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miércoles, 5 de marzo de 2014

El faro



Su cabeza daba vueltas y le sudaban las manos. Se sorprendió a sí mismo sentado en aquel faro, y todo lo que recordaba de cómo llegó allí era de color negro con voces de fondo y coronado por una ansiedad que aún le obligaba a respirar a contrarreloj. Se levantó y trazó caminando un par de círculos por la sala mientras escuchaba la subida paulatina de intensidad en la lluvia y que no ayudaba para nada en la búsqueda de su tranquilidad. Miró por la ventana y pudo comprobar como la violencia del mar se removía entusiasmado bajo el inmenso manto que le brindaba la tormenta y notó como se le arrugaba el corazón con cada ola que se elevaba sobre sí misma, alcanzando varios metros de altura y hundiéndose con fuerza para allanar el camino de la próxima, haciendo que la navegación fuera prácticamente imposible.
Un parpadeo color rojo llamó su atención y movió su mano lentamente hacia el panel de mando, su nerviosismo parecía adoptar el movimiento marítimo y sintió leves mareos que lo obligaron a sentarse tras pulsar el botón.
–¿Santa Elena? ¿Cabo Tello? ¿Doña Sofía?
Tragó saliva mientras parecía hacer memoria.
–¡Cabo Tello! Aquí cabo Tello, Roberto al habla.
–¡Gracias al cielo! Al habla Ballesteros, capitán del Interlagos, necesitamos encontrar costa, nos estamos hundiendo.
–¿Coordenadas?
Hubo unos segundos de silencio.
–28 03’ 29,43N - 12 20’ 12,04W. _Dijo de carrerilla.
Roberto repasó el panel al completo. Alargó su brazo derecho y tecleó.
–Estáis a veinte millas de la costa, ¿a qué velocidad navegáis?
–Hemos bajado a tres nudos, no damos para más, ¿veinte millas? ¡Joder! Nos vamos a hundir, avisa a salvamento marítimo.
Cogió la emisora y comenzó a dar la alarma.
–Aquí Roberto transmitiendo desde cabo Tello, tenemos un S.O.S proveniente del Interlagos, a veinte millas de aquí ¿me reciben?
Nada.
–Cabo Tello ¿me reciben?
Tres llamadas después obtuvo respuesta y les ofreció todo tipo de detalles para que fueran al rescate lo antes posible.
–Salvamento marítimo va en camino, esperemos que puedan esperar.
–Muchas gracias, seguimos en contacto.
Quince minutos después el botón rojo volvía a parpadear. Roberto se movió como un resorte en cuanto lo vio.
–¿Interlagos?
–¿Roberto?
–¡Si! Soy yo, ¿me escuchas?
Las interferencias comenzaron a hacer estragos en la comunicación. Las palabras llegaban inconexas y las frases inacabadas, pero todas sumergidas en una total desesperación. Roberto seguía insistiendo en que repitieran cada uno de los intentos de comunicación.
–¿Ballesteros? Por favor, repita, la comunicación no está siendo clara, ¡repita!
Sudaba en extremo. Comenzó a deshacerse de aquella camisa blanca demasiado estrecha, pero cuando estaba a punto de pasarla a través de su cabeza, un dolor punzante le atravesó la sien y lo hizo arrodillarse, arrojando la camisa a un lado y posándose sobre la silla al tiempo que se apretaba la cabeza.
Volvió a sonar la radio y tanto el dolor como el ruido de la comunicación parecieron dar un respiro.
–¿Roberto? _Una voz de mujer inundó aquel faro.
Sus ojos se quedaron abiertos de par en par mientras recuperaba la verticalidad con un miedo atroz a mirar el panel.
–Roberto, ¿eres tú?
Al tercer intento, consiguió posar su mano y pulsar de nuevo el botón.
–¿Amelia? _Le tembló la voz.
_¡Si!, soy yo cariño.
EL temblor se extendió más allá de su voz, haciendo que su cuerpo entrará casi en convulsión. El frío lo envolvió lentamente mientras iba despertando cada uno de sus estímulos como en una cadena perfectamente engrasada.
_¡Cielo! nos estamos hundiendo. _Silencio_. Nos estamos hundiendo mi amor. _Dijo Amelia. Su voz estaba notablemente impregnada en lágrimas.
–¡Amelia! _Tartamudeó Roberto_. ¡Mi amor! ¿Cómo que no ha llegado la ayuda?
Se levantó con ira, confuso. Giró sobre sí mismo varias veces hasta que cogió de nuevo la emisora.
_¡Aquí cabo Tello! ¿Me reciben? ¡Cabo Tello! ¿Me reciben? ¡Joder! _Escupió mientras golpeaba contra el panel_. ¡Maldita sea! ¡Contesten!
Las lágrimas asomaron por sus ojos pero no se permitió tiempo para ello y volvió a la radio.
_Amelia, ¡Contéstame!
–¿Papa?
El mundo de Roberto se vino abajo por completo.
–¡Rebeca! Por dios, ¿Cómo estás hija? _No pudo esconder la desesperación en su voz.
–Papa, tengo mucho miedo, hay mucha agua, la gente está desapareciendo y no encuentro a mama.
–¿Cómo? ¿Donde está tu madre? _Roberto estaba entrando en pánico.
–No lo sé _Rebeca lloraba.
–Tranquila cariño, busca con la vista desde ahí a tu madre, ponte un salvavidas, ¿tienes salvavidas?
–Si, me lo puso mama.
–Bien cielo bien, tranquila. La ayuda llegará de un momento a otro.
Sabía que mentía y eso aún lo torturaba más. Se sentía tan impotente que lloraba desconsoladamente. Volvió a llamar por la emisora y no obtuvo respuesta alguna en al menos tres intentos. Intentó hablar de nuevo con el Interlagos pero la comunicación murió definitivamente. Frustrado y muerto de miedo, bajó las escaleras del faro lo más rápido que la fatiga, la ansiedad y el dolor de cabeza le permitieron. Sentía náuseas repentinas y mareos cada vez más fuertes e intensos pero no se detenía. Fue directo al mirador que había frente a él. Cuando llegó, se asomó a través de la débil y precaria baranda y observó atentamente el fondo del acantilado, donde las piedras y el mar parecían abrirle los brazos para que se lanzara al vacío. Colocó sus manos firmes y elevó sus piernas poco a poco hasta que se encontró casi de pie mirando al horizonte. El viento acariciaba su rostro y se llevaba algunas lágrimas consigo.
–¡Alto! _Gritó una voz.
Hizo caso omiso y terminó de subirse al filo de la baranda.
–¡No lo hagas Roberto!
Se colocó las manos en la cara y comenzó a llorar.
–Acabo de recibir la noticia, escúchame, baja de ahí y hablamos ¿vale?
–No puedo Germán, tengo que ir a por ellas, ¿no lo entiendes?
Germán se acercaba lentamente.
–Claro que lo entiendo amigo, pero no es lo que crees, déjame explicarte.
–¡No! No quiero ninguna explicación.
Un pequeño resbalón lo tambaleó un poco y le cortó por un segundo la respiración a Germán, que reanudó la marcha.
–Roberto, escúchame, ellas ya están a salvo ¿entiendes? Ya lo están.
Se giró de pie y lo miró.
–¿Donde? El barco se está hundiendo, la tormenta no dejará que salgan vivas, solo yo puedo salvarlas.
Germán dudó por un instante en abrir la boca. Aquel hombre venido a menos estaba al borde.
–Amigo mío, el barco ya se hundió, ¿recuerdas? Vamos Roberto, haz memoria, vuelve conmigo, quédate aquí.
_Tengo que llegar a tiempo Germán, entiéndelo.
–¡Mírame! _Gritó Germán–. Esto ya pasó. Hace años que pasó, ¿Cómo iba a estar yo aquí si no?
–¿Qué mierda quieres decir con eso? ¿Eh? Eres mi amigo, por eso estás aquí, para ayudarme a salvarlas.
–Claro que soy tu amigo, y estoy aquí por eso, pero no para salvarlas a ellas, sino para salvarte a ti.
–¿A mí?
–Si, a ti. Me han llamado del hospital psiquiátrico, supuse que te encontraría aquí.
–Yo he estado toda la noche en el faro, es mi trabajo, no sé de qué me estás hablando.
–No hay tormenta, fíjate, pon tu mano, no llueve, ¿y el faro? el faro está cerrado desde el accidente amigo mío, hace cuatro años ya, ellas ya no están, eso ya sucedió y no fue tu culpa. Necesito que entres en razón, que te quedes conmigo.
Roberto se dio media vuelta y se colocó mirando al horizonte. Germán, intuyendo lo peor, aceleró el paso.
–No pude despedirme de ellas, ¿sabes lo duro que es eso? no hay un solo segundo que no piense en ello. _Gritaba llorando mientras se inclinaba hacia delante_. Fue mi culpa, tenía que haber sido más rápido, más eficiente.
Germán comenzó a correr todo cuanto pudo.
–Soy yo el que merece estar muerto.
Roberto se dejó caer hacia delante. Germán se estiró todo lo que pudo lanzándose hacia el filo de la baranda y logró acariciar levemente el brazo de su amigo pero no consiguió agarrarlo. Se levantó rápido y vio como el cuerpo de Roberto se perdía en la oscuridad que tenía como fondo rocas y agua. Se quedó asomado allí por largo tiempo.
Roberto llevaba toda su vida trabajando en el faro. Aquella noche, su mujer y su hija viajaban en secreto para darle una sorpresa por su cumpleaños, pero el destino quiso que aquel barco se hundiera y él fuera espectador de honor. Su cabeza guardó todo lo sucedido y algún día tenía que explotar, pensó Germán.
La policía lo interrogó casi por cortesía y protocolo hasta que lo dejó marchar. Una vez en su casa, se acercó a un mueble y cogió una foto en la que salían juntos. Un sentimiento de agria culpa le recorrió la espina dorsal y le puso los vellos de punta.
Quizás no fue la decisión más apropiada la de su amigo, pero ahora la entendía mejor de lo que nunca habría imaginado.


