Una noche loca, de bar en bar, de melodía en melodía, Amanda tenía su ruta de locales donde la música era un arrullo para su tristeza, que ya se estaba haciendo crónica. Salía poco. Vivía bajo la inercia de una muerte lenta soportando la existencia junto a aquel hombre, que era su marido a los ojos del mundo, llena de resignación. El alcohol le hacía dejar de ser por unas horas, anonadarse con la líquida sustancia que embotaba sus venas y su cerebro, y olvidarse de todo. Se sorprendió de pronto con el coche parado en medio de una carretera que desconocía, atravesando la línea continua. No sabía cómo diablos había llegado hasta allí y, lo que es peor, no tenía fuerzas para volver a poner el coche en marcha y salir de aquel atolladero. Vio las luces de lo que parecía un camión acercándose. Un bello rostro infantil le otorgó un brevísimo destello en su perdida cabeza haciéndola reaccionar. Consiguió poner el coche en marcha y se apartó al arcén. Allí estuvo llorando desconsoladamente hasta que las luces del alba le devolvieron un poco de cordura.
Una situación muy triste y un destello de lucidez que deja espacio para la esperanza. Buen relato. Abrazos.
ResponderEliminarUf! Qué susto me has hecho pasar!!
ResponderEliminarMuy bueno prima y porque le has querido dar un giro hacia un final feliz, pero cuántos jóvenes se han que dadado en la carretera por no vislumbrar ese destello y poder reaccionar.Enhorabuena.
ResponderEliminarEstá muy bien descrita la agonía, yo pensaba que la aplastaba el camión, bonito final
ResponderEliminarLas carreteras son malas amigas de las penas.
ResponderEliminarWis hubiera aplastado a tu protagonista, tu la has salvado de forma magistral, yo lo he gozado.
ResponderEliminarMuy bien descrita la desesperanza.Suerte que has salvado a Amanda.Tienes que presentarle a Leocadia.Bonito micro.
ResponderEliminar¡Excelente, hada! Bien descrita la desazón de la protagonista y ese último esfuerzo para salvarse a si misma.
ResponderEliminar¡Enhorabuena!