viernes, 30 de marzo de 2012

LA SAGA DE LOS SALGADO


La saga de los Saturnino Salgado llevaba generaciones y generaciones actuando de la misma manera. Era el primogénito varón el que debía seguir la tradición de sus ancestros. Ya desde los primeros pasos de su vida tenían que ir al compás de quienes fueran su guía. El padre, el abuelo, incluso el bisabuelo y tatarabuelo, habían caminado delante del retoño, que un día sería el ejemplo de otros Saturnino Salgado, relojero profesional, preciso y puntual, como su mercancía, servicial y honesto con su clientela o cualquier ciudadano. El estilo tan peculiar de dar el paso, semejaba una marcha procesional, pausado y firme a la vez. Las manos a la espalda, evitando gesticulaciones ridículas. Cabeza baja, para evitar que ninguna distracción interrumpiera los pensamientos o una amena charla. El aprendizaje requería su tiempo, pero una vez conseguido, era imposible cambiar de estilo.

El último Saturnino Salgado es un caso excepcional. Tiene 45 años, todavía camina detrás de su padre y de su lonjevo abuelo. No marca el mismo paso, no es relojero profesional, preciso y puntual, tampoco servicial y honesto. Vive en el "HOTEL MAMA", cinco estrellas, lujo, el cual frecuenta para las horas de las comidas, a la habitación suele llegar de madrugada. El oficio de relojero se le hace cuesta arriba. En cuanto a perpetuar la saga, mucho tendría que avanzar la ciencia, dadas sus tendencias conquistadoras.

jueves, 29 de marzo de 2012

¿QUÉ HAY DE LO MÍO?








Paseaban plácidamente por la acera, las manos a la espalda; perdían su mirada en el suelo, como queriendo encontrar una respuesta en él.

-Menuda situación nos toca vivir -, dijo uno de ellos.

-Tienes razón -contestó el compañero-, la bolsa hundida en Wall Street, el país deprimido...la Ley Seca...

-¡La Ley Seca! -se alteró el otro- Ahí nos han dado. Mmmmm...cuánto daría por un whisky, de los de antes.

-¡De esos de Kentucky! De los que se crían en barriles de cedro. Qué aroma, qué sabor...

Quedaron en silencio mientras caminaban hacia ninguna parte.

-Dicen que a los de los bebederos clandestinos les añaden carburantes.

-¡Ssssh! Habla bajo -susurró mirando hacia un lado y otro, desconfiado-, los del F.B.I. andan por todas partes y además de envenenarte con esa bazofia, si te pillan vas directo a la cárcel.

-El único Whisky que merece la pena es el que cuela Capone.

-Capone, ¡Ah! Capone. ¡Qué agallas tiene el tipo!

Tras ello, metro y medio más abajo, pisándoles los talones y también con las manos a la espalda, el pequeñajo pensaba:

-Mucho me temo que estos dos se han olvidado de mis chocolatinas y caramelos...

INCOMUNICACIÓN GENERACIONAL

-¿Por fin vas a ir a la presentación del libro de Valencia escribe?

-No, no creo que pueda; Marta trabaja y no tengo con quién dejar al niño.

-Tatatata…

-¡Qué pena! Creo que va a estar genial. Yo no me lo perdería por nada del mundo.

-Tatatata…

-No sé, quizás podría ir con él pero ¿y si le da por ponerse a berrear en medio del evento? Sería bochornoso.

-Tatatata…

-No, mejor nos quedamos en casa. Le pondré esa película de dibujos que tanto le gusta.

-Tatatata… “ Jo…, estoy de mi padre hasta el gorro, toda la tarde intentando decirle que quiero ver el numerito que van a montar nuestros vecinos con la presentación de su famoso libro y él nada, que no se entera. Cuando aprenda su lenguaje, me va a oír”.

Convenio regulador

(Este relato se lo dedico a mi amiga Susana).


Marta abrió el bolso y rebuscó en su interior hasta dar con la agenda. No recordaba a qué hora tenía la cita con el abogado.

Desde que lo vio por primera vez, su imagen correteaba por su mente como si estuviera jugando al pilla-pilla. Era alto, de constitución fuerte pero flexible, ojos verdes, pelo negro y piel clara. El tono de voz calmado y un ligero carraspeo inicial antes de comenzar a hablar le conferían autoridad a su persona.

-Buenos días, Sra. Vivó –le dijo, tendiéndole la mano con enérgica profesionalidad.

-Buenos días, Carlos –le tuteó de manera intencionadamente descarada, mientras con paso decidido se colaba en su despacho.