Imagen cortesía de Eugenia Álvarez Blanch

jueves, 6 de febrero de 2014

Anoche tuve un sueño. Día mundial contra el cáncer.



Anoche tuve un sueño.
Me estaba casando con aquella mujer que conocí 8 años atrás en aquella biblioteca. Tímida, de labios finos, sonrisa delicada, cabello largo y unos ojos verdes que cuando me prestaron atención, me olvidé de por vida de las primeras palabras que le dije.
Recuerdo cómo agotamos las excusas para tener nuestra primera cita, y como conseguimos exprimirla hasta el amanecer sin tocarnos. El asiento trasero del coche me pareció el mejor lugar del mundo para hablar, reír, pensar y mirarnos en silencio como si aquella fuera la última noche de nuestras vidas, y tres días después, en el mismo escenario, hicimos el amor apasionadamente.
Recuerdo que 2 años después de la boda, tuvimos nuestra primera hija. Se llamaba Andrea. Fue el mejor regalo que la vida pudo ofrecernos en tales circunstancias. Disfruté mucho enseñándole el camino a la música, y con 9 años, era ella la que me enseñaba a mí, se nota que sacó tus genes. A día de hoy, toca en una orquesta, tiene su propia academia y es feliz.
Conseguimos establecernos en un apartamento de 35 metros cuadrados que compartimos con el regalo de su primer cumpleaños, un gatito. Pasados unos meses tuve que cambiar de trabajo, y con ello, de ciudad, de gente, de ambiente. De todo.
Todavía recuerdo lo bien que lo afrontaste todo. Fuerte como una tormenta y siempre sonriendo mientras todo cambiaba a nuestro alrededor, y 3 años después, nació nuestra segunda hija, Paula, con la que pasamos los peores momentos de nuestra vida. Estuvo muy enferma desde muy pequeña y tuvimos que hacer grandes sacrificios para que saliera adelante. Hoy en día es una de las mejores cirujanas del país y da charlas motivadoras por todo el mundo. Igual lo hicimos bien ¿verdad cariño?
Recuerdo que en invierno, te tirabas todo el día acurrucada a mí cuando estaba en casa, y quizás no lo sepas pero, me encantaba. Nunca fui de muchas palabras, aunque creo que, afortunadamente, y como pasaba con todo, tú lo sabías, como también sabías que no habría sido capaz de vivir sin esos abrazos.
Cada san Valentín, recuerdo que no hacíamos absolutamente nada, es más, nos tirábamos todo el día bromeando sobre el supuesto día especial, haciendo de él un día normal en nuestras vidas, de esos que tanto me gustaban. Porque contigo, nada era normal.
Recuerdo tus series y películas favoritas, y cuantas veces me pedías verlas una y otra vez, proponiéndome que preparara el salón como yo sabía mientras tú cocinarías algo para la velada. ¡Maldita sea! Cuanto te echo de menos. Tus cartas en la mesa cada mañana contándome algo, el sonido de tus llaves, tus suspiros mientras hacíamos el amor, tu leve movimiento al caminar, tus ojos en la noche y lo adictiva que se volvió para mí tu sonrisa. Nunca olvidaré tu sonrisa.
Recuerdo tus primeras noches en vela después de la noticia. Aquellas que se convirtieron en nuestras y solo nuestras. Todas las lágrimas derramadas que, algunas veces, por culpa de ser como éramos, convertíamos en carcajadas. Aún las guardo. Cómo salías a la calle a comerte el mundo cada día. También recuerdo que cuando llegó el momento, rechazaste ponerte el pañuelo en la cabeza, diciéndome que no te gustaba ocultar tus ideas, que el mundo estaba necesitado de ellas. No sabes la razón que tenías.
Seguramente recordarás tan bien como yo que volvimos al lugar donde nos conocimos. Al lugar donde pasamos esas primeras noches e hicimos el amor por primera vez. Las vueltas que di para conseguir una réplica de aquel automóvil en el que nos sentamos antaño y lo que tus hijas me ayudaron en todo. El asiento trasero del coche me pareció el mejor lugar del mundo para hablar, reír, pensar y mirarnos en silencio, con la diferencia de que, aquella... Aquella si fue la última noche de nuestras vidas. Odié y amé a partes iguales que murieras en mis brazos, porque siempre habías dicho que volviste a nacer en ellos, así que se cerró el círculo supongo...
... Ahora cariño mío, todo lo que recuerdo es el dolor. El dolor que supone perderte, que te lleves contigo toda mi vida y más de la mitad de mi alegría. El dolor que produce esta enfermedad que se ha llevado en meses todo lo que tu y yo construimos juntos toda una vida. El dolor de ver a tus hijas humedecer esos ojos idénticos a los tuyos cada vez que te recuerdan, es como verte llorar una y otra vez. El dolor de sentir que ya no soy nadie y que no quiero formar parte de nada si no estás tú. EL dolor de seguir enamorado de ti y que no duermas a mí lado.
El dolor de estar así y no poder contártelo.


