Era la víspera de la fiesta del pueblo. Sandra le había pedido a su marido que le llevara a la capital, tenían invitados y le faltaban cosas por comprar. Él le prometió que volvería nada más jugar la partida. Inesperadamente el juego se alargó. La bronca estaba asegurada. Fueron discutiendo en el coche. Daniel conducía con brusquedad. Eran quince kilómetros que conocía de memoria. Ya se veían los primeros edificios de la ciudad, Daniel aceleró, el Fiat Punto iba demasiado lento y el camión de la cementera parecía que venía lejos. Los dos callaron su discusión. Miraban de frente, el camión se les venía encima.
En la habitación 612 recibían una gran noticia, por fin llegarían los riñones, en principio compatibles con los de Juana. Llevaba más de dos años enganchada a una máquina. Aquel atardecer dos hombres lloraban: Daniel de dolor y rabia, Mateo de esperanza y alegría.
La otra cara de una desgracia, desgarrador y real. Me ha gustado.
ResponderEliminarEl contraste final me ha gustado mucho.
ResponderEliminarCon tu relato escueto y contundente me has dejado frío, para la próxima una de risas porfi.
ResponderEliminarFergal esta muy bien redactado con pocas palabras trasmites muchos sentimientos. Felicidades.
ResponderEliminarEnhorabuena por un relato tan bien narrado y tan sincero, sin adornos ni florituras. La palabra precisa.
ResponderEliminarDe acuerdo con los comentarios, me ha gustado.
ResponderEliminarSí, es frio, pero la inspiración se presenta por sorpresa y ya se sabe ...
ResponderEliminarMe alegro que os haya gustado, me animais un montón.