Me llamo Gastón y soy cátaro. Los católicos me llaman hereje,
se ríen de mí y me persiguen con palos. Los cátaros somos pacíficos. Nos alejamos
del catolicismo debido a los excesos cometidos por los papas y nobles contra los vasallos. Nuestra religión
predica la austeridad puesto que los bienes materiales son cosa del Diablo. El
Reino de Dios no es de este mundo y nuestras almas se reencarnarán, una y otra
vez, hasta alcanzar la visión de la divinidad, sólo entonces, podrán ascender
al paraíso; por eso, no tenemos miedo a la muerte.
Estoy viviendo en el castillo de Montsegur. Es un lugar
situado en lo alto de una montaña a la que sólo se puede acceder atravesando un
camino empinado y pedregoso, rodeado de bosques sombríos. A pesar del peligro
que supone el ascenso, Hugues des Arcis ha comenzado el asedio al mando de ocho
mil hombres. Gracias a los montañeses de la región, hemos resistido durante
diez meses. Los señores Ramón de Pereille y Pierre de Mirepoix negocian nuestra
rendición y dos centenas de hermanos abjuran y abandonan la fortaleza, el resto
nos quedamos.
En la mañana del dieciséis de marzo de mil doscientos
cuarenta y cuatro, los soldados levantan una gran hoguera al pie del castillo,
nos obligan a bajar a base de patadas, golpes y empujones. Doscientos diez
hermanos arden en silencio. Hay hombres, mujeres y niños. Sus cuerpos crepitan
entre las llamas, el hedor es insoportable…sus almas consiguen elevarse
ligeras, hacia la eternidad.
Yo permanezco en Montsegur, logré esconderme en una de las
numerosas cuevas que atraviesan la montaña y que se comunican por medio de
largos y oscuros pasadizos. Conmigo se encuentran algunos hermanos más. Somos
Los Elegidos y custodiamos el tesoro: La Piedra de Luz…pero esto forma parte de
otra historia.
¡Qué pedazo de historia más bien contado! ¡Qué bien Amparo, veo que has aprovechado de maravilla tu periplo por tierras extranjeras.
ResponderEliminarDe acuerdo con Julieta, una gran historia. Un abrazo.
ResponderEliminarEstoy esperando la segunda parte. Muy bien escrita y realmente eso es lo que sucedió. El viejo Gaston sigue ascendiendo a la montaña y sigue creyendo como sus hermanos que pueden morir hombres buenos pero jamás podrán matar sus creencias que se guardan en cofres esperando que personas como Amparo se acerquen y los abran. Te lo dice un "catarelo", jajajaja, apodo de nuestra familia desde tiempos no conocidos.
ResponderEliminarBello relato histórico!!
ResponderEliminar¡Gracias,ahora tendré que escribir más! Me he metido en un jardín...cátaro !
ResponderEliminarAmparo, es super chulo, escribe más, porfa, porfa
ResponderEliminarQué bien, una clase de historia. Es lo que tiene viajar, siempre se aprenden cosas nuevas. Enhorabuena, Amparo.
ResponderEliminar¡¡¡Bravo, Amparo!!! Me ha encantado el relato.
ResponderEliminarAmparo, esto no lo supera ni Posteguillo.
ResponderEliminarEnhorabuena, Amparo. Un maravilloso relato. Fiel a la realidad. ¿Sabes? SWoy admirador de los extintos Cátaros...y Montsegur, el castillo, es uno de los lugares que deseo visitar.
ResponderEliminarPues anímate. Ya sabes, calzado de montaña y ropa cómoda y como tú estás en forma, no tendrás ningún problema en subir. ¡Cuidado con Gastón y los demás...no te asustes!
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