Imagen cortesía de Miguel González Page

viernes, 31 de enero de 2014

Mark & Henry


El metro de las 10:00 de la mañana se acababa de marchar y él pudo sentirlo bajo sus pies. El olor a café recién hecho inundaba cada rincón de aquella ancha y poblada calle que partía el corazón de la ciudad en dos. A pesar de los 12 grados en el ambiente, él vestía un pantalón largo que había visto tiempos mejores y una camiseta de los beatles con un par de rasguños que le quitaban protagonismo a la cara de Ringo. La sacó de la vieja funda, pasó sus dedos por el rasguño que tenía cerca del puente y se la colocó en posición. Unos cuantos armónicos y estaba lista, deslizó sus dedos por las cuerdas mientras cerraba los ojos y se tomó su tiempo. Cuando volvió en sí, miró el sombrero vacío y esbozó una sonrisa tan amplia que podría atravesar el mundo de punta a punta...
... El metro de las 10:00 de la mañana acababa de marcharse y él pudo sentirlo bajo sus pies. Ya tenía la guitarra afinada y era el momento de comenzar a tocar. Era su primer día en aquel lugar y estaba algo nervioso, así que decidió tocar una versión más o menos conocida para entrar en calor y coger confianza, colocó su vaso frente a él y mientras colocaba sus dedos en el Do mayor para comenzar a tocar "Have you ever seen the rain" una voz lo interrumpió.
–¿Have you ever seen the rain quizás?
Mark levantó la mirada y observó al individuo.
–No es que le pase nada a la canción, al revés, es de mis favoritas, pero está muy trillada por aquí, la toco casi a diario, lo que debería de darte una pista.
–¿Una pista?
–Si, una pista de que te has sentado en mi sitio.
Casi al instante quitó su mano del mástil y agarró la funda para guardar la guitarra al mismo tiempo que se levantaba.
–¡lo siento! de verdad, no sabía que...
–No, no te preocupes, no pasa nada, le puede pasar a cualquiera. _Añadió el individuo.
Mark se colgó la guitarra al hombro, agarró su vaso vacío y comenzó a caminar, pero no le dio tiempo a dar más de dos pasos.
–¡Hey! _Gritó el desconocido_. Ven aquí.
Se dio media vuelta, confuso.
–Dime.
–No te vayas. Compartamos sitio hoy. Pon tu vaso y yo pondré el mío, que la gente decida a quien echarle dinero ¿te parece? Estoy algo cansado de estar solo. Me llamo Henry. _Dijo extendiéndole su mano.
–Mark. _Dijo repitiendo gesto.
–Es un placer Mark, siéntate, estás en tu casa.
A las 12:00 del mediodía, se habían parado a observar más personas de lo que Henry recordaba en bastante tiempo. Echo un vistazo rápido, y aunque él tenía notablemente más monedas en su vaso, el del novato no andaba demasiado lejos. Una mujer se paró frente a ellos, los observó un instante y, no sin dudar, se acercó al vaso de Mark y echó dos monedas. Cuando Henry terminó de tocar una canción, se quedó brevemente observándolo, y cuando este terminó de tocar le dijo.
–Vamos Mark, ¡toquemos juntos!
Y comenzó a tocar una serie de acordes con fraseados limpios y rápidos. Mark cogió el hilo rápido y las dos guitarras se fusionaron prácticamente solas. Henry comenzó a cantar y a Mark se le heló la sangre. Era una de las voces más increíbles que había escuchado nunca. A los veinte minutos, no cabían más monedas en ninguno de los dos vasos, así que Henry sacó de la funda un sombrero, lo puso en medio, y vació los dos vasos en él. Mark, aunque no paró de tocar, lo miró extrañado. Un guiño y una sonrisa de Henry fue toda la respuesta que obtuvo.
Dos meses después, toda la calle los conocía como Mark & Henry y para los turistas era parada casi obligada. Dormían en el mismo albergue, compartían dinero, comida y bebida, prácticamente inseparables. En las mañanas frías, cuando el tiempo no acompañaba demasiado, Henry solía mirar el sombrero, y cuando veía algo más de 3 o 4 monedas, lo agitaba y decía sonriendo.
–Hoy es nuestro día Marky. Hoy seremos millonarios.
Una fría mañana de un 20 de octubre de 1982, mientras tocaban, un señor trajeado se paró frente a ellos, esperó a que acabasen, se acercó y se puso en cuclillas.
–¿Qué hacéis aquí?
–Ganarnos la vida, caballero. _Respondió Henry.
–¿Cómo se llama esa canción?
Ambos se miraron brevemente y Mark tomó la delantera.
–Hope, se llama hope.
–Hope ¿eh? Pues es muy buena, demasiado diría yo. _Apuntó el extraño.
–Muchas gracias amigo, igual podría confirmar su gratitud verbal con algún gesto físico, no sé si me entiende. _Dijo Henry torciendo una sonrisa pícara y apuntando al sombrero.
–¡Oh!, por supuesto. _El extraño depositó dos monedas en el sombrero_. Pero, ¿y si le digo que igual mi gratitud va mas allá?
Henry lo miró fijamente.
–Hace tiempo que no vemos un billete ¿eh Marky? Pero si se refiere a otra cosa, disculpe pero no es mí tipo, ¿És el tuyo? _Le dijo a Mark.
–No, desde luego que no. _Contestó riéndose.
–No, tampoco eres su tipo, lo sentimos. _Pero al acabar la frase, Henry quedó sorprendido. El extraño se estaba riendo, y lo hacía de verdad, sin sarcasmo.
–Roger. _Dijo alargando el brazo.
_Yo soy Henry y él es Mark, uno de los mejores guitarristas que he conocido.
–Encantado Mark.
Roger resultó ser una de esas personas con dos empresas prolíficas, miles de trabajadores a su cargo, felizmente casado y enamorado de sus dos hijos, amante de la música desde que era un niño pero con una infelicidad personal abundante unida a la frustración de no haber dedicado tiempo a la música como pasión personal. Mientras los veía tocar, se notaba que disfrutaba y los envidiaba de manera sana a partes iguales, por el arte que desprendían y por esa facilidad para crear música.
Tardó exactamente dos semanas y media en conseguir que grabaran 5 temas en un estudio de grabación para un EP y todo corrió de su cuenta. Un montón de papeles detalladamente explicados por Roger, un par de apretones de manos de más y al mes estaban sonando por la radio, eran número uno en lista, estaban tocando en todos los bares importantes de la ciudad y tenían a la vista una gira por el país.
–Me cago en la puta, esto es increíble. _Dijo Roger.
–¿Increíble? esto lo has hecho tú tío, no sabemos como agradecértelo. _Mark levantó su cerveza, miró a Henry y brindaron los tres.
–Mark, creo que decirte que te quedaras conmigo aquel día ha sido una de las mejores decisiones de mi vida, quiero que lo sepas tío, eres el músico más increíble que he conocido. _Henry levantó su cerveza por segunda vez, pero Mark le bajo el brazo y le dio un abrazo.
Roger se levantó, echó una moneda en el jukebox y puso have you ever seen the rain, los miró y les hizo una señal con el dedo pulgar.
Al año siguiente, después de dos exitosas giras, cientos de entrevistas en revistas del gremio, apariciones en televisión, dos discos grabados y en mitad de la gira del tercero, Mark & Henry estaban en la cima. La gente los paraba por la calle, les pedían fotos, autógrafos, besos, querían tocarlos, abrazarlos, jamás habrían imaginado eso cuando estuvieron tanto tiempo en la calle y eran casi ignorados por la mayoría de las personas que veían caminar cada día hacia sus respectivas obligaciones sumidas en una infelicidad que saltaba a la vista.
La noche antes de uno de los conciertos más importantes de esa gira, llovía con intensidad. Henry había estado todo el día fuera y Mark había pasado el día en la terraza de la habitación de hotel contemplando el horizonte y analizando lo que había cambiado su vida, casi ni se lo creía. Cuando volvió dentro, se tumbó en la cama, apagó la luz y se quedó dormido mientras sonaba Atlantic.
Todo estaba listo. La gente coreaba fuera a pleno pulmón la letra de hope. Cada vez que eso sucedía, que era muy a menudo, ambos sonreían mientras afinaban, pero esa noche algo iba distinto. Henry estaba algo decaído.
–¡Hey Henry! ¿Qué te pasa tío?
–Nada, no te preocupes, demasiado alcohol anoche. _Dijo sonriendo y guiñando un ojo.
Un rato después, el público estaba vibrando con el concierto en aquella sala de no más de 100 personas.

"Un acústico impecable, el cielo musical"
The royal music.
"Dos grandes guitarristas y una voz legendaria"
Mighty note.
"Lo mejor que he tenido el honor de presenciar en demasiado tiempo"
Life´s music.

Y así un centenar de críticas de todos los medios musicales que ponían por las nubes a los dos músicos. Roger, por temas de trabajo, no podía estar demasiado con ellos en esta última gira, pero hablaba con ellos muy a menudo.
–No ha llamado Roger, es extraño. _Dijo Mark.
–Si, algo extraño si. Quería comentarte algo.
–Claro, dispara.
Henry bajó la mirada brevemente, y cuando estuvo listo, miró a Mark a los ojos.
–He hecho algo a tus espaldas que puede que no te guste.
Mark se quedó helado.
–He estado en papeleos con la discográfica, con el registro de autores y con todo lo relacionado con nuestras obras, y quería decirte que...
–¡No!, Henry, si es lo que creo que es, no lo digas por favor, creía que estábamos juntos en esto, creí que éramos uno, no joder, ¡somos uno!, no puedo creer que...
–Me muero Marky.
En ese instante todo se quedó en pausa. Mark no sabía qué hacer, qué decir, simplemente miraba a los ojos a Henry mientras los suyos comenzaban a humedecerse.
–He firmado aproximadamente 300 papeles, ya sabes como son estos para las cosas legales, una verdadera pesadilla, he tenido que estar ocultándote mis idas y venidas y mis viajes a ver a mi hermana, que por cierto no existe. _Aclaró riéndose_. Y muchas más cosas que no te contaré porque tenemos que salir a tocar pero, solo quiero que sepas que está todo a tu nombre, eres el poseedor de todo lo que tú y yo hemos creado. Por supuesto lo hablé antes con Roger, y él estuvo totalmente de acuerdo, me costó muchísimo que no abriera la boca, pero lo mantuve firmemente amenazado, ya sabes que tengo un gancho de derecha que más quisieran algunos, pero te juro que es el acto con más seguridad y decisión que he hecho en toda mi vida. He sido muy feliz contigo como músico, amigo y hermano, más feliz que todos los años anteriores de mi vida. Y no te negaré que echo de menos los tiempos en que éramos tu, yo y el sombrero. La calle era nuestra.
Aquella noche fue, posiblemente, el mejor concierto que habían dado en toda su existencia.

"Jamás volveré a ver nada igual, de eso estoy seguro"
Rock masters.
"Henry es una leyenda, es la única voz que te llega al corazón sin que te des cuenta"
Wave nation.
"Donde quiera que hayas ido, sigue cantando, hazlo por nosotros"
The music anthem.

