Esa de ahí soy yo, justo la primera que se está riendo con la cabeza agachada. No recuerdo el porqué pero seguro que era por cualquier tontería que había contado Lucía. Nos pasábamos los días así, riendo de sus cosas a hurtadillas de la encargada. Lucía es la que está justo a mi lado. La que sonríe en el centro y también la más bonita. Fuimos compañeras en el taller de costura de la Falange durante los tres primeros años de la dictadura. Compañeras y amigas.
En aquellos años todo era oscuro y lo que no lo era estaba prohibido. No solías ver a la gente sonreír así, como lo hace ella en esta foto, y si lo hacías, la sensación que te acompañaba era la de una terrible culpa. Culpable por ser feliz a los diecisiete años. Injusto sí. Tan injusto como lo recuerdo casi todo. Tampoco solíamos hablar de política en voz alta. Nos daba miedo hacerlo porque estaba prohibido pensar y hablar diferente. Casi todo estaba prohibido, así que trabajábamos mucho y cumplíamos las ordenes siempre mientras disfrazábamos nuestras ideas bajo aquel uniforme impuesto y el color del carmín de nuestros labios. No teníamos más opciones. Como cualquier otra chica de nuestra edad, también nosotras estábamos enamoradas y nos pasábamos el día soñando con un futuro de cuento de hadas.
Nuestros chicos trabajaban en la carpintería que había junto a nuestro taller como aprendices del oficio. Tenían buen porte y también sonreían con frecuencia. Ellos sí que creían en un país diferente y lo hacían en voz alta mientras paseaban a nuestro lado. Eran demasiado valientes y por entonces eso era lo menos aconsejable. Lucía estaba enamorada de Miguel y él de ella. Mi amor se llamaba Carlos y también me quería.
Dos días después de hacernos esta foto la policía nos estaba esperando a la salida del taller. No escucharon las suplicas de nuestra encargada ni se fijaron en nuestro uniforme. Nos metieron a empujones en un furgón donde ya estaban Miguel y Carlos e hicimos aquel corto trayecto abrazados y sollozando como niños.
Cincuenta y siete horas pasé en aquella sala lúgubre y sucia. Cincuenta y siete horas en las que dejé de ser la de siempre a base de golpes y amenazas. Cincuenta y siete horas en las que me robaron para siempre mi vida y con ella a mi mejor amiga, a su novio y a Carlos, mi amor.
Nunca más los volví a ver. Los juzgaron y culparon por no sé cuántos cargos absurdos e inventados de los que no se pudieron defender. Por ello los fusilaron tres meses más tarde sin dejarlos ni siquiera despedirse por una carta. De ellos sólo conservo mis recuerdos que siguen intactos. De Lucía guardo además esta vieja foto que va siempre conmigo.
Aún no sé por qué fueron a prisión y yo no. Qué sinrazón me hizo ser diferente o qué pude haber dicho, o no, para que me dejaran libre. Y aún hoy, setenta y un años después, me sigo sintiendo culpable de mi suerte y sé que sólo descansaré cuando por fin pueda abrazarlos de nuevo. Ya queda menos...
¡Oh, Lara, tremendo! Muy bien comtado. Hubieron tantos casos iguales o parecidos. Gente que todavía busca a sus desaparecidos y no puede encontrarlos porque les siguen poniendo trabas como la inhabilitación del juez Garzón.
ResponderEliminar¡Muy bueno!
Muy bueno, Lara. ¿Por qué será que la visión de esta foto nos lleva a casi tod@s a contar terribles tragedias? No hace falta respuesta. Un abrazo.
ResponderEliminarSí, comparto las opiniones anteriores, muy bueno!!
ResponderEliminarBuen relato, Lara, a pesar de su dureza y su final. Realidades que duelen y no se olvidan a pesar del paso de los años.
ResponderEliminarla mejor versión de mi Lara ha vuelto.
ResponderEliminarMuy bueno, Lara. Una crónica dura de una época oscura. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn texto cargado de sentimientos bien plasmados. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias a todos!
ResponderEliminarQué manera de escribir, Lara. Mi más sincera enhorabuena. Eres muy buena, sí señor, pero que muy buena. Recibe un abrazo y mis felicitaciones.
ResponderEliminarMiles de gracias, Eufrasio!!! No sabes lo mucho que me ánima tu comentario!!!!! Un abrazo bien grande.
EliminarTienes una dulzura en tus palabras igual a la de tu persona. A pesar de lo trágico de la historia la suavizas evocando a la amistad. Buenísimo.
ResponderEliminarGracias, Lali!!! No había leido tu comentario hasta ahora. Pero qué bonica eres!!!!
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