miércoles, 14 de marzo de 2012

"LA SEÑO".

Mi vida ha sido bastante fácil. Si me comparo con la gente normal y corriente, puedo afirmar que he tenido mucha suerte. Nací en el seno de una familia muy rica. Los Foret han pertenecido a la élite de este país durante varios siglos. Si a eso le añadimos un físico envidiable y una educación exquisita, el éxito en mi vida estaba asegurado.

Si has nacido guapo y rico, es algo muy normal que salgas también tonto. Me explico, cuando te lo han dado todo, cuando has conseguido todo lo que has querido en este mundo, hay ciertos aspectos de tu personalidad que no has tenido la necesidad de desarrollar y por ende, en tus relaciones sociales, es posible que no te desenvuelvas con toda la soltura que tendría otra persona que se ha tenido que buscar la vida desde siempre. Os preguntareis por qué os suelto este rollo, enseguida lo vais a entender.

Todos los veranos de mi infancia los pasé con mi familia en Fuenterrabía, en la mansión familiar. La casa ocupaba una manzana entera, tenía tres pisos y contaba con unas quince habitaciones sin incluir las del servicio, tres grandes salones, un patio interior cubierto de flores olorosas todo el año y una fachada enrejada que habéis tenido que ver alguna vez, ya que se trata de uno de los portales más fotografiados del norte de España. El enorme jardín terminaba en el mar, teníamos una cala privada en el Cantábrico para nuestro único disfrute.

Mi padre casi nunca estaba, se quedaba en Madrid, tenía muchos negocios que atender, sólo se dejaba caer por la casa para la virgen de agosto. Mi madre convivía durante los tres meses del verano con su hermana solterona, la Tía Muñeca y con nosotros tres: Andrés, el mayor; Julia, la princesita y un servidor, Jorge, el benjamín de la familia. También nos acompañaban parte del servicio: un jardinero, tres criadas, dos cocineras, el ama de llaves, un mayordomo y “la Seño”.

Mis padres no querían que nuestra educación se resintiera durante las vacaciones estivales, tres meses es tiempo más que suficiente para que unos niños olviden los conocimientos que se fijan tímidamente en sus pequeñas cabecitas. “La seño” era la encargada de que esto no ocurriera.

Tenía 21 años, para mí siempre tendrá esa edad. Era morena, inteligente y hermosa. Nos enseñó muchas cosas incluidas en el currículo de la época y otras muchas que no las habríamos aprendido jamás. Por ella aprendí a valorarme y a no ser arrogante con las personas que no gozan de mi posición, gracias a ella aprendí una de las lecciones más importantes de mi vida: me enseñó a acercarme al corazón de una mujer a través de la risa. Aún recuerdo sus palabras: “Jorgito, tu haz reír a una mujer y la tendrás para siempre”. Y qué razón tenía: el físico se estropea, el dinero se gana y se pierde, pero la simpatía, el humor, el saber arrancar una sonrisa a tiempo, es algo que supera con creces todo lo anterior.

"La Seño" me ayudó a ser como soy. Han pasado muchos veranos desde aquellos que pasé en Fuenterrabía. Por mi vida han desfilado muchas mujeres, algunas cazadoras de fortunas, otras no. En todas ellas la he buscado, en algunas creí verla, pero sólo era un tenue reflejo, un espejismo, la copia de un boceto inacabado del cuadro más hermoso jamás pintado por un pincel.

12 comentarios:

  1. Me ha encantado la parte en la que dices que para ti siempre tendrá 21 años, que gran verdad es esa, nuestros recuerdos congelan lo que más valoramos de cosas, vivencias o personas.
    Buen relato, me ha gustado.

    ResponderEliminar
  2. Preciosa estampa burguesa (alta) y entrañables lecciones las de "la seño". Me ha gustado mucho, Fernando.

    ResponderEliminar
  3. Mi relato de "La seño" está inspirado en mi madre, que fue institutriz de la familia foret durante 4 años.

    ResponderEliminar
  4. Un relato muy bien narrado, Fernando. Me ha gustado mucho. "Me enseñó a acercarme al corazón de una mujer a través de la risa" Una gran frase!

    ResponderEliminar
  5. Me gustan muchos estos relatos sobre nuestras vidas o las de nuestras familias, que de vez en cuando compartimos con el resto de VE. Es un bonito homenaje a tu madre y a su trabajo. Revisaría las comas -un clásico ya-, y las cosillas que a continuación te señalo. Ahí voy:

    La gran casa (adjetivo innecesario puesto que ya das cuenta detallada de cómo es la casa a continuación)

    pequeñas cabecitas (redundante, fuera el adjetivo también).

    Este párrafo lo reformularía así:

    Nos enseñó muchas cosas incluidas en el currículo de la época y otras muchas que no las habríamos aprendido jamás, de no haber sido por ella. Gracias a su buenhacer, aprendí a valorarme y a no ser arrogante con las personas que no gozan de mi posición, pero también, una de las lecciones más importantes de mi vida: a acercarme al corazón de una mujer a través de la risa.

    Y qué razón tenía: (dos puntos) el físico se estropea, el

    en Fuenterrabía(punto), Por mi vida han de

    En todas ellas,(coma)la he buscado (punto). En...

    Muy tierno tu relato, Fernando, pero sin caer en la sensiblería. Tu madre se alegrará de leerlo. Yo me alegraría, sin duda.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Geli, ya he corregido alguna de las cosas que me has dicho, otras las dejo como están porque las puse así a intención. Gracias por tu tenacidaz en las correcciones.

      Eliminar
    2. Gracias a ti por tenerlas en cuenta y valorarlas. Siempre las hago desde el respeto y el cariño, que eso no se os olvide nunca. Y por supuesto, con el objetivo de que todos aprendamos.

      Eliminar
  6. Un relato magnífico, con todo "lujo" de detalles.

    ResponderEliminar
  7. Fernando, seguro que Jorgito estaba enamorado de su "seño", esos primeros amores siempre dejan marcados a todos. Buen relato

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Seguro Wis, ahora Jorgito es un rico empresario de la capi.

      Eliminar
  8. Hermoso relato Fernando. Entrañable y bien narrado.

    ResponderEliminar