Aquella misma noche, 4 horas después del concierto, Henry se puso muy enfermo. La sala del hospital nunca había sido tan fría. Mark permaneció sentado junto a la cama incontables horas.
–Marky, no tienes por qué estar aquí, eres muy pesado. _Sonreía Henry_. Pero ya que no voy a poder echarte, haz algo útil y dame mi guitarra.
Casi no se podía mover, pero la sostuvo todo lo bien que pudo con la ayuda de Mark. Le pidió una llave y comenzó a gastar sus últimas fuerzas en hacer un rasguño cerca del puente donde, no sin mucho esfuerzo, consiguió poner "Henry & Mark".
–Nunca entendí por qué ponían tu nombre antes que el mío, soy muchísimo mejor que tú con los ojos cerrados, así que toma, quédatela, pero hazme solo un favor, tócala, y no hace falta que pienses en mí, solo tócala. Has nacido para esto, y ya que algunos no vamos a durar mucho en este mundo, hazlo por los dos. –Y aquella fue la última sonrisa que compartieron juntos.
Algunos enfermeros y médicos cuentan que no se atrevieron a entrar en la habitación durante horas. Mark permaneció llorando encima de Henry horas y horas. Cuando se levantó, cogió la guitarra, la afinó en segundos, se puso erguido y comenzó a tocar la canción preferida de Henry, Into my arms.
Meses después, Mark había fundado una academia de guitarra a la que llamó Henry´s soul. Gran parte del dinero que ganaba lo destinaba a la lucha contra el cáncer y a comedores para personas sin hogar. Pasaba parte de sus días buscando a músicos callejeros junto a Roger para darles la oportunidad que le dieron a ellos, aunque nunca hacía nada de estas cosas por la mañana, porque...
... Se sentaba en aquella calle donde comenzó todo. El metro de las 10:00 de la mañana se marchaba y él podía sentirlo bajo sus pies cada mañana. La sacó de la vieja funda, pasó sus dedos por el rasguño que tenía cerca del puente y se la colocó en posición. Miró el sombrero vacío y esbozó una sonrisa tan amplia que podría atravesar el mundo de punta a punta, alargó su brazo y lo agitó.
–Hoy es nuestro día Marky. Hoy seremos millonarios.

jueves, 17 de octubre de 2013

CONFESIONES NOCTURNAS



Imagen bajo licencia "CC. By Nc Sa" cortesía de Sean Welton





–Buenas noches queridos radioyentes, ya estamos de vuelta tras la pequeña pausa que nos ha permitido respirar un poco tras las impresionantes confesiones que llevamos en lo que va de programa. Sin más dilación, vamos a darle paso a la siguiente llamada –cayó un segundo para dar espacio–. ¡Buenas noches!

Silencio.

–Bueno, parece que se ha cortado la conexión, pero ya tenemos otra a la espera –hizo otra pausa–. ¡Buenas noches!
–Buenas noches –alguien contestó.
–Hola, estás en antena y esto es confesiones nocturnas, ¿como te llamas?
–Mi nombre es Raúl.
–Bienvenido Raúl, ¿cual es tu confesión?
–Estoy enamorado de una mujer casada. Llevaba tiempo pensando en actuar y hacer algo por remediar esta desesperación y al fin me he decidido.
–Cuéntanos un poco Raúl.
–Pues la conocí hace dos meses más o menos. Me enamoré nada más verla. És todo lo que yo he buscado en una mujer durante toda mi vida. Tiempo después supe que estaba casada y tenía una hija, preciosa por cierto, entonces decidí dejar de pensar en ella y no castigarme demasiado, pero claro, estas cosas no se controlan y no me la podía quitar de la cabeza, así que intenté establecer algo más de relación con ella y poco a poco cogimos algo de confianza, la suficiente como para cenar después del trabajo un par de veces y tomarnos una copa alguna que otra vez. Cuando pasó un mes aproximadamente, le dije que me gustaba, que me sentía atraído por ella, pero me rechazó. Días después volvimos a coincidir a la hora de almorzar y se mostró normal conmigo, lo que me hizo pensar que en realidad algo de interés tenía, así que, harto de esperar a que pasara algo, he decidido actuar, como ya te he dicho.
–Vaya, por lo que veo estás muy enamorado.
–No puedo vivir sin ella, es así de simple.
–¿Y qué has decidido hacer?
–Fui a su casa y le dije lo que sentía. Ella me dijo que nos conocíamos de hace muy poco y que me tenía mucho cariño y tal, ya sabes, lo que te dicen para rechazarte con educación por segunda vez.
–Si, me imagino. Al menos lo hizo con educación ¿no?
–Si. Pero yo no suelo aceptar un no como respuesta, y menos cuando se trata de ella.
–Pero –el locutor alargó la "o" dudando un poco–. Tienes que respetar los sentimientos de los demás, y ella te ha dejado claro que no quiere tener una relación. Además, está casada y tiene una hija si no recuerdo mal.
–Si, está casada y tiene una hija, pero yo la quiero, y si ella supiera lo que su marido ha hecho.
–¿Su marido? ¿conoces a su marido?
–Él a mi no, pero yo a él si, y muy bien. Decidí espiarlo un poco a ver que averiguaba y ha sido una gratificante sorpresa.
–¿A qué te refieres con gratificante sorpresa?
–He descubierto muchos trapos sucios y pienso utilizarlos en su contra.

El locutor levantó la cabeza y miró hacia el control de sonido, haciéndole un gesto al técnico de que iban a ir concluyendo.

–Bueno Raúl, supongo que te deseo suerte en tu andadura aunque no me parezca una decisión de lo más acertada pero en fin, cada uno es libre de hacer lo que quiera. Te agradecemos tu colaboración esta noche.
–No me cuelgues Javier –sonó la voz de Raúl algo subida de tono.

El locutor se quedó helado. Jamás se había dado su nombre real en antena. Nadie lo sabía si no era amigo suyo y jamás se les ocurriría llamar a su programa para decirlo. En la radio, su nombre era Juan.

–Lo siento Raúl, mi nombre es Juan, no Javier.
–¿En serio?
–Si, en serio. De todas formas...
–Tu mujer me asegura que es Javier –Interrumpió Raúl–. Y demuestra que es una chica muy leal y honesta, porque yo lo sabía de antes, solo la he puesto a prueba.

Javier sintió vértigo de repente.

–¿Mi mujer? ¿Qué coño estás diciendo? –Escupió.

Javier comenzó a perder las formas. El técnico de sonido le hizo gestos para que se tranquilizara. 

–No te pongas nervioso Javi, ambos sabemos lo que tienes que hacer –expuso Raúl.

El técnico le hacia gestos para cortar la llamada, a los que Javier respondía enérgicamente de manera negativa, quería que aquel sujeto siguiera en antena. 

–Creo que no te entiendo Raúl, no sé si esto es un tipo de broma pesada o algo parecido pero creo que ha perdido la gracia hace un rato.

Lo felicitaron desde control con un pulgar hacia arriba, indicándole que ese era el camino. El programa era uno de los más escuchados.

–¿Papa? –Entró en antena la voz de una niña.
" Buena chica " –se escuchó de fondo.

Javier se mareó. Miraba a control con el miedo colgando de su rostro. El técnico se quedó perplejo.

–¿Estás asustado Javi? –preguntó Raúl.
–Voy a llamar a la policía, te aviso –dijo sin pensar.
–No lo harás, a menos que quieras que encuentren dos cadáveres junto al teléfono.
–¿Quien coño eres y qué quieres? –Javier estaba entrando en pánico.
–Es muy sencillo. Empecemos de nuevo –sugirió Raúl–. Bienvenido Javier ¿cual es tu confesión?
–¿Qué? –Javier estaba desesperado.
–¡Vamos Javi! Si lo has hecho un montón de veces, es sencillo, tú puedes hacerlo. ¿Te doy una pista?

Por un momento, el locutor se echó hacia un lado haciendo el amago de vomitar en la papelera.

–Quizás mi voz no te resulte demasiado convincente –dijo Raúl.
Un pequeño rasgueo indicaba que el teléfono cambiaba de mano.
–Javi cariño –lo llamó la voz de una mujer.
–¡Alicia!, ¿estás bien? ¿Y la niña?
–Si si, estamos bien.
" Pregúntaselo tú a ver si cambia de opinión " –Volvió a sonar de fondo Raúl.
–No sé qué es lo que quiere que digas cariño, pero si no lo haces...
–Si no lo haces –volvió a sonar Raúl tras arrebatarle el teléfono a Alicia–. No las volverás a ver con vida.

El técnico de sonido hizo el gesto inequívoco a Javier. Había llegado el momento de decir lo que fuera, la situación era crítica.

–¡Está bien! –Dijo casi gritando Javier–. Está bien –repitió más calmado–. Alicia cariño –titubeo para continuar–. Tengo una aventura con tu hermana.
–¿Ya está Javi? –Raúl parecía tener la voz algo más debilitada.

Se escuchaba el llanto de Alicia de fondo y podía notarse como Raúl se había quitado el teléfono de la oreja para que el locutor pudiera oír el llanto. Después de unos segundos, Raúl retomó la conversación.

–Sigue hijo de puta, aún hay más.

Javier, que comenzó a llorar ligeramente, continuó con respiración entrecortada.

