Podría empezar contando, que me lo encontré en la fila de los que
esperábamos para coger el vuelo de regreso a Bilbao desde Londres. Podría
decir, que al llegar a Bilbao, supe que también él, cogería el bus para
Pamplona. Os diría, que hablamos de fútbol, de teléfonos móviles, de costumbres
diferentes, de cosas de chicos, pero, nunca sabré contar cómo la conversación,
por sus propios medios, llegó hasta la historia que escuché de su boca y ahora
os escribo.
Esther, bien podría ser la chica sentada sobre la cama que mira su
diario de forma ausente, recién llegada de alguna parte, entonces, Diego, sería
la causa de su ausencia.
Él, la adoró desde siempre y en nueve años, no quiso abandonar el
refugio de su sombra. Pero la luz es caprichosa y a veces, proyecta sombras que
no encajan en el cuadro. La sombra que creció y aportó el color gris al cuadro
de Diego, fue la madre de Esther. Nunca lo aceptó como novio de su hija, no
sabremos si por su origen ecuatoriano, sus errores de juventud o los planes que
tenía trazados para su niña desde la cuna. Ella, le amaba como se ama cuando se
es joven, sin tamiz, pero, una madre con voluntad, puede hacer mella en un
corazón adolescente. No ayudó su embarazo involuntario, tampoco ayudó la
interrupción del mismo, sin contar con la opinión de él, contando tan sólo con
la voz al oído de su madre. Y se rompieron los sueños de la familia de Diego, sueños por ser abuela, tía, padrino y compañero de guardería. Se abrió el grifo de
la discordia. Él, puso un mar de por medio y viajó a Inglaterra para mejorar
sus opciones, para correr una cortina de lluvia y niebla sobre su vida.
Pasaron dieciocho meses, contados así, como la edad del bebé que
nunca tuvieron y su amor, aun dormido, soñaba cada día con juntarles de nuevo.
Se libraba una batalla cada noche, en la que el corazón salía vencedor sobre la
obediencia.
Mucho antes de coger el avión para volver a casa en el día del
cumpleaños de su madre, Diego, maduraba una idea en su cabeza: trataría de
convencer a Esther para que se fuera a vivir con él a Inglaterra, para que
rompiera los planes que no había trazado ella sola.
Y llegamos a Pamplona cuando me contaba que sólo su hermana sabía que él estaba allí, que su madre se llevaría una gran sorpresa, que ojalá le preparase “bolas de verde” para cenar esa noche. Lo que no sabía Diego, es que su hermana había hablado con Esther y era ella quien esperaba en la dársena, quien lo rodeó con sus brazos nada más bajar del autobús, quien le miró a los ojos y besó en los labios como si nada hubiese pasado.
No os diré que Diego me llevó a casa como había prometido. Salí de sus vidas de la misma forma que había entrado, sin querer, sin pedirlo, viendo como Diego y Esther, se perdonaban.
Y llegamos a Pamplona cuando me contaba que sólo su hermana sabía que él estaba allí, que su madre se llevaría una gran sorpresa, que ojalá le preparase “bolas de verde” para cenar esa noche. Lo que no sabía Diego, es que su hermana había hablado con Esther y era ella quien esperaba en la dársena, quien lo rodeó con sus brazos nada más bajar del autobús, quien le miró a los ojos y besó en los labios como si nada hubiese pasado.
No os diré que Diego me llevó a casa como había prometido. Salí de sus vidas de la misma forma que había entrado, sin querer, sin pedirlo, viendo como Diego y Esther, se perdonaban.
Espero que este relato sirva para que Diego y Esther se encuentren de nuevo.
ResponderEliminarDime que la historia es verdad. Soy de las que siguen creyendo en el amor y en su fuerza para moverlo todo. Ojalá sea cierta y Esther siga hoy abrazada a su amor como en ese aeropuerto... Gracias amigo por esta maravilla!!!
ResponderEliminarEs todo verdad, Lara. Pero qué romántica eres.
EliminarY mira q intento dismularlo...
EliminarPues a mí me pasa como a Lara. Está muy bien contada tu historia, Fernando. Además, he creído ver las dos fotografías en el relato. Espero que sigan juntos, los protagonistas.
ResponderEliminar¡Ah! Ya te iba a poner falta esta semana. Me gusta verte por aquí.
Soy una sensiblera, las lágrimas se asoman sin permiso y caen sobre las mejillas de alegría por leer una historia tan hermosa, tierna y encima real. Enhorabuena Fernando y me alegro de volver a leerte, espero que se repita con más asiduidad
ResponderEliminarGracias Fina, la verdad es que llevo un tiempo sin fallar una sola semana con mis historias. Me gusta que te gusten.
EliminarVaya Fernando, te salió una vena más que romántica. Bonita historia, la verdad es que los personajes que se encuentran en los viajes siempre son dados a narrar su vida sin tapujos, tal vez amparados por lo ligero del encuentro.
ResponderEliminarHay por ahí un párrafo con unas frases preciosas: "correr una cortina de lluvía y niebla sobre su vida".
Sólo un pequeño "pero", creo que has abusado de los nombres de los protagonistas, en lugar de repetirlos tantos, le daría más calidad al relato, decir por ej. "ella" o "él", ya que se sobreentiende, pero no me hagas mucho caso, es sólo una sensación.
Siempre me gustan tus historias.
Abrazos.
Ah, el título logradísimo, cada vez considero más, la importancia de ellos como parte vital de los cuentos.
EliminarGracias Yolanda, lo repasaré a ver como me suena.
Eliminar¿Esas historias existen? Me parece precioso que todavía existan, hacen que todavía no pierda la esperanza...
ResponderEliminarHola Fernando... a mi también me gustaría que estas historias pasaran con frecuencia... y parece que la que cuentes tú haya ocurrido de verdad... relato muy vivo y cercano.
ResponderEliminarYo estoy convencida de que historias como esta suceden en el mundo a cada rato. Gracias por contárnosla tan bien. Fernando.
ResponderEliminar