Habían caído bolas de naftalina del cielo, Wis se preguntaba cómo
era posible que aquel granizo fuera tan perfecto y tan helado. El ruido en el
tejado y en los cristales ensordecía cualquier otro sonido aislado. Pero le pareció oír algo extraño en el exterior. Ella desconocía lo que era el miedo. Era
valiente y atrevida desde siempre, por eso no le importaba vivir sola y alejada de la aldea. Así
que salió a la oscuridad a ver qué pasaba. Una de las ramas del abeto gigante
que se hallaba a la entrada se había
quebrado por el azote del viento. ¿Y si ahora una sombra…? -pensó-, pero se rió de su propia ocurrencia. Siempre inventando situaciones al límite de lo
humanamente soportable.
Volvió de nuevo al interior de la casa, atizó los leños de la chimenea y continuó escribiendo su relato de terror.
Sin duda alguna, para la que más nos atemoriza de todo el grupo.
Muy bueno, Mag. Te vamos a dar un premio a la mejor regaladora de cuentos de VE.
ResponderEliminarPrecioso, como siempre y acertado. Wis estará muy contenta cuando lo lea.
ResponderEliminar¡Bien, Malén, bien¡
ResponderEliminar¡Qué chulo! Casi has adivinado hasta donde vivo y todo, jeje. Gracias Malén. Un beso desde mi pequeño refugio alejada del mundanal ruido donde nunca tengo miedo...
ResponderEliminarMalen estás que te sales con los relatos, otro que me gusto mucho.
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