Ese tipo que cada día vaga arriba y
abajo en Central Station es uno más de los millones de despojados por la Gran
Depresión. Nieto y bisnieto de esclavos, siempre tuvo una ocupación segura en las
ahora abandonadas plantaciones de tabaco de Virginia, desde donde llegó con su
familia buscando la oportunidad de sobrevivir. Pero la Gran Manzana es una
ciudad canalla: no hay trabajo y menos para negros palurdos y analfabetos, abundan
los timadores callejeros y una vida no vale un centavo.
Una pequeña mafia de desarrapados le
convenció rápidamente, a base de hematomas, que debían ser otros los que limpien
las botas de los blancos. Ahora, a cambio de una mísera propina, el hombre intenta
ayudar con sus valijas a los pasajeros que llegan en tren a New York. Ya conoce
de memoria los horarios y sabe qué convoyes podrían resultar más rentables; con
eso y todo el producto de su larga jornada es ridículo y no alcanza siquiera
para alimentar a su esposa e hijos.
Jo, Rafa, es muy dramático, no dejas lugar para la esperanza. Es tristemente bello. Un corazón aunque aquí no tengamos.
ResponderEliminarGracias, Lu. Después de colgarlo aquí lo he retocado mínimamente para Falsaria (me di cuenta que podía mejorarse un poco)
ResponderEliminar¿Ves? Te conviene publicar aquí y así mejoras.
EliminarCierto, cierto!!
ResponderEliminarUn micro duro, Rafa, pero tristemente real...
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