El abogado que no estaba acostumbrado a que nadie controlara la situación en su terreno, carraspeó dos veces, antes de tomar las riendas.

-Está bien, tal como convinimos, este es el primer borrador del convenio regulador de su divorcio. Repáselo con tranquilidad. Para evitar que tenga que trasladarse hasta aquí, le propongo que nos veamos el próximo viernes en el Café Paraíso a las siete –él mismo se sorprendió de lo que acababa de decir. Sin duda alguna, no era indiferente al atractivo de Marta.

-Allí tomaré nota de los cambios que precise que hagamos, antes de concertar la cita con su marido y su letrado –prosiguió con aparente calma.

-Ajá –asintió, sin apartar sus ojos de los de él. «La verdad es que mi marido me importa un pimiento, por mí que se vaya al infierno. Eres tú a quien quiero ahora.»

-Entonces, así quedamos. Hasta el viernes, Sra. Vivó.

-Háblame de tú ¿quieres? –solicitó con dulzura, al tiempo que recogía su melena detrás de sus orejas.

Se despidieron con un suave apretón de manos.

Carlos se quedó pensativo. En sus años de profesión, no le había sucedido nada igual. Sentado en su silla, se confesó a sí mismo que aquella mujer lo había cautivado: la manera tan natural que empleó para hablarle, la falta de pudor al contestar sus preguntas, su mirada directa y limpia. Sí, definitivamente, lo había atrapado.

«Bueno, manos a la obra. Cuánto antes esté divorciada, mejor».

Aquella misma tarde redactó un convenio regulador mucho más ventajoso para su clienta y …¿por qué no?, a la larga, para él.

miércoles, 28 de marzo de 2012

VALERIAN



- y continuando con nuestra conversación en el café... Crees que te publicarán la novela en la que estás trabajando? - comentó Harold Wert
- Bueno, a decir verdad, ese no es el problema - dijo Ronald Craw pensativo - realmente lo que me preocupa es que ya desde hace unas semanas no escribo nada que valga la pena - agregó
- Eso es realmente preocupante, recuerdo esos estados en los que piensas que ya nada vendrá a tu mente y la desesperación que sientes, pero seguro que es transitorio, querido Ronald.
Seguían absortos en la conversación sin haberse percatado todavía de la presencia de una tercera persona tras ellos. En un momento observaban los tres las sombras reflejadas en el suelo. Al pequeño Valerian le hacía gracia que las tres convergiesen en un mismo punto, como si los tres formaran parte de un mismo cuerpo y enseguida comenzó a imaginarse heredero del pasado. Su futuro también haría nacer reflejos que otros seguirían de forma inconsciente hasta formar parte de esa gran sombra en donde muchos se cobijan.
- Por cierto, Harold, he leído que el día 30 de Marzo se presenta un libro en el Círculo de Bellas Artes de Valencia. Podríamos ir, te distraerías, no te presionarías tanto.
- ¿Una presentación de un libro? - preguntó con interés
- Sí. Alguien me lo ha comentado. No estoy muy seguro quién es el autor pero... - replicó Ronald sin acabar la frase ya que una voz infantil comenzó a hablar
- Perdonen, me llamo Valerian, aunque mi verdadero nombre es muy largo. En realidad son muchos nombres. Me pueden llamar Valerian o Valencia Escribe. El caso es que les he oído durante este trayecto y he de decirles que son para mí un ejemplo y me sentiría muy honrado que estuvieran en Valencia el día 30. Es la presentación de mi libro - dijo Valerian tímidamente
- ¿Valencia escribe? - dijo Harold sorprendido - ¿Y tú eres el autor del libro? - añadió
- si - contestó el niño sin apenas elevar su mirada
Los dos hombres se alejaron calle abajo satisfechos de que las palabras nunca morirían. Detrás de ellos siempre vendrían nuevos nombres que vivirían y harían vivir los sueños a todo aquel que se dejase mecer en una hojas.

Para todos los "Valerian". Para Valencia Escribe

PA EL JURAO DEL CONCURSO (III -Última entrega)

