Hacía tiempo que las historias se fundían y entremezclaban, como si las musas, o las parcas –para el caso era lo mismo-, hubieran organizado una bacanal de vivencias en su azotea. Las pastillas no le calmaban en absoluto, de hecho, la vena angular le palpitaba como si tuviera vida propia, como si quisiera traspasar el epitelio y lanzarse a una expedición por la habitación, pero con sombrero safari, que aparentar es lo que prima. Pero no, se dijo... y posó un pañuelo empapado en alcohol sobre su frente –pensó que así, por lo menos, uno de los dos se embriagaría- que sólo consiguió adsorber, que no absorber, porque los surcos de las arrugas aumentaban la superficie específica y, por ende, la tensión superficial. De todas formas, el hígado se lo agradeció con una reverencia.
Tres años era demasiado tiempo para volver con un ex pero, al contrario de lo que pueda pensar la mayoría de la gente, el mono no entiende ni de plazos ni de terapias. Así que, como diría su abuelo: “a las tentaciones sólo resisten los santos”. Lo encendió, eso sí, con un billete de cien euros para que no todo el momento fuese placentero pero sí memorable y, mientras se lo fumaba, las frases que centelleaban descontroladas por su cabeza fueron ordenándose por estricto orden de antigüedad. Tomó la pluma –esto sólo se puede hacer si se es un escritor de los de antes- y se extrajo unas gotas de la vena del brazo. Sopló un poco de aire mezclado con el humo del cigarro para fijar la tinta púrpura bermellón y pudo comprobar con satisfacción que el contrato se ejecutaba al instante. En las siguientes dos semanas subsistió con una legión entera de café con whisky y de bombones rellenos de pippermint para organizar el mayor compendio de estupideces que un ser humano pudo hacer nunca bajo la fórmula de bestiario.
Es posible que el mono de la sangre ya estuviera contento, nunca lo sabré con certeza, pero el de la cabeza se había convertido en una bestia con vida propia. Nunca más necesitaría de relojes de arena para saber donde estaba el centro de la tierra y, desde luego, tampoco de tinta roja para escribir relatos del corazón.
Aquí, llámame tonta Eufrasio,pero no termino de entender este relato. Me gustaría que me lo explicaras.
ResponderEliminarComplicado también para mi.
ResponderEliminar¿El mono habita dentro del hombre? ¿O es el hombre el que habita dentro del mono?
ResponderEliminarEufrasio, esta foto me recuerda una película que se titula FELIZ NAVIDAD, trata de esa tregua, es bien bonita. Tu relato aunque complicado, como no podía ser menos, transmite buenas sensaciones, ¿no es así?.
ResponderEliminarEufrasio, esta foto me recuerda una película que se titula FELIZ NAVIDAD, trata de esa tregua, es bien bonita. Tu relato aunque complicado, como no podía ser menos, transmite buenas sensaciones, ¿no es así?.
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