–Llevo teniendo esta aventura desde hace 4 años, lo que implica que...
–¡Eres un hijo de puta! ¿Cómo has podido hacernos esto? –Gritaba desconsolada Alicia–. ¿Es que no te queda corazón maldito miserable? –Alicia lloraba.

Javier se derrumbó mientras pronunciaba las siguientes palabras.

–Lo cual implica que Gerardo, el hijo de tu hermana, también es mío. –Javier estaba entrando en pánico. El técnico de sonido abandonó el control y entró en la sala del locutor para asistirlo en la respiración. Estaba sufriendo un ataque de ansiedad.

–Eso era todo lo que quería escuchar Javier –dijo Raúl–. Solo lo quería escuchar de tu boca, que se lo dijeras a tu mujer, que lo supiera tu hija, que lo supiera todo el mundo. Tienes una mujer que no te la merecerías ni en siete vidas que vivieras. Yo estoy enamorado de ella, y si, la conozco desde hace dos meses solo, pero lo estoy como nunca lo he estado de nadie, y no te preocupes, todo lo que te he contado es mentira, ella jamás ha quedado conmigo, la conocí desayunando en un bar, coincidíamos casi todos los días, y ese ratito de la mañana pasó a ser más importante que el resto de mi día. Con el tiempo me animé a declararme, por supuesto, antes de saber que estaba casada y con una hija, de eso me enteré el mismo día que lo hice, porque sinceramente, no me fijé en el anillo, con esos ojos ¿quien se fijaría en su mano?

El locutor apoyaba la cabeza en la mesa cubierto en sudor. No encontraba aire, se ahogaba. Raúl seguía hablando.

–La vida es a veces así de caprichosa y el destino quiso que la coincidencia llamara a mi puerta y tu cuñada vino a mi consulta, soy psicólogo, ella me lo contó todo. Un día coincidí con ella en el centro comercial, y cuando vi que tu mujer la acompañaba y me enteré que eran hermanas, todo mi mundo se vino abajo, porque sabía que no podía permitirme no hacer nada, y siendo consciente de ello, he venido aquí a tu casa, le he planteado a tu mujer el juego para hacerte confesar y ella, intrigada, ha aceptado, al fin y al cabo dijo que prefería vivir con el corazón roto a hacerlo en una mentira. Perderé mi trabajo, seré imputado, mi vida se irá al traste y tocaré fondo pero, es exactamente lo que hace el amor, le da la vuelta a las cosas hasta tal punto que ni tú mismo eres consciente de qué haces.

La señal se cortó. 

jueves, 10 de octubre de 2013

SIN PERDÓN



 Imagen bajo licencia "CC. By Nc Sa" cortesía de malglam




Una pequeña y fugaz batalla interior dio como resultado un desahogo emocional que lo sumió directamente en una tranquilidad ligeramente culpable.
Él viajaba en un autobus distinto, con una ruta distinta, con gente distinta. Todo era distinto ese jueves.
Su espalda se quejaba acorde con sus omóplatos debido al forcejeo y sentía sus manos temblar de menos a más mientras miraba hacia abajo contemplando como la sangre le resbalaba a través de cada uno de sus dedos y dibujaban un círculo en el suelo en el que fijaba su mirada, perdiéndose por enésima vez en sus entumecidos recuerdos.


Ese jueves todo fue a peor.
Había entrado en parada tres veces casi consecutivas y logró mantenerse en el mundo de los vivos en estado crítico. Él se sentía derrotado, tenía el corazón hundido en la tristeza intentando sacar fuerzas para respirar y afrontar otro día más sin la certeza de verla al día siguiente. Cada descenso de la maquina que la mantenía con vida se convertían en astillas que se introducían en los rincones mas protegidos de su castigado corazón, desangrándolo lentamente mientras la desesperación tocaba a las puertas de su mente.

Ese jueves todo fue a peor.
Sentado en un parque lloraba desconsolado. Intentaba no hundirse en la oscuridad y se agarraba a cualquier recuerdo para seguir a flote. La imagen de la sabana blanca cubriendo a su hija se incrustó en su alma hasta dejarla seca y no podía asimilar que se hubiera ido. Su memoria lo traicionaba repetidas veces recordándola tan pequeña en sus brazos, tan mediana corriendo por la calle y tan grande e impetuosa en su boda. Ella era la perfección abrazada por un traje blanco.

Ese jueves todo fue a peor.
Mientras subía las escaleras, la tarde se echaba encima del día y traía consigo a la noche conspiradora que solo hacía acrecentar las intenciones de su pobre alma. Su respiración se quejaba mientras subía hacia su destino, reconociendo en el fondo que su mente seguía perdida en imágenes del pasado y su corazón seguía sentado en aquella habitación de hospital. Tocó a la puerta, esperó unos breves segundos, un individuo de unos 36 años apareció al otro lado, cruzaron miradas pero no palabras, hasta que el cuchillo atravesó repetidas veces el joven pecho dejándolo inerte junto a la puerta con su mano aún colocada en el pomo mientras las lágrimas perdidas entre sus sollozos humedecían la aún débil sangre que emanaba sin prisa. Henry lloraba con ansiedad, el dolor lo perforaba en un suspiro punzante que no acababa nunca, paseándose por su recuerdo mientras hundía aún más el arma blanca en la carne. La brisa que entraba por la ventana le traía un olor que solo podía calificar con la palabra venganza.

Ese jueves todo fue a peor.
El autobus se paró en seco y durante unos segundos nadie habló. Henry seguía perdido en sus recuerdos, entre los que figuraban varias denuncias por maltrato impuestas por su hija sobre su marido, unas cuantas ordenes de alejamiento no cumplidas y las muchas veces que la había encontrado medio muerta en su piso cuando después de un gran esfuerzo, conseguía llamarlo para que la llevara al hospital. 

La mano en su hombro de un agente de policía lo sacó de su destierro mental. Tras pedirle varias veces educadamente que se apeara del autobús y le acompañara, lo cogió del brazo y lo levantó de su asiento. Henry caminaba tranquilo, sosegado, con la conciencia tranquila a pesar de lo que acababa de hacer hacía escasas horas. "¿Acaso no es lo justo?" Él dedicó su vida entera a criar a su hija, quería que fuera feliz todos y cada uno de los minutos que componían su existencia, la vio crecer sana, fuerte, era parte de él, cada vez que la miraba se enamoraba, se parecía tanto a su madre que lo hacía sentir el doble de orgulloso, cuando le decía papá, el mundo daba igual, cuando el mundo le daba igual, necesitaba que le dijera papá. Ella te hablaba 2 minutos y te insuflaba alegría para toda una semana y no tenía unos ojos bonitos, tenía unos ojos para mirarlos toda la vida. Ella era de él y de nadie más y cada año de maltrato hacia ella por parte de aquel individuo que ahora yacía en su puerta, le restaron 10 de vida a su pobre existencia. De repente y sin darse cuenta, se arrodilló en mitad de la calle y comenzó a llorar mirando hacia arriba bajo la atenta mirada de los dos policías que lo agarraban.

–Al fin se ha hecho justicia amor mío, cuídala en la muerte lo que no pudiste en vida, yo pronto me reuniré con vosotras.

Un mes después, Henry murió en su celda, y aún cuentan que lo hizo con una gran sonrisa.

martes, 24 de septiembre de 2013

LAS PALABRAS QUE NO EXISTEN

Como agradecimiento a que se me permita colaborar en este blog, voy a colgar este relato aquí días antes de hacerlo en mi propio blog.
Gracias.


 Imagen bajo licencia "CC. By Nc Sa" cortesía de Jordi Puig



Noelia se acercaba sin mirar atrás. Tenía la sensación de tener a toda la estación de trenes mirándola y señalándola mientras pensaban "¡culpable!".
Gonzalo iba tras ella acelerado mientras no dejaba de pedirle que se parara un segundo.

–¿Para qué Gonzalo? –Dijo girándose–. Estoy segura que acabaremos en el mismo bucle de siempre.
–Intentémoslo por favor.
–¿Intentar? Los intentos se acabaron, es hora de actuar, ¿no lo ves?

Gonzalo miró al cielo, que parecía querer acompañar la situación y se nubló de manera fugaz. 

–Noelia... –el silencio estacionó en sus labios en doble fila, con prisa–. Yo...

Ella giró su cabeza en el preciso instante en que el viento, atraído por la entrada a la estación del tren, meció su cabello acariciándolo suavemente. Cuando volvió a mirarlo, parte de su pelo reposaba en su boca entreabierta, que no era otra cosa que el primer aviso de su impotencia. 
Las puertas del tren sisearon con fuerza en su apertura.

–¿Tú qué Gonzalo? ¿Tú qué? –Gritó Noelia. Las personas de alrededor miraron extrañadas, soliviantadas, casi moribundas. Las primeras gotas no tardaron en aparecer, como atraídas por su desesperación y el timbre de aquella última frase. No fue en la estación en el único lugar en el que comenzó a llover. Gonzalo se precipitó sobre ella quitándose su chaqueta y usándola a modo de paraguas, ella se apartó bruscamente.