Romy además es muy sensible, participativa, amable. Qué decirles a ustedes si todo lo que pueda contarles es de lo mejor. Lo importante es que ella no sepa que yo les he enviado esta carta de recomendación. Ya sin ver a los demás para mi es ganadora del concurso, es que debe serlo por las extraordinarias capacidades que le expreso en la carta que les remito a ustedes y que haría el favor de que se la dieran a esos del Círculo, ya que la Romy me dijo que la leerían en el círculo. Me quedé pensativa, como diciendo, es el destino. Yo que doy tantas vueltas para decir las cosas y puede que lean esta carta en el Círculo. ¡Que casualidades nos da la vida en ocasiones! Otra cosa, decirles que tengo la habitación del Juanito con muchísimos libros de Alfaguara. La Asun le regaló hace bien poco unos de color amarillo que tiene encima de la mesita de estudiar. Están como el primer día y es que la calidad se nota. Romy me dijo lo del lote y tengo aún un hueco en la repisa de los peluches y no me quedarían mal si son de color naranja. Esto lo digo por si no le importa a los señores de Alfaguara regalarle libros de niños. Volviendo al caso extraordinario de la Romy decirles que no se arrepentirán de nada y si hay que colaborar con unos chorizos y algún botillo sólo me lo digan. En el caso de que no haya más remedio, díganmelo. Yo ya le compré un mueblecito en el Ikea para los libros que dan de premio y un marco de esos retorcidos y dorados en los chinos para la hoja de periódico. Guardo los tickets de compra y me dan un vale, en el caso de la catástrofe de no ganar. Aunque también les digo que sería capaz de comprarle yo los libros para cumplir las ilusiones de Romy. Eso, seguro. Y decirle que ganó el concurso y ya está. Pero claro su gran periódico sabrá tener en cuenta estas escasas letras de una mujer de su casa de toda la vida. Acabo de hablar por teléfono con Romy, que me dice que se titula el relato: Sueños de papel. Autora: Romualda (Romy) Ibáñez García. Muy agradecidísima les queda: Dulcinea Portillo Cifuentes

HABÍA PENSADO.

(Un niño de unos dos años de edad, va detrás de dos adultos imitando su forma de caminar. Mientras, escucha su conversación y repite alguna de las palabras que reconoce).

La crisis está durando demasiado.
- Crisis.
Hoy he tenido que pedir prestado dinero a mi cuñado para hacer la compra de la semana.
- Dinero.
María hace meses que no quiere hacer el amor conmigo, no creo que esté viendo a otro. El hecho de que estemos en paro los dos, me parece que no ayuda mucho.
- No hacer el amor. Paro.
El lunes vence el pago mensual de la hipoteca y con el de este mes, llevo cinco de retraso. Esta vez nos embargan seguro.
- Hipoteca.
Se acerca el cumpleaños de Daniel y no tengo ni un euro para comprarle un juguete.

- JUGUETE. (Había pensado que si imitaba a Papá y al tío Paco me haría mayor enseguida, pero visto lo visto, en la próxima esquina voy a ponerme a gatear).

Bobby


-No, Frank, no veo otra salida.

-¿Estás seguro, Michael? ¿Lo has hablado con Mary?

-Sí, y ella está de acuerdo. Nos equivocamos. Nunca debimos acogerlo.

-Pero Frank, todavía es muy pequeño. Deberíais ser pacientes con él y darle más tiempo.

-Ya tiene un año y sigue sin traerme las zapatillas cuando regreso del trabajo. Por las noches, cuando lo dejamos solo, gimotea sin parar. No hay forma de descansar.

-Lo comprendo, pero creo que antes de tomar una decisión tan drástica, deberíais pensarlo un poco mejor.

-Lo siento Frank. Si no lo quieres tú, hablaré con los Smith. Hace poco que se les murió su Collie y tal vez quieran quedarse con Bobby que aunque no es de la misma raza, también tiene su pedigrí.

«-¡Uf! Creí que estaban hablando de mí. He pasado tanto miedo que me he cagado en los pantalones. Ahora tendré que oír otra vez a mi madre con la monserga de siempre.»

Reproches



Me aprieta el paquete que mi madre se empeña en ponerme todavía, como si no pudiera controlar mis esfínteres, tan pesada en su papel de hembra protectora de su cría. Es incomodísimo caminar con las piernas tan abiertas, y mi padre y su amigo que no paran de charlar, mientras yo cuento, tan atento, las líneas que se van cruzando bajo mis pies. Pero el tesoro lo encontrarán ellos antes. Al parque, ¡Ja! como si no los conociera... Se enzarzan en discusiones filosóficas y no me prestan ninguna atención, tengo ganas de intervenir. Es una pena que mi cabeza sea de niño superdotado y mis pensamientos no puedan ser emitidos por estas malditas cuerdas vocales, apenas sin desarrollar, casi de bebé. Solo me comunico con sonidos guturales, gritos y llantos, por cierto, creo que ya les debo dar un toque: ¡Ggrgrgrgrgraaaauuu!

