Y aquí estoy, frente al pelotón de fusilamiento, fumando mi último cigarrillo. Lo he pedido por joder al sargento, porque yo ni fumo ni he fumado nunca y sospecho que no lo voy a hacer jamás. Siempre me ha caído muy mal este maloliente mascador de tabaco y mi último deseo es que tenga que estar poniéndome y quitándome él mismo el cigarrillo de los labios después de cada calada, no vaya a ser que me muera por asfixia. Estaría bien que le metieran un paquete por dejar que me muriera antes de fusilarme. Más de uno del pelotón que está delante de mí se alegraría. Por cierto, ¿por qué diantre le llamarán pelotón? Si sólo son cuatro y se van a poner en fila para dispararme. Podrían llamarles “la parada del cierre” o “la fila del adiós forzoso”, pero lo de pelotón suena hasta grosero.
Mientras les hablo estoy pensando que no tengo posibilidad de escapatoria porque el sargento me va a dar no uno, sino dos tiros de gracia, incluso puede que tres, lo veo en sus ojos cada vez queme retira el cigarrillo. Preferiría que el tiro me lo diera el oficial de guardia que, al menos, es buena persona y viene de buena familia, se le nota que tiene una cultura y unos estudios, no como este trozo de carne con uniforme que lo más probable es que si no estuviera dentro del ejército lo estaría dentro de una celda, casi con toda seguridad. El caso es que él se queda y yo me voy... cosas de la vida (es guapo este oficial, no me había percatado hasta ahora. Seguro que el porte que le da fumar en pipa tiene que llevar de calle a más de una damisela de la nobleza de los alrededores)
El general también ha venido. Lo sé porque el viento me trae el aroma de sus puros. No alcanzo a verlo pero sé que está ahí. Cuántas veces me amenazó con ponerme delante de un pelotón de fusilamiento por sisarle algún que otro puro tras mandarme a comprárselo; pero debí ser el que menos le robaba porque al final siempre volvía a confiar en mí. Estoy seguro que mientras firmaba mi sentencia de muerte reencendió un puro a mi salud y lo hizo durar. Para mí es como un padre, y los muchachos de la compañía lo respetan y lo aprecian de verdad. Vale, acabo de ver el humo de su cigarro, está detrás de aquel árbol, a solas, como siempre. Es el hombre más solitario que haya visto nunca sobre la faz de la Tierra.
Bueno, creo que toca despedirse. Este cigarrillo no da para más. Ahora caigo en la cuenta de por qué se ofrecen cigarrillos como último deseo y no puros.
Queridas damas... caballeros... ha sido para mí un verdadero honor y placer haber podido hablarles en estos últimos instantes de mi vida. Agradezco mucho su atención.
N.A.: El tiempo que se tarda en leer este relato es el mismo que tardaba yo, antes, en fumarme un cigarrillo. Por eso dejé de fumar, porque me salían los relatos muy breves.
Jajaja, qué bueno, un lujo tus relatos. Enhorabuena. (También por dejar haberte librado de la causa de tus relatos breves)
ResponderEliminarMadre mía qué relato, que cantidad de pensamientos pasan por la mente de tu sentenciado, es pura ironía, sabe que va a morir y lo hace con estilo y clarividencia. Me quito el sombrero Eufrasio.
ResponderEliminarTu relato es bastante largo. ¿Por eso los míos son tan cortos?
ResponderEliminarMuy bueno, se me ha hecho corto
ResponderEliminarEufrasio menudo relato, pero me queda la duda de ¿ que había sucedido con este pobre hombre para que lo fusilasen es que le compró alguna vez mentolados al sargento?
ResponderEliminarEnhorabuena Eufrasio. He disfrutado muchísmo leyendo tu relato, y aún me ha sobrado tiempo para aplastar la colilla en el cenicero, jajaja. Está tan bien escrito y tan bien retratado todo... Buenísimo amigo, buenísimo.
ResponderEliminarGenial relato. Gratulieren.
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