–¡No Gonzalo! No necesito que me cubras de la lluvia, no es ella la que me hace daño –expuso mientras agarraba su maleta.

Él la miraba. La escudriñaba. Se acordó de su pasado y le removió ese orgullo masculino, la mayoría de veces, tan estúpido e inservible. Conocerla en un prostíbulo no fue malo, el error fue enamorarse de ella, y desde ese mismo instante, saber que el corazón jamás le ganaría la partida a su mente.

El tren dio el segundo y último aviso. Noelia lo miraba fijamente a una pequeña distancia, empapada. Sus ojos vidriosos pestañeaban con urgencia para poder verlo bien, a sabiendas que, con total seguridad, sería la última vez que lo vería.
Dio su primer paso hacia el tren y Gonzalo pareció reaccionar con un leve movimiento. Ella, al ser consciente, se detuvo levemente y ambos quedaron suspendidos bajo el manto cristalino del agua de diciembre. Él le acarició la mano y ella solo retiró la suya segundos después, necesitaba sentirlo a pesar de todo. Se movió de nuevo y él pareció dejarla marchar, no se movía. Noelia sintió por primera vez como el corazón podía pesar tanto. Adaptó su siguiente paso al primer escalón y tiró de su maleta. Él se arrodilló y comenzó a llorar, con la curiosidad de que no luchaba contra nadie ni nada, solo contra él mismo. Ella terminó de subir al tren, se giró y le lanzó una nota que él se apresuró a tapar para que no se mojara.
El tren se marchó tan rápido como vino y Noelia lo veía a través del cristal castigado y acosado por pequeñas gotas que zigzagueaban como pequeñas arañas.

" Los sentimientos y los actos son importantes... Las palabras también "

La lluvia lo cubrió completamente, deshaciendo la nota entre sus dedos.




martes, 17 de septiembre de 2013

LA VIOLINISTA




"Mientras escribía La violinista, ha estado sonando el tema principal de la banda sonora de La lista de Schindler. Quizás os ayude y le de un efecto intenso al relato ;) "


Cerró la puerta y respiró.
Aún no sabía cómo había pasado todo tan rápido. Sus tres compañeros de escuadrón se perdieron entre los árboles y él desembocó en esa casa en mitad de la nada. Su recuerdo más reciente eran tres disparos que aquel maldito bosque inmenso aguantó en su eco casi un minuto. Lo siguiente fueron imágenes fugaces de matorrales arañando sus ojos mientras corría campo a través hasta llegar al caserón. Era medianoche. 

Caminó bordeando el absoluto silencio hasta lo que pareció en su tiempo una gran sala de estar. Como una sombra se deslizó por cada uno de los rincones, asegurando su soledad. Volvió sobre sus pasos tras estar seguro, y antes de abordar el segundo piso, quería hacer recuento del equipo tras la repentina huída. Reposó su mochila sobre una mesa de madera junto a una chimenea.
Una pistola, un cargador, dos bolsas de víveres y muy poca agua. Había perdido el rifle de asalto, quizás cuando estuvo arrastrándose en mitad de todo el polvo pensó. Echó un vistazo alrededor. Se movió hacia la cocina tras recoger de nuevo su equipo pensando en el agua. Apretó ligeramente uno de los grifos... Nada. Buscó el cuarto de baño y probó también... Nada. Era buen momento para probar en el piso superior.

Subió despacio, con calma. Lo hizo como el viento, suave e insonoro. Al coronar las escaleras, el camino se cortaba cruzado por un gran pasillo. Primero inspeccionó la parte izquierda. Solo dos habitaciones vacías y un baño. Se acercó, probó de nuevo... Nada... De repente, una puerta se abrió. Pudo oírlo con claridad. Venía del otro lado del pasillo.Salió del baño pistola en mano y apuntando al frente con cautela. La segunda puerta del otro lado del pasillo estaba entreabierta. Una luz parpadeaba desde dentro, dejando que las señales lumínicas traspasasen la pequeña apertura creada. A medida que se acercaba, distinguía como un rumor. Cuando casi estuvo junto a la puerta pudo adivinar el sonido, característico por el ritmo, como si viniera un tren. Era un proyector. Se colocó con seguridad junto a la puerta, contó hasta tres y entró.

No había nadie. Repasó fugazmente la habitación con su mirada siguiendo a su pistola. El proyector yacía solo en mitad de la estancia, apagado. Un tocadiscos reposaba encima de una mesa pequeña junto a la cama. Extrañado, se acercó al proyector y alargó su mano para tocarlo... Al momento se cerró la puerta bruscamente a sus espaldas. El giró automáticamente atraído por el estruendo. El proyector se encendió de nuevo. Volvió a girarse y vio las imágenes proyectadas en la pared. Una triste melodía de violín inundó la estancia. El tocadiscos se había puesto en funcionamiento. Fijó su mirada de nuevo a las imágenes.
Cientos de invitados. Una ceremonia nupcial. Un hombre le ponía el anillo de compromiso a la novia encima del altar. Aunque no se oía, distinguía como todos aplaudían. Ahora salían de la iglesia aclamados mientras le lanzaban arroz y flores. La pareja tocaban dos violines frente a la mesa de invitados. Más tarde, caminaron hasta un jardín, perseguidos por todos los invitados. La imagen se acercaba hasta captar de nuevo como se besaban encima de una colina... Y se paró. La imagen quedó congelada.

_ Éramos muy felices. __Sonó una voz femenina.

Él apuntó para todas partes. No sabía ubicar el sonido, no tenía ni idea.

_ Esta fue nuestra primera casa. Aquí fue nuestra primera noche de casados. Hicimos el amor. Enamorados. __Seguía sonando la voz y el seguía mirando para todas partes, sin saber aún de donde provenía.
_ Mi vida era perfecta. La de él también, pero llegó la guerra... Personas al servicio del gobierno nos robaron el paraíso. Nos convirtieron en víctimas del tiempo, almas condenadas a vagar eternamente por un lago de delicados y repudiados recuerdos.
_ Muéstrate. __Gritó él.

Notó como una mano suave le acarició el cuello desde su espalda. Se quedó inmóvil. Al llegar a la garganta, la mano se tensó y mostró sus uñas, apresándolo suavemente.

_ Llegaron a medianoche, como tú. Entraron sin preguntar. Nos arrastraron hasta el gran salón. __Sintió que la mano flaqueaba y la voz comenzaba a sollozar__. Me violaron. Repetidas veces. A él lo obligaron a presenciarlo, todas y cada una de ellas. Me golpearon, me escupieron... Me humillaron... Y aunque para él ya fue suficiente castigo, lo golpearon hasta la extenuación y se lo llevaron... Al igual que a nuestros hijos... ¡Eran muy pequeños!

Acto seguido, ella se arrojó al suelo. Lloraba. 
Él se giró e hizo un ademán para cogerla y levantarla.

_¡No! ¡No te muevas! __Dijo la mujer mientras se levantó ágilmente.
Su rostro estaba hundido. Sus ojos eran solo cavidades con un leve destello. Era vieja. Su pelo era casi inexistente. Su boca parecía derrumbarse a cada palabra. Su voz había cambiado, ahora era más grave... Con ira.

_ ¡Mira! __Le gritó enfurecida.

Ella mostró su otro brazo. Tenía la mano amputada.

_ ¡Me quitaron el amor! ¡Me quitaron mi pasión! ¡Se lo llevaron todo! Me dejaron inerte, abandonada. ¡No pude tocar más el violín! Y me perdí, mugrienta, suplicando algo para comer. Me abandoné en las calles hasta morir de hambre, de pena... De desesperación... Ellos no volvían... ¡Nunca lo hicieron! __Lloraba de nuevo.
_ Pero... Lo siento. __Dijo él. Tembloroso.

Ella se quedó seria. Mirándolo fijamente. Comenzó a arrugar sus pómulos y una curva asomó en sus cejas. Sus uñas crecieron aún más.

_ ¿Lo sientes? __Gritó__. ¿Lo sientes? __Volvió a gritar mientras lo cogió del cuello. Él no pudo reaccionar, era demasiado rápida.
_ Yo no tengo nada que ver señora. __Intentó decir con el poco aire que ella le dejaba usar.
_ ¿Por qué pasó todo así? ¿Por qué? __Rompió de nuevo a llorar. Soltó su cuello y se arrodilló__. Éramos felices, no le hicimos daño a nadie... ¿Por qué? Dime ¿Por qué?

Ahora ella parecía dócil. Se estaba hundiendo en su recuerdo. Se abandono por completo al suelo. Se retorcía en él mientras repetía la pregunta una y otra vez. Él estaba confuso, experimentaba una mezcla entre miedo y lástima. Le costaba creerlo. En un abrir y cerrar de ojos, ella desapareció. La volvió a escuchar a sus espaldas.

