El concierto empezó con
una obra de Brahms, la tercera Sinfonía. El director, cuya figura se destacaba
sobre un fondo de violines, flautas y oboes, inició su baile al compás de la
música y fue in crescendo a medida que la pieza musical tomaba cuerpo, se
magnificaba. Los compases guiados por su
experta batuta se agudizaban en algunos momentos, bajaban el tono como en un
susurro en otros, y renacían con más brío acompañados de flautas, violonchelos
y siempre la grácil silueta del director que ondulando su cuerpo y moviendo
ininterrumpidamente los brazos, nos transmitía las vibraciones y el vitalismo
de esta maravillosa composición.
Cuando escribió Brahms
esta Sinfonía, vivía un momento feliz y esto lo transmite con la música que
compuso en este periodo. Era mayo, el mes
en el que estamos también
ahora y él había cumplido
cincuenta años el día 7 de aquel mes del año 1883. Fue éste el principal motivo
por el que se trasladó al Balneario de Wiesbaden y alquiló una habitación con
vistas a un hermoso valle donde confluían
los ríos Rin y Meno. Allí pasó todo el verano. y es en este entorno, donde empieza a componer
la Sinfonía nº 3 en fa mayor. Tiene pues esta creación, un claro sentimiento
lírico de una enorme belleza y es consecuencia del ambiente bucólico, feliz y relajado, de donde
se encontraba.
Ocurrió, al principio
del tercer movimiento el Poco allegretto,
mi memoria se desplazó en el tiempo. De
forma inesperada recordé una época,
lejana ya, cuando escuché seguramente por primera vez esta Sinfonía. Se unieron
en un mismo entusiasmo, la música y los dos actores de una de las películas que
más me impactaron en aquellos años: "¿Le gusta a usted Brahms?"
Ingrid Bergman y Antony
Perkins eran, y creo que lo siguen siendo a pesar del tiempo transcurrido, dos
de mis actores favoritos y por supuesto el argumento de la película, con esos
alicientes añadidos, impactó en la jovencita romántica que era - y puede que lo siga siendo - de manera
tan rotunda que cada vez que escucho esta Sinfonía no puedo evitar el recuerdo
de ese amor del joven y la mujer madura que por los convencionalismos de la
época y la diferencia de edad, no puede llegar a un final feliz. Ella apuesta
por una relación adecuada llena de infidelidades y el joven Perkins, con ese aire tímido que lo
caracterizaba y su media sonrisa, parte hacia otros argumentos menos
románticos, y seguramente más crueles.
(Para que se nos quite el mal babor de "Las modelos". Una de cal y otra de arena, que de todo hay)
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