Estaba
a punto de terminar mi novela cuando me surgió aquel viaje ineludible. No me lo
pensé dos veces. Le di las llaves de mi deportivo a Esther, mi mujer, y cargué
con la máquina de escribir y unos cuantos folios. Tenía la sensación de que si
no soltaba el final que la noche y los sueños me habían revelado lo olvidaría
todo y nunca podría concluirla. Le pedí que condujera despacio y fui tecleando
todo el camino. Después de cuatrocientos kilómetros conseguí poner la palabra
fin. Mis protagonistas encontraban la muerte en una carretera comarcal. Alcé la
vista justo a tiempo de ver el camión
que se nos acercaba peligrosamente de frente y di un volantazo certero que despertó
a Esther y nos salvó de un aciago destino.
Lu, cada vez que te leo me entran ganas de dejar de escribir... Pones el listón demasiado alto.
ResponderEliminarNo digas eso, Rafa; tenemos algo en común: a mí también me gusta mucho lo que tú escribes. Me gustaría que al leerme te entraran ganas de escribir más.
EliminarBuen final para un mejor relato, Lu!!
ResponderEliminarMe gusta, Lu, me gusta...casi tiene el final de su propio protagonista. Buen final...y buen susto. Un abrazo.
ResponderEliminarUn gran relato, Lu. Eso que siempre dices de "cuidado con lo que escribe no se haga realidad..." casi se cumple con tu protagonista.
ResponderEliminarBreve y muy explicito. Me gusta Lu.
ResponderEliminarMenos mal!! Muy chulo!!
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