Siempre se quedaba sentado en su butaca hasta el final de los créditos, hasta que la última persona partícipe en la película aparecía, hasta que quien llevó las pizzas Margarita al ayudante del director, en los exteriores rodados en Sicilia, aquél día de bochorno con 39 grados a la sombra, aparecía inmortalizado con su nombre subiendo en una cortinilla formada por cientos de nombres, escritos en Bookman old style o el tipo de letra de moda en aquel momento.
Los acomodadores de los cines Lumiere, le llamaban “Juan sin crédito”. Él sabía que se ponían nerviosos esperando, sabía que miraban sus relojes pendientes del comienzo del siguiente pase, sabía que proyectaban toda su energía negativa hacia su persona, pero, también sabía lo que le había costado la entrada del cine y por ese dinero, tenía derecho a leer hasta el nombre de los dobladores. Además, sabía que lo más importante de una película, son los millones de letras que salen cuando termina, cuando todos se levantan y vuelven a la cotidianidad de sus vidas, interrumpida por las escasas dos horas de la historia de personas que quizá no existan, pero que, actores, guionistas, directores, productores, ayudantes de dirección, maquilladores, expertos en efectos especiales, músicos y un sin fin de oficios varios, se empeñan en inventar. “Juan sin crédito”, se quedaba hasta que se apagaban las luces y se cerraba el telón y gracias a ello, aprendió que la mayoría de los productores tenían apellidos judíos, que la canción más repetida en la historia del cine era un tango de Gardel, que casi todos los técnicos de imagen eran japoneses, que el "best boy" no tenía porque ser un buen chico, que, a veces, hay sorpresas en mitad de los créditos que no te puedes perder y que los créditos más largos de la historia del cine son los del “Señor de los Anillos”. Pero, lo mejor estaba por llegar. Una tarde de lunes, en los cines Lumiere, “Juan sin crédito”, conocería a su alma gemela. La sala se vaciaría y ella esperaría como él hasta el final, como cada lunes en la sesión de las 16:30, pero esa tarde, el encargado del proyector de los cines Lumiere, quiso tomar cartas en el asunto y tras los créditos de “Algo para recordar”, empalmaría un fotograma en el que se leía en letra cursiva: “Pídele salir, estáis hechos el uno para el otro”. Y se cerró el telón, se apagaron las luces, la sala quedó vacía. Los acomodadores, cerraron tras de sí las puertas del cine.
Fernando, me ha encantado. Nunca sabes dónde está ese amor, puede aparecer en cualquier momento. Precioso el detalle del encargado del proyector. Todo el mundo tenemos nuestro lado romántico. Chapeau, amigo
ResponderEliminarHe sacado mi lado romántico ahora que ha dejado de llover.
Eliminar¡Aaaaaahhhhhh, qué bonito! Romántico final. Me gusta que te preocupes de los créditos. A mí me da mucha rabia ver cómo la gente se levanta cuando salen, además la mayoría de las veces van acompañados de bonitos temas musicales correspondientes a la banda sonora. Una pena.
ResponderEliminarGracias Amparo, yo siempre me quedo hasta el final.
EliminarMuy buen relato, si señor. Las excepciones también tienen derecho a enamorarse.
ResponderEliminarHay un pequeño lapsus de laismo al final, creo.
Gracias Eufrasio, lo he corregido a regañadientes, porque la norma no me queda clara.
EliminarAmor y cine unidos, muy bien; nos falta el desenlace... Comparto con Eufrasio lo de ese "pídela".
ResponderEliminarYa se intuye el desenlace Malén. Lo he cambiado por un leísmo, esa regla siempre se me escapa.
EliminarGenial Fernando!
ResponderEliminarMuy bueno, Fernando. El título me ha hecho concebir una idea muy diferente. En estos tiempos que corren, he pensado en la dificultad de un crédito bancario. La sorpresa ha sido positiva, pero no se me va de la cabeza ese otro "Juan sin crédito" que me has hecho imaginar. Me debes su historia.
ResponderEliminarPensé lo mismo, pero Juan sin créditos me sonaba raro y en singular queda mejor. Ya pensaré en algo para ti.
EliminarMuy bonito y tierno... me ha gustado mucho.
EliminarLa idea de que a pesar de no responder al standard del común de los mortales, no te condena a la soledad me gusta mucho. Te comento algunas cosillas por si quieres echarle una ojeada y valorarlas:
ResponderEliminar-el mundo se levanta y vuelven (segundo verbo también en singular)
-que el "best boy" no tiene porque ser un buen chico (¡ojo! las frases anteriores a ésta en ese párrafo están escritas en pasado: tenían, era, eran, y las posteriores a best boy en presente.)
-La sala se vaciaría y ella esperaría (Me suena mejor se vació y esperó)
La defensa de la individualidad, de lo peculiar frente a la colectividad. ¡Buena reflexión!
Gracias Geli, los plurales los corrijo y los pongo todos en plural, el best boy debe ir en pasado, tienes razón, el tiempo de vaciaría y esperaría, va acompañado del como cada lunes y lo dejaré así, a mi me suena mejor. Gracias por tus ojillos. Me encanta cuando los raros se encuentran.
EliminarMuy bueno Fernando
ResponderEliminarMe ha gustado, Fernando, y el toque de romanticismo final es una buena guinda.
ResponderEliminarYo soy de los que salen corriendo cuando empiezan los créditos, pero después de esto, me quedaré a leer algunos, jejeje.