Cada tarde, al pasear
cerca de aquella tapia alta, cubierta por completo de espesura, vencía la tentación de fisgonear qué había al otro lado. Se alejaba de allí con paso
seguro, ufano por haber sabido reprimirse.
Sin embargo, la parálisis,
que ahora habita en su cuerpo, le impide saciar aquella curiosidad y no pasa un
solo día sin que se arrepienta, una y mil veces,
de su maldito autocontrol de antaño.
Buen relato, Geli. Cada vez son más cortos.
ResponderEliminarSin tregua con el protagonista. No aprende ni aún paralítico. Me ha gustado. Enhorabuena.
Gracias, Eu. Un placer que me leas.
EliminarMejor soltarse la melena y no autocontrolarse tanto mientras se pueda, ¿no? Me ha gustado, Geli, vamos a ver si lo aplicamos. Besos.
ResponderEliminarMuchas veces la parálisis no es física, sino mental... Geli, yo estoy con Lucrecia, hay que soltarse los botones para que corra el aire... Breve y muy preciso el micro. Un beso.
EliminarEl autocontrol tiene sus ventajas y sus desventajas, y como todo, llevado al exceso resulta más que perjudicial. Por contra, la ausencia de él, a menudo puede llevarte a situaciones insostenibles de las que es difícil salir airosa. Un tema que también daría para muchas discusiones. Gracias a las dos por vuestras aportaciones.
EliminarMe encantan estos pequeños comentarios, estos retazos de pensamiento que os/nos desnudan un poco frente a los demás.
Muy buen micro, Geli. Te estás haciendo una experta.
ResponderEliminarEso mismo pienso de ti, princesa.
EliminarJoder con las enfermedades!!
ResponderEliminarSí, es cierto. En tu micro también sacaste muy buen partido de ellas. Un beso.
EliminarPobre hombre, tendrá que seguir autocontrolándose, jejeje. Muy bueno.
ResponderEliminarGracias, Dori. Te echaba de menos.
Eliminar¡Cuánto dices con tan pocas palabras! Redondo. Enhorabuena.
ResponderEliminarPrecioso Geli. No es tan fácil decir tanto en tan pocas palabras
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