PA EL JURAO DEL CONCURSO (II ENTREGA)

La verdad es que Remedios siempre buscó soluciones para todo y la niña se lleva estupendamente con ella y los aires del pueblo pues que hacen que las musas esas de que hablan por ahí que se les aparecen a los escritores le aparezcan a ella de una forma muy espontánea y natural. Yo misma fui testigo de esto en una ocasión. Fue hace poco más de un año. Debió ser en Enero o Febrero, porque habíamos ido mi marido, Juanito y yo a la sierra para hacer chorizos y, bueno, Juanito es mi hijo, el pequeño, porque el mayor prefiere cosas más altruistas. Eso dijo para quedarse en Moratalaz, pero al final que me enteré que se fue de botellón, que lo vió Nemesio, el primo de mi marido que es barrendero. Claro, le dije al Enrique, que ya estaba dispuesto a tener un altercado con el niño, le dije, mira que el Juanito es como todos los adolescentes de hoy en día y se fue de botellón de esos, pero sin alcohol, y seguramente vomitó en el recogedor del Nemesio por algo que comió, que le hizo daño. El caso es que nos fuimos a la sierra para el tema de los chorizos y el hijo pequeño se emperró en que Romy viniera y se lo dije a Raquelita, la madre y ella, tan contenta, que se vino. Pues estábamos cenando pollo con patatas fritas y una salsa de puerros y la Romy ya en el primer muslo se sintió como nerviosa, un poco alterada. Yo en eso me fijo mucho, estaba así como esperando algo. En un momento se sacó el bolígrafo del moño. Siempre lo lleva. Pues sacó el bolígrafo, de esos de plástico que tiene un capuchón azul, que no me acuerdo de la marca ahora. Lo destapó con ansia tirando la tapa, que por cierto cayó en el plato del Enrique salpicando la camisa de trocitos de puerros. Comenzó a escribir muy rápido y con muy buena letra unas cosas preciosas en el mantel portugués de los chinos que compramos en Andorra. Mi marido me miraba un poco así como subiendo las cejas y moviendo las manos de adentro hacia fuera y yo lo miraba moviendo mi mano derecha hacia abajo, como para decirle que no la interrumpiera. Juanito solo comía. Le encantaba chuperretear los alas de pollo y la miraba de vez en cuando pero sin dejar de comer. Enrique que quería limpiar la camisa con la servilleta mojándola en vino. Yo callada y moviendo las manos para que el Enrique no estropeara más la camisa. Bueno. Cuando vi que sin aún fijarse en nosotros volvía su lápiz al moño le cambié el plato al Juanito que ya se había comido el flan con la salsa del pollo. Le envío foto del mantel para que vea que no miento ni exagero nada. Romy suspiró satisfecha y yo retiré cuidadosamente el mantel y seguimos con las servilletas extendidas Esto venía a cuento de eso de la inspiración. Esto lo cuento como una de muchísimas anécdotas que podría contarle y que demuestran lo preparada que está para la escritura. (CONTINUARA). Ultima entrega, próximamente.

martes, 27 de marzo de 2012

UNA MARIPOSA CON LAS ALAS ROTAS



Enreda su pelo entre los dedos una y otra vez, de su boca se escapa un hilillo de baba y, sus ojos parecen dos interrogaciones perdidas buscando respuestas detrás de una ventana que muestra un cielo lejano e indolente. Balancea su cuerpo a un ritmo que no cesa, alguien se acerca y atrapa la baba un segundo antes de que se pierda entre su bata de niña pequeña, aunque ya no es una niña. Ni una adulta. Ni una anciana. Su edad, -indefinida- no se muestra, ni se oculta. Como ella. La misma persona que atrapó su baba, interrumpe su danza silenciosa y aparta sus dedos del pelo. La coloca frente a un papel blanco, le entrega lápices de colores, y ella, garabatea el mismo dibujo una y otra vez: un corazón negro, una mariposa con las alas rotas y un cielo de color indefinido. Más tarde la psicóloga dirá que ha progresado, que pronto aprenderá a sacar fuera su miedo y el corazón será rojo, la mariposa tendrá enteras las alas  y el cielo será del mismo color que ese que se vislumbra detrás de la ventana.

lunes, 26 de marzo de 2012

MONTSEGUR





            Me llamo Gastón y soy cátaro. Los católicos me llaman hereje, se ríen de mí y me persiguen con palos. Los cátaros somos pacíficos. Nos alejamos del catolicismo debido a los excesos cometidos por los papas y  nobles contra los vasallos. Nuestra religión predica la austeridad puesto que los bienes materiales son cosa del Diablo. El Reino de Dios no es de este mundo y nuestras almas se reencarnarán, una y otra vez, hasta alcanzar la visión de la divinidad, sólo entonces, podrán ascender al paraíso; por eso, no tenemos miedo a la muerte.

