-Niño, ¿No te da “cosa” pagar para que te peguen?
Yo me armaba de paciencia.
-Que no, abuela, que no. Que allí no nos pegamos, ni nos hacemos daño, sólo practicamos hapkido.
-Sí, si, kankido, vaya nombrecito –no se lo tragaba, lo veía en su mirada-, pero tú ten “cuidaíto” con los golpes…no te vayan a dar uno en la cabeza...
Hapkido es mi pasión, corre por mis venas, estoy enganchado a él y cuando me falta su práctica me entra el “mono”. Dulce droga que seguiré probando por cada Samsara que supere, es decir cada vez que regrese de nuevo a esta existencia, como dicen los budistas.
Y es que un Maestro dijo una vez que en esta vida se aprende el arte marcial y en la próxima se perfecciona. No sé por qué pero me encantan las meditaciones de los antiguos, como yo les digo.
Guardo mi kimono en la mochila, -en los manuales salen fotos de un señor que los dobla muy bien y los guarda con mucho cuidadito, explicándonos cómo hay que cuidarlo y tratarlo, pero la verdad es que el noventa y nueve por ciento, entre ellos yo, no le hacemos el menor caso y lo metemos como podemos, a presión casi siempre…
Cuando llegas al gimnasio, un poquito de charla con los “compis”, cada uno te cuenta su película del día y, una vez cambiado, antes de entrar en el docham (tatami), saludas como muestra de respeto, porque en toda arte marcial hay unas normas de cortesía que han de cumplirse ya que estas nos dan un referente de comportamiento necesario para la correcta convivencia.
A la voz del maestro –Sabonim-, formamos y realizamos tres saludos: al Maestro fundador del arte (Do Ju Ning) –En el nuestro fue un Coreano llamado Choi Jon Sul. Si no os aburro con esto puede que os cuente de su vida-, a la bandera (tenemos tres: Coreana –patria del arte que practicamos-, española y, en mi comunidad, andaluza).
Comienza el calentamiento: "a correr venga venga que suban esas pulsaciones al suelo arriba al suelo arriba flexiones abdominales saltos a ver tú que te estoy viendo y como no me hagas las diez flexiones te cargas cincuenta abdominales de más esos cintos altos que den ejemplo ¿qué pasa aquí? Que mi abuela corre más que todo vosotros"….cuando las pulsaciones suben hay que volver a relajarse.
Pasamos a la parte técnica, la propia del arte. Hoy puede tocar luxaciones, proyecciones, etc… es juicio del instructor ¿A quién va a coger de sparring el Maestro? ¡Ya me ha “pillao” otra vez! Y encima luxaciones…
Hay que hacer la técnica con sentimiento, poniendo todo tu corazón en ella, concentrando toda tu mente en ese instante, en ese momento que nunca más se repetirá, has de lograr la perfección, la maestría con la constancia. Pero ello solo se logra si sientes amor por lo que haces…como todo en la vida.
Es muy importante cuidar al compañero, no lesionarle, has de ser agradecido con él porque el compañero presta su cuerpo para que tú puedas practicar, te regala su confianza, el respeto ha de ser mutuo.
Casi al final de la clase viene una de las cosas más estresante en esta práctica, en coreano se llama “Ho Shin Sul” y es señal de que como no te muevas mucho te van a dar de galletas por todas partes. Esto no es sino aplicar prácticamente todo lo que aprendes. Hoy por ejemplo te rodean cuatro compañeros y te irán atacando de uno en uno con distintos ataques, golpes descendentes, laterales, etc, desde distintas posiciones o ángulos. Al principio muy bien pero pronto sube el ritmo y estos tíos no paran y con el rollo de que somos colegas me quieren cazar y yo no me quiero dejar así que al final uno recibe y reparte porque el que me diga que a él nunca le han dado un golpe, no me lo creo y estalla el estrés y entonces comprendes que por mucho que entrenas aún te queda mucho por entrenar y entonces comprendes…que el verdadero Camino es no tener Camino. Saber que aquí y ahora es lo que importa y que aquí y ahora es donde debes estar y vivir. Nunca en el pasado que ha muerto ni en las metas del futuro que no existen.
Al final, relajación. En posición loto, respirar, solo respirar; el corazón vuelve a su ritmo normal. Silencio, solo tú y tu respiración.
La mente se relaja.
Un día más que muere, pero otro que nace.