_ Toca para mí. __Le pidió.

Él sintió un escalofrío de pies a cabeza.

_ Yo... Yo no se tocar señora. __Se excuso con una voz casi imperceptible.

Ella se quedó inmóvil. Lo miró durante unos segundos sin decir nada. Ladeo suavemente la cabeza mientras seguía observándolo.

_ Te pareces tanto a él... Tanto tanto... Él no estaría orgulloso de ti.

Su cuerpo se sacudió al escuchar aquellas palabras. 

_ ¡Toca para mí. Hazlo por él. Muestra que aún te queda dignidad Frank.

Cuando su nombre retumbó en aquella habitación, su sangre se heló. Se le cayó la pistola de la mano que ya ni siquiera recordaba que la tenía. El ruido fue sordo al golpear contra la madera encallecida por el paso del tiempo. Ella comenzó a acercarse a él lentamente. Traía consigo un violín sin cuerdas. Se detuvo frente a él y extendió su brazo.

_ ¡Hazlo!

Frank cogió el violín. Agudizó el poco oído que su estado podía regalarle y simuló tocar la música que el tocadiscos derramaba. Era triste, muy triste. Se dejó llevar por la sensación. Movía las manos como si hubiera tocado toda su vida. Ella se acurrucó contra la pared. Estaba tranquila. Sonreía. Se fue quedando dormida y se fue desvaneciendo poco a poco mientras susurraba varias veces...

_Eres igual que él.

A medida que notaba el tacto y sentía la madera de aquel instrumento, lo iban asaltando imágenes fugaces... Él comenzó a llorar. 
Pudo ver todo lo ocurrido la noche a la que se hacía referencia...
Su mente le mostró como ella, tras la debacle, se sentó en una mesa de madera junto a una chimenea y comenzó a escribir. 

Ahora, la música lo había atrapado. Seguía dejándose llevar. Su mano parecía volar...



... Y la gente parecía aplaudir en sus miradas. Hubo alguno que hasta se levantó para seguir la actuación en pie. Algunas mujeres apretaban su bolso de la emoción. Todas las bebidas servidas en las mesas le habían ganado la partida al hielo y consiguieron derretirlo. Nadie bebía. Era como anestesia... Cuando la música murió, todo el bar se quedó en silencio. Frank seguía con los ojos cerrados. Posó su violín en sus rodillas y se acercó el micro.

_ Buenas noches a todos. En primera instancia, agradecer su asistencia esta noche, es un verdadero placer para mí. Me gustaría decir que esta canción tiene fragmentos tomados de una composición que escuché hace varios años en un momento muy especial para mí y que cambió mi vida para siempre. Estos pertenecen a Margareth Miles... Un pariente lejano mío que, al parecer, no descansó hasta transmitirme su amor hacia la música y darme la oportunidad de descubrir realmente quien soy... Que hoy en día, muy pocos la tienen... Así que. __Guardó unos segundos para respirar hondo__. Esta canción se titula "La violinista" y este concierto es para ella...



... Volvió a hipnotizar a todo el público desde la primera nota. Aquel violín seguía mostrándole esporádicamente trozos de historia... 

...Margareth terminaba de escribir la carta. Un punto y aparte, comillas y unas últimas frases escritas bajo lágrimas...

" La música me lo dio todo. Viví la felicidad. Me encontré a mí misma. Descubrí el amor. Fui feliz durante mucho tiempo... Pero la vida me lo arrebató todo... Nada será lo mismo para mí... Solo espero que algún día... La muerte me dé una oportunidad.

domingo, 15 de septiembre de 2013

12 HORAS



-12
Sentado en la terraza la observo. Me encanta recordarla con la camiseta blanca y los vaqueros que vestía cuando la conocí. Aún recuerdo como su olor corporal se enredaba con mi deseo hasta acabar haciendo que nos encontráramos en las miradas el uno al otro. Poder respirar a su lado era un lujo. Aunque está tumbada en la cama y me da la espalda, recuerdo tan bien cada centímetro de su cuerpo que podría adivinar la arruga de su cara al reposar en la almohada. Me pongo en pie y camino hacia ella... Y no es porque yo quiera... Pero el deseo de estar a su lado embriaga mi mente hasta hacerme abrazarla por detrás y susurrarle.

-11
Sentir que no existe distancia entre ella y yo es la única manera de morir en paz. Le pido que se gire... Cuando me mira, entiendo por qué he estado tan perdido todo este tiempo. Me acerco suavemente, y tras un breve amago repetido, la beso... Y todo cobra sentido... Ella hace del caos un arte. Mis labios tiemblan cuando sienten que se van a despegar de los suyos. El intercambio de respiración se acelera. Acaricio su rostro, recorro su pelo. Se me erizan los vellos cuando sondeo su figura con la yema de los dedos mientras la siento conmigo... Le arrebato la camiseta, le retiro la ropa interior, la miro, me mira y me roba el alma.

-10
Mientras mi cuerpo se mece entre las sabanas buscando el sitio perfecto para no separarme de ella... La siento. Le hablo, me responde y la vuelvo a sentir. Su movimiento es fluido, suave... Perfecto.
Me besa, la acaricio, la beso, me acaricia... Siento como su cuerpo, envuelto en sudor, me roba mi calor. Recorro sus pechos con un movimiento pausado. Los beso. Los siento míos. Mis labios se paran en ellos y descansan una lengua que zigzaguea a su alrededor mientras ella me besa los dedos de mi mano izquierda... La derecha alcanza su fruta prohibida. La recorre de arriba abajo sin pausa... Lentamente. Ella curva su delicado torso. Retiro mi mano izquierda y aprovecho su curva para posarla en su espina dorsal y levantarla un poco más. Ella se muerde el labio pero parece que muerde mi corazón.

-9
Mientras el movimiento de mi mano es paulatino, ella junta sus labios a los míos. Respira frente a mi. Cierra los ojos y sigue respirando. Gime, abre los ojos, me mira y me susurra... Te quiero...
No consigo ahogar una sonrisa mientras la miro... Yo también... Mantiene su boca ligeramente abierta y la desliza por mi nariz. Su aliento es el aire que nos falta. Ladea su cabeza y se coloca en mi lado izquierdo. Me susurra. Me pide que no pare... Aparto mi mano derecha, la abrazo suavemente y la hago mía. Siento sus pechos en el mío... Con los ojos cerrados, su boca deja escapar una mueca de placer y su aire me mueve el cabello... Me derrite lentamente.

-8
Se eleva. Me eleva. Desciende... Pero a mi me sigue elevando. Un movimiento sincronizado, una curva perfecta que me regala una de las visiones más preciosas que mis ojos serán capaces de retener. Me inclino levemente, la tomo con fuerza y la giro velozmente hasta que mi espalda reposa en la parte frontal de la cama. Ella se acelera. Estira sus brazos hasta conseguir colocar las manos contra la pared, que al sentir fría, le da la sensación de calidez y se vuelve a elevar. Comienza a mezclar movimiento vertical con horizontal y me hace suyo. Por momentos pierdo todo tipo de noción, solo quiero tocarla, observarla, sentirla... Le acaricio los brazos, desde las muñecas hasta sus hombros, dejando caer las mías finalmente a sus pechos, que se mueven continuamente.

-7
Movido por el deseo, la agarro de sus brazos y la retiro de la pared, haciéndola prisionera por las muñecas y tumbándola delicadamente hacia atrás, dejándome caer con ligereza sobre ella. Le acaricio su pierna izquierda hasta llegar a su muslo. Desde ese punto, consigo levantar su pierna hacia un lado y me deslizo de arriba abajo, sintiendo como respira, escuchando como gime. Mientras la deseo, sigo tocándole la pierna que aún es mía. La levanto hasta mi hombro y me deslizo furtivamente hacia arriba... Ella ahoga un grito mientras aborta la respiración... Y aprovecho para decirle que me vuelve loco.

-6
Tuerzo su cuerpo y entro en ella. Puedo ver su perspectiva lateral y siento ganas de morderla. Con su cabeza girada, me besa mientras su saliva me recorre parte de la comisura de los labios mientras me muevo. Descanso mi mano izquierda en sus pechos, sin darle prioridad a ninguno mientras mi mano derecha le recorre el cabello, haciéndolo reposar detrás de su oreja. Su rostro me invade. Su respiración entrecortada pasa levemente por su boca y me obliga a poner mi cara junto a la suya... Moriría junto a ti ahora mismo.