Estoy viviendo en el castillo de Montsegur. Es un lugar situado en lo alto de una montaña a la que sólo se puede acceder atravesando un camino empinado y pedregoso, rodeado de bosques sombríos. A pesar del peligro que supone el ascenso, Hugues des Arcis ha comenzado el asedio al mando de ocho mil hombres. Gracias a los montañeses de la región, hemos resistido durante diez meses. Los señores Ramón de Pereille y Pierre de Mirepoix negocian nuestra rendición y dos centenas de hermanos abjuran y abandonan la fortaleza, el resto nos quedamos.

En la mañana del dieciséis de marzo de mil doscientos cuarenta y cuatro, los soldados levantan una gran hoguera al pie del castillo, nos obligan a bajar a base de patadas, golpes y empujones. Doscientos diez hermanos arden en silencio. Hay hombres, mujeres y niños. Sus cuerpos crepitan entre las llamas, el hedor es insoportable…sus almas consiguen elevarse ligeras, hacia la eternidad.

Yo permanezco en Montsegur, logré esconderme en una de las numerosas cuevas que atraviesan la montaña y que se comunican por medio de largos y oscuros pasadizos. Conmigo se encuentran algunos hermanos más. Somos Los Elegidos y custodiamos el tesoro: La Piedra de Luz…pero esto forma parte de otra historia.


Detective de cumpleaños


Parapetada detrás de sus gafas de sol miraba, a través del reflejo en el cristal, cuanto acontecía a su espalda sin el temor de ser descubierta.

En realidad, su aspecto no dejaba de ser anacrónico pues, además de las gafas de sol, se había encasquetado una gorra de jockey y unos pendientes de aro grandes que contrastaban mucho con la prenda de la cabeza. Un tres cuartos abrochado hasta arriba completaba su atuendo.

Permanecía muy quieta, sin quitar la vista del cristal. Desde su posición veía perfectamente: el banco, el colegio y la verdulería. Vio a un hombre gordo, con un maletín de piel negra que salía del banco y a una mujer que vestía un elegante traje de chaqueta comprando fruta y verduras. Los transeúntes que pasaban por la acera no se apercibían de su presencia. Tan inmóvil estaba que, parecía una parte integrante del paisaje urbano que la rodeaba.

Seguía atenta. El hombre gordo dudó unos segundos, pero finalmente tomó un taxi y desapareció de su vista. Eran casi las 12:30 hrs. Una sirena anunció el término de las clases en el colegio de enfrente. En seguida, la algarabía de los niños y sus gritos de regocijo a la salida del colegio inundaron la calle entera. Sus músculos se tensaron y se irguió un poco. Había preparado ese momento hacía varias semanas. No podía fallar.

Un transeúnte despistado tropezó con ella. Le pidió disculpas pero la distrajo unos segundos. Acto seguido, sintió un tirón en su sobretodo por la espalda. Su propio cuerpo impedía que viera en el cristal de quién se trataba. Se giró despacio al tiempo que escuchaba:

-¡Abuela! Te he descubierto a la primera. Sabía que eras tú. Sólo a ti se te ocurriría celebrar mi cumpleaños disfrazándote de detective –le dijo el niño muy sonriente.

La abuela soltó una gran carcajada.

-Sí, tienes razón, pequeño. Cada vez es más difícil sorprenderte –le contestó alegre, mientras le ponía un sombrero y le tendía una lupa.

Cosas que diría con solo mirarla


Las vamos conociendo poco a poco, a fragmentos nos cuentan sus vivencias, las del día a día y, a retazos, nos  sumergimos en las  vidas de diferentes mujeres, a las que desde el principio nos dan ganas de decirles muchas cosas porque nos emocionan.  Historias de soledad y de insatisfacción. Y las vamos entretejiendo con una armonía lenta y bella hasta concluir en un maravilloso puzle sentimental, que nos descubre el motor que mueve sus vidas: la búsqueda del amor, del cariño y del afecto. No hay un happy end, porque no se cierra la historia, la vida continúa como continúan las protagonistas buscando siempre aquello que les falta y no tienen. Soy yo y eres tú y somos todas. 

sábado, 24 de marzo de 2012

NEGRO OBSIDIANA


   

