Creía que había nacido con esa
lacra, no sabía cómo llamarla, pero estaba convencida, desde que tenía uso de
razón, de que se trataba de una enfermedad. Todo se iniciaba cuando la
descalzaban cuidadosamente y a partir del momento en que sentía unas manos ajenas en
sus extremidades inferiores, se instalaba en el séptimo cielo y se dejaba envolver por una estela mágica y placentera, que luego sería incapaz de describir. El
solícito empleado la tomaba del pie cuidadosamente y se lo colocaba en una piel suave y
cálida, que la acogía por completo. Después hacía lo mismo con el otro, para
que comprobara cómo le sentaban ambos. Tómese su tiempo -le comentaba el vendedor,
mientras le situaba un espejo a nivel del suelo-. Pero ella ya no se podía
levantar ni tenía palabras. El clímax había ido ascendiendo por su cuerpo hasta
llegar a sus mejillas y ruborizarla. A veces, la tenían que sacar de su éxtasis
con un vaso de agua o un frasquito de sales que llevaba en el bolso. Se despedía balbuciendo una torpe excusa acerca de su indisposición y salía del establecimiento a la búsqueda de más novedades de tafilete.
Me ha gustado mucho, Maga, ¿pero iba de zapatería en zapatería?
ResponderEliminarEra muy animosa!!
EliminarBueno, si ella encontraba el placer probándose solo, no hacía falta que se los comprara, por lo tanto podía ir de zapatería en zapatería... Original micro, Malén.
ResponderEliminarQué divertido..."tómese su tiempo"...y mientras tanto alucinando.Y lo mejor,el frasco de sales.A veces,las fotografías antiguas,nos traen un vocabulario perdido en el tiempo.Recuperamos sin darnos cuenta,objetos y expresiones de mucho atrás.
ResponderEliminarBonito Magda.Bonito.