese por primera vez, con el mismo estruendo me dijo: me llamo Emille y tu y otros como tu me habéis creado. Soy fruto de vuestra desidia, cada vez que contraéis una palabra para enviar un e-mail o un sms, ¿qué crees que ocurre con las letras que no se envían?, esas letras que forman palabras mutiladas, me sustentan y me hacen tal y como me ves ahora.
Te he elegido para que devuelvas el sentido de existir a todas mis letras perdidas, debes hacerlo si quieres recuperar tu vida, tómame y haz conmigo una historia que te redima.
Emille se deshizo ante mis ojos y con sus restos te escribo mi carta desesperada. Espero que cuando con el ratón de mi ordenador coloque el cursor en enviar y pulse para hacerlo, esta pesadilla termine. Si no es así, no sé que especie de monstruo habré creado y enviado, no sé las consecuencias de ello y lo que más me aterra, no sé que pasará conmigo. Ya he perdido la capacidad de hablar, pero mi voz sigue sonando dentro de mi cabeza, suena como todas las voces y ninguna, como un torrente caótico de fonemas ininteligibles.
Caray Fernando, eres un maestro. Menuda historia. Espero que tu vida halla vuelto a la realidad sin problemas. Genial
ResponderEliminarHermosísima historia amigo. Las palabras mutiladas, los restos del desenfreno a la hora de escribir mal los mensajes, transformados en cuerpo femenino. Brillante.
ResponderEliminarSeguro que a Emille le ha encantado, por sia caso no nos envíes ningún correo con abreviaturas. Sorprendente!!
ResponderEliminaracso, no !!! acaso, perdón...
ResponderEliminarMenuda historia, siempre pienso ¿ dondé están todas las letras que nos comemos? menos mal que no se han convertido en el monstruo del lago nes. Genial Fernando.
ResponderEliminarQue historia más original, muy bueno, el final genial. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias. ¿Nadie me dirá qué le sugiere el nombre que pone título a mi relato?
ResponderEliminarIngeniosos relato. A mí me recuerda una extraña novela de Rousseau que tenía ese nombre pero no le veo relación ¿Nos aclaras el misterio?
ResponderEliminarEmille tiene un enorme parecido con e-mail.
ResponderEliminarAmigo Fernando, enhorabuena. Me parece un muy buen relato, en tu línea, como siempre, tan bien escrito... Por cierto, tú ya sabes por qué lo digo pero ya no estás en Inglaterra.
ResponderEliminarVuelvo a gozar de las eñes.
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