El manto de la noche lo cubría todo, nada
dejaba escapar. Las estrellas marcaban un limitado perfil dibujando copas de
árboles en derredor. El viento estaba ausente. Templada la temperatura. En
silencio las aves.
Enfurruñada volaba la joven luciérnaga
“Pi” zigzagueando en el aire.
La
tristeza le daba una dirección, el enojo otra. Entre ambas, subía, bajaba, para
un lado y para otro.
El atrevimiento por dejar atrás la fiesta
del multilumínico grupo no fue sencillo.
Miles de miles de luces resplandecían
intermitentes dentro, sobre y muy por encima de las espigas de trigo silvestre.
Cada clan a su altura, cada hembra con su mejor luz. La música la ponían los
grillos. La luna y las estrellas de la primavera invitaban a la fiesta. Ser
feliz con el mejor atuendo, disfrutar, comer y reproducirse. A algunas, poco
les importaba emitir con su pequeño faro un falso código si la glotonería
superaba sus ansias de diversión.
Los machos detrás de la mejor luz, el
código de señal más tentador. Nada novedoso en el festival. Para terminar, como casi siempre, engullidos,
si no eran precavidos ante la espontaneidad.
Mientras, la luciérnaga Pi en su volar
incansable, alcanzó el último prado ante los pies de los montes en la frontera
del bosque. Pi estaba agotada, y triste se detuvo en una tierna hoja que le meció al posarse. Su enojo había
desaparecido tras el vuelo.
A pesar de los esfuerzos nunca había
podido encender la luz. Noche a noche lo intentaba. Sus compañeros ya se divertían, paseando los farolitos que encendían y apagaban el nombre del clan.
Pi en su vuelo sólo dejaba rastro de
oscuridad.
Posada en su tierna hoja de Boca de León,
contempló las estrellas y deseó con fuerza poder iluminar, más de lo que
pudieran hacerlo un millar de luciérnagas juntas. Ser estrella un instante por
un momento.
Tal fue su fuerza interior que se iluminó
una Dragonaria violeta bajo sus patitas. Cerca, muy cerca.
Pi se asustó, casi se cae. Continuaba sin
tener su propia luz . El farolito violeta de la flor no se apagó. Resplandecía
entre la oscuridad iluminando el racimo próximo de Bocas de León.
Decidida, intento recordar cómo había
sucedido mientras contemplaba el interior de la flor donde reposaba la violeta
linterna. Se concentró muy fuerte y otra Boca se iluminó. Ahora sonrío y
juntando la energía de las estrellas, apuntó con su cola y …una a una las
flores fueron iluminándose en los distintos racimos.
Con desbordante soltura emprendió vuelo,
dejando caer aquí y allá luces por doquier. Rojas, violetas, azules, se
encendieron las corolas. Conejillos iluminados salpicaron el valle.
Tal fue la satisfacción de Pi que quiso
contemplarlos desde las alturas, mucho más alto de lo que nunca subió. Ascendía
y al girarse miles de pequeñas lucecitas iluminaban un cielo con estrellas de
colores. Quedó tan gratamente convencida del don que se le había otorgado que
se lanzó a volar entre las estrellas. El espacio la recibió. Aquí, allá y más
allá se iba iluminando una estrella. Por el cosmos en zigzag compartió
galaxias. Algunas se iluminaron, otras pasaron del negro al color. Vio nacer
universos multicolores y comprendió que todo estaba en una simple luciérnaga
sin luz, llamada “PI”.