-5
Totalmente ensimismado, arremeto contra ella una vez más. Me muerde el labio y me araña la espalda. Me muevo hacia abajo. Mi lengua termina de encontrar su sitio y la hace gritar. Pausadamente, sigue el camino previsto. Sus manos se posan en mi cara y su movimiento comienza a ser continuo y más rápido. Mi mano derecha acaricia la parte exterior hasta que se desliza hacia dentro... Su voz se eleva. Su movimiento entra en una dinámica frenética. La velocidad cobra protagonismo hasta que súbitamente todo se para... Su grito ahora es interior. Sopla hacia fuera, llenando sus pómulos de aire para dejarlo escapar poco a poco en medio de un gemido débil pero intenso.

-4
Ella descansa en mi pecho. Sus labios no paran de hacer dibujos en él. Le meso el cabello y comienzo a ser consciente de que me queda poco. Miro hacia el techo. Intentaría pedir piedad, pero sería inútil. Todo parece ir en cámara rápida... Todo menos mi corazón, que late muy despacio, tranquilo. Estoy a su lado. Ella está ahí, conmigo. Quizás me sienta, quizás no... Pero que está ahí, es una realidad.
Se mueve ligeramente. La acerco a mi. No la quiero dejar escapar... No quiero huir.

-3
Luchamos ferozmente contra todo... Fue en vano. Dormimos. Profundamente. Podríamos haber dibujado planetas y hacerlos girar. Haber escrito relatos que trascendieran de generación en generación. Vivido experiencias sin igual que seguramente, hoy recordaríamos sentados en una terraza como esta, rodeados de gente de nuestro agrado y riéndonos a carcajadas...

-2
... Viajado hasta la luna e incluso haberla traído con nosotros. No había nada que no fuéramos capaces de hacer... No había sitio oculto que no pudiéramos encontrar... No había persona que no consiguiera envidiarnos... Recuerda cariño, pase lo que pase...

-1
Me llamo Eric Grants. Tengo 89 años. Padezco una enfermedad mental que no tiene cura ni precedente. Solo salgo del estado de trance durante 12 horas al año. Es el momento en el que mi cerebro hace un reset para volver a encerrarlo todo de nuevo durante otros 364 días y 12 horas... Pero en ese periodo, puedo recordar cualquier momento de mi vida... Padezco esta enfermedad desde que tengo 50 años... Llevo 39 años en los que he tenido 468 horas para recordar... Pero el recuerdo siempre es el mismo... Tu y yo la noche que nos conocimos.

0
Los médicos dicen que antes de volver a entrar en trance, siempre me levanto, me acerco a la mujer que está sentada a mi lado, la beso y después me quedo parado hasta que ellos me acuestan... Lo curioso es que esa mujer hace lo mismo todos los años en sus últimos minutos de lucidez.



Imagen bajo licencia "CC. By Nc Sa" cortesía de Isdipo fotografía

viernes, 13 de septiembre de 2013

¿COMO ESTÁS HOY PRINCESA?


"Anécdota que me ocurrió este verano en Helsinki, donde estuve trabajando como limpia cristales en una residencia de ancianos"



                             Imagen bajo licencia CC cortesía de Noemí León Albert

Es un recorrido largo, difícil... La vida se puede convertir en esa clase de carrera que nunca quieres correr, ya sea porque no te gusta competir o peor aún, porque no te guste perder... Y en la vida se pierde... Y mucho...

Existen dias señalados, personas anónimas que, sin ellas saberlo, te lanzan un pequeño salvavidas al que te agarras con fuerza porque quizás, unas simples palabras acompañadas de unos delicados gestos en el momento oportuno, pueden relanzar tu simple y llana creencia de que existe la magia, y algún día, te puede tocar a ti...


El jueves pasado, presencié una de las cosas más bonitas que recuerdo en estos últimos años. Quizás, ahora mismo, no sea la persona más indicada para hablar sobre algo así, pero me alegró tanto el corazón y me pareció tan sumamente precioso que por hoy, intentaré esquivar el mecanismo de defensa que se ha instaurado en todos y cada uno de mis sentidos...


Una gran ventana abierta de par en par. El viento invadía la habitación sin vigilancia, merodeando por ella en un bucle, esperando a ser liberado en cuanto la puerta principal se abriera.
Eran aproximadamente las 12:00 de la mañana. Esa habitación, en ese preciso instante, estaba ocupada por sus dos inquilinas. A mi derecha se encontraba Elvi, una mujer mayor que parecía luchar contra sí misma y a la vez, en mitad de la batalla, desear dormir profundamente. Sus manos se movían repetidamente de arriba abajo, y mientras generaba muecas con su boca, me miraba y se reía dulcemente cuando yo hacia deslizar la varilla contra el cristal para terminar de limpiar la primera capa de la ventana. Yo le sonreía, y aunque ella me hablaba finés y no la entendía, no paraba de sonreirle y ella parecía agradecérmelo. Reconozco que un sentimiento intenso de tristeza me invadía al mismo tiempo. Observarla tan indefensa, tan enferma, postrada en su cama sin ni siquiera poder moverse me retorcía el alma... Pero ella reía. Me saludaba feliz mientras me veía limpiar una ventana... Significa mucho ver eso.
A mi izquierda se encontraba Mirkku. Otra señora mayor que, aunque parecía estar menos grave que Elvi, también estaba postrada en su cama, con sus dos manitas puestas en el pecho y sus dos preciosos ojos azules abiertos de par en par, observando como un tío como yo limpiaba su ventana, esa ventana que observa todos los días mas tiempo del que quisiera pero que seguro, le resulta una escapatoria momentánea en ciertas ocasiones cuando su mente se vuelve lúcida... Yo seguía limpiando entre mis dos mujeres. He de decir que sin saber exactamente por qué, quise dejar aquella ventana más limpia que ninguna. Cuando el proceso iba por la mitad y solo me faltaba la parte superior (la más difícil) La puerta se abrió. El aire encontró su escapatoria y me lo hizo saber con una pequeña ráfaga que me acarició la cara y me hizo dar la vuelta para ver quien era. Resultó ser un viejecito. Vestía una camisa y un pantalón, ambos grises, acompañado por un cinturón blanco, y coronando el conjunto con un sombrero negro. Después de saludar cordialmente, se acercó a la cama de Mirkku. Yo estaba usando una silla como escalera para la parte de arriba, así que me apresuré a limpiar la parte exterior y le ofrecí la silla, gesto que agradeció muchísimo. Yo no había terminado de volver a la ventana para continuar mi trabajo cuando escuché que le decía a su mujer...

- How are you today princess?

Automaticamente me di la vuelta.
Pude observar como, a la vez que le había dicho eso, le acariciaba la cara con una de sus manos mientras depositaba la otra en mitad de las dos manos pegadas al pecho de Mirkku. Él la miraba como si se le fuera la vida. Siguió hablándole durante unos minutos en los que, no se por qué, no pude seguir trabajando. Se le notaba la voz cansada, y en uno de los momentos, esa voz pareció apagarse y pude escucharlo sollozar...

Sinceramente, se me partió el alma. Pude ver lo solo que se podía encontrar. Me invadió una tristeza enorme. A los pocos segundos, mientras yo yacía de pie destrozado con el rulo de limpiar ventanas colgando de mi mano, entraron las enfermeras, y hablando alegremente, levantaron a mirkku y la pusieron en una silla de ruedas, la sacaron al pasillo y le dieron los mandos de la silla a él, al que más tarde, limpiando otra ventana, vi por uno de los paseos de los alrededores llevando a Mirkku.

Cuando terminé de limpiar aquella ventana, supe que había sido la ventana más especial que seguramente limpie en toda mi vida. Recogí el rulo, los trapos, la varilla y los dos cubos, el pequeño y el grande. Los dejé a un lado y salí de la habitación. Bajé dos plantas, me presenté en el jardín, busqué al jardinero y le dije...

- Can i ask you something?
- Sure.
- Can i take this flower?
- Of course man.
- Thank you so much.

Volví a subir las dos plantas, entré de nuevo en la habitación, saqué mi equipo de limpieza de allí, lo dejé aparcado en una esquina donde no molestara, busqué en el traductor de mi iphone como se decía aproximadamente "Esto es para ti" en finés... Cuando lo medio encontré, me fui a la cocina del personal, pedí un vaso con agua y metí la flor. Minutos más tarde, volví a entrar en la habitación, me acerqué a Elvi, que seguía en su cama. Le cogí la mano, y señalándole el vaso le dije...

- Tämä on sinulle

Y ella sonrió mucho. Se le iluminó la cara mientras me repetía gracias en finés...

- Kiitos kiitos kiitos...

Y es que no sabemos como acabará nuestras vidas, pero tanto Mirkku como Elvi, compartían habitación en una residencia, y es curioso, quien le iba a decir a ellas que algún día, seguramente abandonarían este lugar en presencia de alguien que quizás no hubieran visto en toda su vida... Mirkku paseaba con su marido por los alrededores, y no se si Elvi tiene o no familia que la visité... Pero ahora, al menos, tiene una flor, y cuando la miré, no se si se acordará de mi o no... Pero seguro que se reirá.



PD: Esta es la anécdota que te comenté Rafa. Disfrútenla.