Me encanta volar. Lo llevo en la sangre, lo traigo de familia. Mi bisabuelo fue piloto durante la guerra de Marruecos, allá sobre el año trece o catorce. ¡Qué aviones aquellos! Parecían ensamblados con cajitas de cartón. Estaban hechos de un armazón de madera, tela y un motor que te tiznaba la cara de aceite requemado. Si me viese mi bisabuelo... ¡Cómo han cambiado los tiempos! Yo confío toda la tarea al ordenador de a bordo y trato de palpar el trasero de alguna azafata, mi bisabuelo volaba sobre cábilas rebeldes intentando tomar fotografías aéreas y entregarlas al servicio de información militar. Mientras me permito el lujo de hablar del partido de fútbol de ayer, en pleno vuelo, con mi copiloto, mi bisabuelo era tiroteado centenares de veces por francotiradores que agujereaban su avión y rezaba por no caer en medio de ellos.
Y qué decir de mi abuelo. Un gran tipo aunque no le conocí sino por referencias de mi padre o por alguna que otra fotografía recuperada del olvido posando junto a su aeronave.
Durante la Guerra Civil pilotaba un “Chato”, perdón, un Polikarpov, uno de esos aviones de morro aplanado entregados por los rusos para apoyar al gobierno republicano. Todo un tipo, durante un tiempo perteneció a la escuadrilla del legendario Hidalgo de Cisneros. ¿Saben? Ahora que lo pienso, yo quejándome del salario que recibo, que, admito, es bastante alto y él se jugaba su mísera paga en el bar de “Chicote”, en el Madrid asediado del treinta y ocho, junto a sus compañeros o junto a otros pilotos, mercenarios, contratados por el gobierno: rusos, checos, polacos, franceses, estadounidenses…en interminables partidas de cartas o dados mientras comentaban las hazañas de último camarada desaparecido.
Yo puedo hacer planes con una azafata para llevármela esta noche a mi dormitorio y despertar junto a ella la mañana siguiente con toda seguridad, pero él no sabía si al elevarse en su aparato volvería a ver a mi abuela o si su avión caería envuelto en llamas tras algún combate desafortunado. Así perdió a muchos de sus mejores amigos…de esa forma, un día, él tampoco regresó a su base.
Reconozco que es grata la tecnología que me proporciona la aeronáutica: procesadores de abordo, indicadores VOR, NDB, VDE, GPS…sólo tienes que despegar, pulsar tres o cuatro teclas y el avión lo hace todo… ¡Todo! Tienes tiempo para muchas cosas: contemplar las nubes y la tierra, seguir haciéndote el interesante con esa azafata que se resiste; creer que eres tú quien domina al aparato. Lo cierto es que, a pesar de estar rodeado de tanto avance tecnológico, daría lo que fuera por largarme de aquí y tomar uno de esos aviones que pilotaron mis abuelos.
Manuel, antes de leer tu nombre, sabía que era un relato tuyo. Tiene tu marca, tu estilo. Hay algunas cosillas que pulir, pero es un texto lleno de ternura. El sabor añejo de la "aviación" de antaño, en contraste con la seguridad -aunque también el aburrimiento- de las nuevas tecnologías. Y esas referencias a la guerra civil... ¡Bravo!
ResponderEliminarHola, Geli. Lo cierto es que la imagen me ha gustado mucho porque me encanta la aviación. Gracias por tus comentarios y espero tus sugerencias. Un abrazo.
ResponderEliminarSé que te gusta. Anduvimos enredados con una de esas historias en nuestro otro taller. ¿Recuerdas?
EliminarEs verdad, Geli y recuerdo que disfrutaba mucho escribiendolos porque es un tema que me atrae especialmente.
EliminarHe dado un repaso al texto, ya me comentas.
Muy bueno, Manuel, tú relato nos transporta a otros tiempos y a otras vidas por los cielos.
ResponderEliminar¿No sería "armazón de madera"? Es lo más me ha chirriado.
Muchas gracias, LU. ¿Podría sustituirlo por "estructura de madera?
EliminarJajaja, lo que quería decirte es que no has puesto "de", has escrito "armazón madera"
EliminarOK, Lu, ahora lo corrijo.
EliminarCaray Manuel, das a entender que pilotar un avión es cosa de niños. Preciosa historia
ResponderEliminarHola, Fina. No precisamente, puesto que hay que comprender y saber controlar toda la electrónica que tienen; pero hay algo indudable y es que los pilotos de la antigua aviación no contaban con ella y tenían que mimetizarse más con su aparato.
ResponderEliminarHermoso relato. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carmen. Desde aquí te animo a que sigas participando y escribiendo.
EliminarUna vena un poco machista la de tu prota, pero muy bien el resto!!
ResponderEliminarDe todo hay en la viña del Señor. Malén, y en pocos lugares se encuentra la perfección personal.
EliminarPor otra parte, lamento si te ha molestado y te pido disculpas e, incluso si quieres, modifico aquello creas sea ofensivo.
EliminarNo creo que debamos confundir a los personajes con los autores. No veo nada ofensivo en tu relato.
EliminarMuchas gracias, Lu.
EliminarEs inevitable, a veces, que el personaje proyecte sensaciones negativas en el lector.
Me ha gustado el fondo del relato aunque encuentro un tanto recurrente el tema de la azafata, por lo demás, me ha gustado.
ResponderEliminarDe acuerdo, Yolanda, gracias por tu opinión.
EliminarBueno, dejando de lado el tema "azafatas" que, entiendo no debe tener nada que ver con la actitud tuya hacia las mujeres,el relato es un hermoso homenaje a la aviación de aqúellos años. Aparatos frágiles que no sabemos cómo llegaban a sus destinos, pero lo hacían. ¡Bien contado!
ResponderEliminarMuchas gracias, Amparo, eso es lo que quería destacar: una semblanza de los antiguos aviadores.
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