                                                                                               Fotografía de Brian Soko                
Su rostro era tan hermético, como su boca cerrada. Su mirada se escondía tras unas gafas de sol, oscuras e impenetrables.  Jamás vería lo que no le importara.  Unos aros pendían coquetos de los lóbulos de sus orejas. Era muda, ciega y sorda en algunos momentos;  invisible en otros, vigilaba sin ser vista; era dura y fuerte como la obsidiana. Podía resistir todo tipo de embates, condición indispensable en su labor diaria. El sombrero ocultaba una media melena rubia y una cabeza noble,  que funcionaba rápida y sagaz.  Aparentaba más años de los que tenía y ahí residía el secreto de su poder. La  vida no le había dejado tiempo para mimarse, pero no le importaba. Lo único trascendental eran las misiones que le confiaban. El abrigo guarecía un cuerpo seco y atlético, que nadie miraba. Nunca podrían sospechar de ella, esa aparentemente  casi  anciana, que cruzaba a un lado y a otro de la frontera, portando mensajes, mientras contemplaba el reflejo de su figura en la ventana.

jueves, 22 de marzo de 2012

Presentación del libro






Juana La Cuerda se enfundó en su abrigo y con sus gafas oscuras permaneció en la entrada del Círculo de Bellas Artes muy atenta a cada movimiento de Amparo y al cargamento de libros. Por cierto. Aquel edificio no era un círculo sino más bien una figura cuadrangular y eso la dejó muy pensativa. La furgoneta estaba aparcada en un lateral. Wis, nerviosamente se paseaba alrededor buscando cualquier señal de Juana, algo que le indicase que debía poner en marcha el motor y secuestrar a Amparo y los libros. Malen también había planificado exactamente el mismo secuestro con Lucrecia. En un momento todos nos dimos cuenta de lo que planificábamos, nos reconocimos y disimulamos cuanto pudimos. Juana miró a traves de los cristales como Amparo hablaba con Lucrecia. No podía ser. No podía permitir que se adelantaran. Malen aceleró su moto dispuesta a que Amparo fuera empujada por su prima para que acabara sentada en su regazo en la moto. Wis rápidamente se puso al volante al ver que Juana encendía un cigarrillo. Es la señal, se repetía nerviosamente acelerando y procurando adelantar a Malen. Amparo de pronto nos miró a todos y con autoridad nos mandó callar. Nos quedamos paralizados. En ese momento y sin esperarlo nadie, Amparo apartó de un codazo a Lucrecia y se montó en la moto de Malen, que se había bajado para corregir un rótulo de una carnicería, al parecer le faltaba el acento, cosa que para Malen era algo imperdonable. En esas estaba, discutiendo con el carnicero y encaramada a una escalera con un bote de pintura rojo cuando escuchó a Lucrecia gritar en medio de la calle...Al ladrón, al ladrón... tratando de agarrar una pierna de Amparo, al tiempo que ésta la sacudía fuertemente consiguiendo liberarse, alejándose a toda velocidad por la calle Cadirers haciendo el caballito con una bandera roja ,con la cruz de Tolosa dibujada en ella y la estrella de siete puntas ,que había traído de Carcasonne. Así, sujeta fuertemente en el manillar y al grito de Vive le Partit Nacionalista Occitan , Vive Languedoc- Rosellón Amparo fué dejando un rastro de libros adornando el asfalto de Valencia.

LAS NOCHES DE LOS VASOS LARGOS



Dedicado a mi sobrino Javier

Todo empezó un domingo de madrugada. Volví a casa después de una difusa noche de vasos largos adornados con rajitas de limón y mucho hielo. No atinaba con la llave que se negaba a introducirse por la esquiva cerradura. De pronto alguien abrió la puerta desde el interior y me invitó a entrar. Estaba oscuro, me pegó un susto de defunción, pero me armé de valor y apreté, como un valiente, el interruptor de la luz que me cegó de golpe con su fulgor. Me quedé hondamente perplejo cuando pude abrir de nuevo los ojos. Había un hombre exactamente igual a mí, ¡vamos, era mi vivo retrato!, no daba crédito a lo que veía. Pensé que, en los últimos tiempos, me estaba pasando con el alcohol y que probablemente aquella visión era un desvarío producto de mis excesos. Así que le dije buenas noches con mucha educación y me metí en la cama vestido para poder dormirme lo antes posible; confiaba en que, cuando despertara, habría desaparecido aquella alucinación. Pero no fue así. A las cinco de la tarde sonó el teléfono y vi como mi doble entraba en mi cuarto y me lo acercaba para que yo pudiera contestar sin moverme de la cama. Se instaló en mi casa y me seguía como una sombra allá donde yo iba. Pronto me acostumbré a él y hasta me resultaba agradable tener a alguien con quien hablar y que, además, nunca me contradecía, pensaba exactamente lo mismo que yo. Lo malo vino después, el día en que nos fuimos a celebrar nuestro cumpleaños y cuando volvimos, otro exactamente igual a nosotros nos abrió la puerta. Ahora ya somos cuatro y nunca salimos por las noches.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Montones de tierra


- Esta vez te has pasado -le espetó Julieta muy seria.

