miércoles, 28 de marzo de 2012

PA EL JURAO DEL CONCURSO (II ENTREGA)

La verdad es que Remedios siempre buscó soluciones para todo y la niña se lleva estupendamente con ella y los aires del pueblo pues que hacen que las musas esas de que hablan por ahí que se les aparecen a los escritores le aparezcan a ella de una forma muy espontánea y natural. Yo misma fui testigo de esto en una ocasión. Fue hace poco más de un año. Debió ser en Enero o Febrero, porque habíamos ido mi marido, Juanito y yo a la sierra para hacer chorizos y, bueno, Juanito es mi hijo, el pequeño, porque el mayor prefiere cosas más altruistas. Eso dijo para quedarse en Moratalaz, pero al final que me enteré que se fue de botellón, que lo vió Nemesio, el primo de mi marido que es barrendero. Claro, le dije al Enrique, que ya estaba dispuesto a tener un altercado con el niño, le dije, mira que el Juanito es como todos los adolescentes de hoy en día y se fue de botellón de esos, pero sin alcohol, y seguramente vomitó en el recogedor del Nemesio por algo que comió, que le hizo daño. El caso es que nos fuimos a la sierra para el tema de los chorizos y el hijo pequeño se emperró en que Romy viniera y se lo dije a Raquelita, la madre y ella, tan contenta, que se vino. Pues estábamos cenando pollo con patatas fritas y una salsa de puerros y la Romy ya en el primer muslo se sintió como nerviosa, un poco alterada. Yo en eso me fijo mucho, estaba así como esperando algo. En un momento se sacó el bolígrafo del moño. Siempre lo lleva. Pues sacó el bolígrafo, de esos de plástico que tiene un capuchón azul, que no me acuerdo de la marca ahora. Lo destapó con ansia tirando la tapa, que por cierto cayó en el plato del Enrique salpicando la camisa de trocitos de puerros. Comenzó a escribir muy rápido y con muy buena letra unas cosas preciosas en el mantel portugués de los chinos que compramos en Andorra. Mi marido me miraba un poco así como subiendo las cejas y moviendo las manos de adentro hacia fuera y yo lo miraba moviendo mi mano derecha hacia abajo, como para decirle que no la interrumpiera. Juanito solo comía. Le encantaba chuperretear los alas de pollo y la miraba de vez en cuando pero sin dejar de comer. Enrique que quería limpiar la camisa con la servilleta mojándola en vino. Yo callada y moviendo las manos para que el Enrique no estropeara más la camisa. Bueno. Cuando vi que sin aún fijarse en nosotros volvía su lápiz al moño le cambié el plato al Juanito que ya se había comido el flan con la salsa del pollo. Le envío foto del mantel para que vea que no miento ni exagero nada. Romy suspiró satisfecha y yo retiré cuidadosamente el mantel y seguimos con las servilletas extendidas Esto venía a cuento de eso de la inspiración. Esto lo cuento como una de muchísimas anécdotas que podría contarle y que demuestran lo preparada que está para la escritura. (CONTINUARA). Ultima entrega, próximamente.

3 comentarios:

  1. José Luis, de tu historia sobre Romy, lo que más me gusta es la voz narrativa y cómo conservas su punto de vista, mediante el lenguaje que usa. Me está gustando mucho.

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  2. Jo, es igualica, igualica que la que limpia mi oficina, jajajajajja, lo bordas, en serio, escribe una novela así, es genial

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  3. Este estilo siempre lo bordas, José Luis. Me encanta. Felicidades.

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