viernes, 25 de enero de 2013
NECESITO HABLAR DE ELLA
Esta tarde necesito hablar de ella, y el tipo que me mira desde el otro lado de la fotografía, apoyado en un coche (seguramente un Thunderbird del 64) y con pinta de matón de Marcelo Santos o de contrabajista en un quinteto de jazz de Nueva Orleáns, no me lo va a impedir. Necesito hablar de ella y su piano, de ella y su voz, de ella y su piel de ébano, de ella y Sinnerman (esa eterna canción que, como un bucle sin fin, para y vuelve a arrancar hasta tres veces en los más de diez minutos que dura), de ella y sus dedos (arañas sobre el blanco y negro de las teclas...), de ella y yo. Aunque, ahora que lo pienso, es muy probable que el tipo que me mira al otro lado de la fotografía (sí, ese con pinta de matón de Marcelo Santos o de contrabajista en un quinteto de jazz de Nueva Orleáns) sea uno de los muchos amantes que ella tuvo a lo largo de su vida; un extraño caso de amor interracial en medio de ese enorme desierto moral norteamericano. A lo mejor el tipo espera a que ella salga, apoyado en su Thunderbird del 64 (ya estoy seguro), de uno de sus conciertos para marcharse los dos a un destartalado motel de carretera y hacer el amor toda la noche hasta caer rendidos en el dulce sueño del cansancio y del sudor. Por la mañana, cuando ella y él despierten, con el sabor de sus cuerpos todavía en sus labios, desayunarán café y tortitas con nata y dejarán una buena propina a la cuarentona camarera que les atendió, madre de tres hijos y esposa de un mecánico borracho. Cruzarán cientos de millas de carreteras interestatales, él conduciendo el Thunderbird del 64 y ella a su lado, con su pañuelo de seda cubriéndole la cabeza, sus gafas de sol y su cigarrillo Pall-Mall mentolado entre los dedos. Se querrán eternamente durante los tres días que estén juntos, pues ambos saben (y tú que me lees también lo sabes) que el verdadero amor en el cine y la literatura es efímero; tan fugaz como el Pall-Mall mentolado que Nina Simone acaba de apagar. Pero no desesperéis, ni estéis tristes o apesadumbrados. Todos sabemos que Sinnermann vuelve a empezar una y otra vez a lo largo de sus más de diez minutos. ¿Quién dijo que la eternidad era más larga? Además, yo solo necesitaba hablar de ella.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Plas, plas, plas, aplausos para ti y para ella y un abrazo.
ResponderEliminarMarco, me ha gustado mucho muchísimo. Observo que has incorporado muy estudiada e inteligentemente los 5 sentidos a lo largo del relato. Felicidades, a mi también me gusta Nina Simone.
ResponderEliminarJo, Marco... Me he quedado...no sé cómo explicarlo. Tu relato tiene una cadencia que me ha recordaddo a Philip Roth, no exagero. Enhorabuena. Y visítanos más, me encanta leerte.
ResponderEliminarMe atrevería a decir que es de lo mejorcito que has escrito, con ese guiño constante al lector y la excusa de la foto para que tu prota nos hable de su amor por ella. Realmente bueno!!
ResponderEliminarMe ha encantado. Me ha transportado a mis años de lectura de novela negra, y cómo no, con Nina Simone de fondo. Gracias, Marco A.
ResponderEliminarFantástico Marco, siempre merecen la pena tus textos.
ResponderEliminarUn abrazo.