- No lo creo -le contestó Miguel con aplomo.

Miguel se encogió de hombros, la miró con satisfacción, la atrajo hacia sí y la besó en los labios con desparpajo. Estaba exultante. Siempre le ocurría lo mismo. Cada vez que llegaban a una casa nueva y se instalaban, su primera reacción siempre era la misma. Se podía decir que era su sello de identidad.

De todas las jugarretas que había ideado, la de vaciar un poco de tierra de cada una de las macetas que encontraba por toda la casa y amontonarla a un lado, como si fueran pequeñas pirámides, era la que más le gustaba.


Los humanos solían culpar indistintamente a sus propias mascotas -siempre había un perro o un gato al que colgarle el sambenito-, a la posibilidad de que hubiera ratones, o incluso a sus hijos. En cualquier caso, la diversión para Miguel estaba asegurada.


Le encantaba ver sus caras de asombro recién levantados; su incredulidad y los comentarios -a cual más rocambolesco- para explicar cómo habían llegado esos montoncitos al suelo si las macetas no estaban volcadas; con qué facilidad discutía la pareja por los comentarios suscitados; el cachete -sin venir a cuento- que en más de una ocasión se llevaba el chaval de la casa. Le fascinaba observar el poder que, unos simples montones de tierra, ejercían sobre el mundo de los gigantes.


Sí, de todas sus artimañas, esta era su preferida. «Claro, que en eso Julieta tiene razón» -reflexionó Miguel-. «La familia va a extremar las precauciones: harán turnos de vigilancia, estarán más atentos a cualquier ruido nocturno. Y por otro lado, hace tiempo que mi amor insiste en que tengamos a nuestro diminuto. Tal vez, tenga razón. Quizás, esta vez, me he pasado.»


Miguel miró a Julieta con cariño. Había instalado la alcoba encima del armario, junto al ventanal. «¡Está tan guapa cuando su pelo negro destella a la luz de la luna!» -murmulló. Y sin pensarlo más, se dispuso a recoger los montones de tierra antes de que amaneciera.

Hotel con encanto


Cada día, al filo de las seis, Jaime hace su aparición en el salón del palacete donde Andrea vive.

Inmóvil, sentada en el sillón orejero, escucha atenta cada palabra, cada carraspeo, cada leve sonido que proviene de él. Un beso ligero en la frente y una pregunta cortés marcan el instante a partir del cual ella parece animarse un poco. El resto del día permanece taciturna.

Jaime y Andrea se iban a casar. Todo estaba preparado, pero tres días antes de la boda, ella sufrió un accidente doméstico y perdió la vista. El destino desbarató sus planes. El proyecto de convertir el palacete en un hotel "con encanto" se quebró junto a su ánimo. Se replegó sobre sí misma, como si la vida más allá de aquellos muros hubiera dejado de existir.

Han pasado diez años desde entonces. Jaime, pusilánime por naturaleza, nunca ha tenido valor para confesarle a Andrea que él sí, que él ha rehecho su vida, y cada día, al filo de las seis, acude puntual a su cita.

martes, 20 de marzo de 2012

La casa en guerra.

Ellos mandan y gobiernan y yo lo sé. Nadie me cree pero conseguiré pruebas. Los he visto cientos de veces, es difícil, pero a paciencia no hay quien me gane. Últimamente duermo con un ojo abierto, al principio se me secaba la córnea, pero ahora, gracias a las gotas de eufrasia que me echo antes de acostarme, ya no me pasa.
He puesto trampas por toda la casa. Nunca sabes por dónde pueden aparecer.
El del cuarto de baño, en concreto, es particularmente cabrón. Le gusta vaciar mi champú de chocolate belga, le gusta coger los pelos del baño y ponerlos en el lavabo, abre las puntas de mi cepillo de dientes y tiene una fijación enfermiza con el espejo. Me deja mensajes ocultos que salen con el vaho, ayer me puso: “te estás quedando caaaalvooo”.
El de la cocina está intentando volverme loco, pero no lo conseguirá, la Carbamazepina de 200 mg no va a permitírselo. Lo de las llaves de casa en el congelador ya es un clásico, pero con su última jugarreta ha ido demasiado lejos, no se le ocurrió otra cosa que llenar de fairy limón la botella de aceite de oliva. Las lentejas quedaron bien limpitas, mi intestino grueso también.
El peor de todos es el del salón, se atreve a actuar cuando estoy despierto. Cambia los canales de la televisión cuando la estoy viendo, ha metido una clave para Intereconomía que no puedo desbloquear, cada vez que enciendo la tele aparece ese maldito canal. Sube el volumen cuando empiezan los anuncios y sintoniza la COPE en la radio. Cuando le coja, se le va a terminar de golpe las ganas de hacer bromitas.

