ROSARIO

Las chicas de la sección femenina trabajan sin cuartel. Hay que terminar pronto los uniformes y abrigos que se enviarán al frente ruso para los soldados de la división 250, o la “Blaudivision”, como la llaman los alemanes, o la División Azul, como se le conoce en España.

-Espero que este abrigo llegue pronto a mi Toño –dice Rosario-. Es muy friolero, el pobre, y lo debe estar pasando de mal...

-Seguro que allí encuentra quien le caliente…- Le responde Conchita, con cierta maldad, entre risitas apagadas.

-¡Ay, hija! ¡Qué aguafiestas eres!

-¡Silencio, niñas! ¡Al trabajo!

La jefa de sección se pasea entre las costureras, revisando su trabajo.

Rosita cose a toda prisa y, sin darse cuenta, pierde la mirada en el techo. Piensa en Toño, tan alto, tan apuesto, tan guapo. ¿Quién le mandaría meterse en esa clase de aventuras? Le gusta pensar que Toño contempla cada noche la foto que le envió cosiendo y que logra arrancarle un suspiro de nostalgia.

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Leningrado. Posición A

Toño baja la mirada del cielo, sus ojos empañados por el frío dan una última mirada a la foto en la que Conchita aparece cosiendo frente a su “Singer”. Después la guarda en el bolsillo de  su chaqueta. También piensa que quién diablos le obligó a meterse en aquella aventura y que su sitio estaba junto a Rosario, formando una familia. 

El compañero toca una melodía alegre con la armónica hasta que sus labios quedan pegado al metal por el frío, entonces Toño ríe mientras el otro maldice.

Aunque el hielo lo cubre todo, el sol luce hermoso, tanto que dan ganas de pasear bajo él. Se imagina esos campos llenos de trigo y girasoles, como en su tierra y le dan ganas de saltar los sacos terreros de la posición y escarbar en la tierra a ver si encuentra la simiente azulada del girasol. Pero si lo hece, de seguro, lo único que sabe que encontrará serán los cuerpos momificados de los que cayeron en la ofensiva de hace tres meses.

Los de posición B cantan y ríen. No es un mal día.

De pronto suena un silbato y todos callan. Algo va mal. Un murmullo crece desde el horizonte.

-¡Ahí vienen! -Gritan.

Una explosión y el compañero se desploma. La armónica ha emitido un  ruido extraño, siniestro. En el horizonte aparecen tres moles de acero verde –T 34-  y una oleada de figuritas parduzcas que gritan: ¡Jov Tovjemaaaaaaad!

Desde posición B gritan con desesperación:

-¡Anzurez, por tus m…cárgate a ese T 34, que nos fríe!

Entonces todo se envuelve en una nube de pólvora, disparos, sangre y  confusión.

Toño reza para salir de esta y volver sano y salvo. El temblor de su cuerpo apenas le deja apuntar con su fusil.

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-…Y lo bien que estará Toño, cantando entre sus compañeros, porque Toño canta muy bien, Conchita. En las fiestas del pueblo enamoraba a todas las chicas con su voz y yo me ponía de celosa…- Rosario ríe por lo bajo mientras se apresura a terminar el pantalón que, cree, su Toño lucirá muy pronto.
-¡Qué ganas tengo de conocerle!
Rosario, celosa, le hace pucheros y le saca la lengua en son de burlas. Conchita sonríe su travesura al saber que la saca de quicios. La jefa de sección riñe a ambas.

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-¿Posición A? No responde. ¿Posición B? No responde, mi comandante.

El comandante Ordoñez mira, preocupado, la marea de siberianos que se precipita hacia ellos. De posición A y B sólo quedan columnas de humo. Han sido rebasadas.

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Rosario sigue rezando con toda su alma, con todo su corazón -mientras no para de coser-, para que su Toño vuelva pronto. Sano y salvo. Y, ¿quién sabe? Quizás formar una familia.