Veía su nuca preñada de
cabellos que, desde el moñete en la parte superior de la cabeza, caían como en
cascada. Algunas mechas eran doradas, otras más oscuras, pero el conjunto, poco
sofisticado, le confería un aspecto descuidado y juvenil. Varias veces sacó el
botellín del bolso y con un gesto que se adivinaba frecuente, lo empinaba hacia
su boca para beber un pequeño sorbo de agua. Estaba en primera fila, delante de
mí aunque un poco ladeada con respecto a la mesa. Así que yo podía ver sin
problema a los tres oradores y un poco a la izquierda su perfil siempre atento
a la intervención del marido, para desde su posición, sacarle fotografías con
el móvil, o ipad, o como se llame el portátil que sirve para casi todo. El
marido, con su cabeza blanquecina por la acumulación de canas, tiene un aspecto
mucho más envejecido que ella, aunque no es muy mayor y al que conozco desde
hace mucho. En ocasiones, le dirigía una
mirada cómplice y complacida a su mujer, que yo sabía que lo era porque habían
vivido durante una temporada en el barrio y me los encontraba de cuando en
cuando, sobre todo en la pescadería de mi calle. Siempre pensé que había sido
uno de los enamoramientos, tan frecuentes por cierto, de profesor-alumna o
alumna-profesor, que para el caso es lo mismo pues la diferencia de edad así lo
parecía. Aunque naturalmente era una apreciación mía y sin más argumento que ser
conocedora de que esto ocurre con cierta frecuencia. Es normal en la sociedad
actual. Ni bueno ni malo. Ella,- no recuerdo o puede que nunca haya sabido su nombre,- cuando su marido
tomaba la palabra y con sus manos reforzaba el discurso con vehemencia de buen
profesor, enfocaba la pequeña pantalla hacia su persona, que por cierto se
encontraba en el centro entre los otros dos oradores, y guardaba su imagen
reforzada con un aurea por los haces de luz que sobre su blanca cabeza, le
conferían aun más solemnidad de la que el acto requería. Estábamos entre amigos
o mejor entre conocidos la mayoría, y fue un acto entrañable por el reencuentro
con los colegas. De esos, que con el paso de los años, más apreciamos.
El texto me parece excelente.
ResponderEliminarMuchas gracias Vicente. En realidad quería contar solo eso, diez minutos de una escena.
ResponderEliminarMuy bueno, María Luisa!!!
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