- ¡Ha caído uno, ha caído uno! Unté las llaves del coche con super glue y las até al reloj de bronce con hilo de pescar. Se ha quedado pegado a ellas y cuelga del chifonier como un arenque.
- ¿Y ahora qué, y ahora qué? De momento te meteré en el congelador hasta que decida lo que voy a hacer contigo.

- ¿Cómo sigue el paciente?
- Sin cambios desde que le trajeron la semana pasada. El cóctel de Lorazepam, Haloperidol y Clonazepam no está surtiendo ningún efecto. Sigue repitiendo una y otra vez la misma historia.

- Déjenme salir, esos malditos bastardos van a destrozar mi casa. Seguro que ya han liberado al del congelador. No estoy loco, tengo pruebas, tengo pruebas.

SON ELLOS.


No acostumbro a quedarme mucho tiempo en el mismo lugar. Mi espíritu nómada y aventurero me impide echar raíces. Un tiempo aquí, otro allá, conociendo gente, ganándome la vida. Evito ser demasiado exigente. Me dejo llevar, sin rumbo marcado. Me gusta subir a un tren y apearme en cualquier estación. A veces, me bajo porque leo un nombre llamativo, también porque desde la ventanilla veo una persona que puede ser interesante o simplemente un paisaje me seduce. He vivido muchas historias, buenas y no tan buenas. En cada rincón que he pisado, he descubierto pequeños, grandes seres, en los que pocos se fijan. No son famosos, no frecuentan platós televisivos ni cobran cifras escandalosas a final de mes. Ellos simplemente hacen su trabajo. Cada uno en su sitio sabe lo que tiene que hacer para que todo pueda funcionar día a día. Los hay satisfechos, otros parecen quemados, se sienten abandonados como una colilla. Pero están ahí, no pierden el ritmo. Yo los reconozco fácilmente y me acomodo con ellos. Quizás puedas encontrarlos a tu lado, tal vez no hayas reparado en su presencia. Hay muchos, están por todas partes: el frutero, el pescadero, el agricultor, la camarera, el barrendero, la enfermera, el mecánico, .......

REDUCIDOS

 El legislador no debe proponerse la felicidad de cierto orden de ciudadanos con exclusión de los demás, sino la felicidad de todos. Platón


¿Qué está pasando? Se preguntó el líder de la manifestación mientras leía el periódico de aquel día.

“La manifestación que tuvo lugar ayer tarde por las calles de nuestra ciudad fue atajada en seguida, ya que el gobierno consideraba que las exigencias de los manifestantes eran nocivas para la nueva sociedad que estaban creando. Por eso fueron reducidos “

Llevaban luchando mucho tiempo para que ahora les ignoraran de aquella manera. Intentaban cambiar algunas de las leyes absurdas que el gobierno quería imponer. Acaso estaba bien una reforma laboral que más que reforma laboral parecía una condena al paro. Era evidente que estaban acabando con la clase social media. Pretendían dividir la sociedad en ricos y pobres.

El líder volvió a repasar la insolente noticia, pero esta vez se percató de un detalle: la foto de la portada del periódico era aún más déspota que la noticia.

                        Dos manifestantes buscando sus pancartas después de ser reducidos.

lunes, 19 de marzo de 2012

Nuestro mar


                                                                                                           obra de Nuria Meseguer

Unos días éramos sirenas; otros,  estrellas de mar; la mayoría de las veces gigantescos cefalópodos, ballenas o tiburones. Y a bordo de las olas, recorríamos entusiasmadas los siete mares buscando nuestras incautas presas.
Nos hicimos mayores y ya no somos nada. Dejamos que nuestros 
recuerdos floten ingrávidos como nuestros cuerpos en el agua.  No nadamos, solo hablamos y recordamos. Con nuestros sombreros bien atados a la cabeza, como entonces, sentimos que el tiempo no pasa y no pesa y seguimos charlando y charlando. Los pececillos nos mordisquean los pies, pero les dejamos hacer, estamos acostumbradas, nos creemos que son los mismos de siempre, aquellos de cuando éramos  niñas...