martes, 5 de junio de 2012

DE VUELTA A CASA


Llueve, el agua adolescente corre escaleras abajo sin freno... sueña desaforada con llegar al mar...  La paciencia de Manuel es ancha, profunda y romántica.
Alguien con voz nerviosa le suplica:
- ¿Puede vigilar un momento mi chelo? ¡Vuelvo ahora mismo! Debo hacer una llamada urgente y en la cabina de la esquina  no cabemos los dos... ¡Por favor Señor!
 ¿Que hago aquí? ¿A quién estoy aguardando? No conozco a esa muchacha de nada, ni siquiera recuerdo los rasgos de su cara. Giro mi cabeza a ambos lados de la calle y busco una mirada cómplice...
- ¡Oiga caballero! ¿Recuerda a una chica menuda, morena, con  falda larga estampada en flores y una chaqueta de punto grueso de color marrón?
- No le oigo bien, no se quÉ dice... yo no he visto a nadie... ¡muévase hombre, se va a empapar!
El paraguas es pequeño, minúsculo, no cabemos los dos... y este instrumento es tan grande, tan orondo y se mantiene tan mudo que a su lado, solamente puedo oír el ruido de las gotas estrellarse sobre el suelo, sobre su cuerpo de madera e irremediablemente, contra mi gabardina nueva...

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