La saga de los Saturnino Salgado llevaba generaciones y generaciones actuando de la misma manera. Era el primogénito varón el que debía seguir la tradición de sus ancestros. Ya desde los primeros pasos de su vida tenían que ir al compás de quienes fueran su guía. El padre, el abuelo, incluso el bisabuelo y tatarabuelo, habían caminado delante del retoño, que un día sería el ejemplo de otros Saturnino Salgado, relojero profesional, preciso y puntual, como su mercancía, servicial y honesto con su clientela o cualquier ciudadano. El estilo tan peculiar de dar el paso, semejaba una marcha procesional, pausado y firme a la vez. Las manos a la espalda, evitando gesticulaciones ridículas. Cabeza baja, para evitar que ninguna distracción interrumpiera los pensamientos o una amena charla. El aprendizaje requería su tiempo, pero una vez conseguido, era imposible cambiar de estilo.
El último Saturnino Salgado es un caso excepcional. Tiene 45 años, todavía camina detrás de su padre y de su lonjevo abuelo. No marca el mismo paso, no es relojero profesional, preciso y puntual, tampoco servicial y honesto. Vive en el "HOTEL MAMA", cinco estrellas, lujo, el cual frecuenta para las horas de las comidas, a la habitación suele llegar de madrugada. El oficio de relojero se le hace cuesta arriba. En cuanto a perpetuar la saga, mucho tendría que avanzar la ciencia, dadas sus tendencias conquistadoras.