La noche no traía nada especial. El mismo trabajo que todos los años, la misma nieve, el mismo frío. Después de tantos años, la sonrisa de un niño no es suficiente aliciente como para soportar todas las inclemencias del tiempo por estas fechas, pero si se tiene un buen vaso de güisqui con hielo -con dos hielos- entre las manos, pues mejor que mejor. No es que sea un alcohólico pero, de vez en cuando, el peso de la monotonía es demasiado grande para llevarlo uno sólo, así que apoyarse en un vaso o dos tampoco creo que sea tan grave.
El caso es que cuando ya me había decidido a continuar con mi jornada laboral vestido de bandera nazi, y antes de que aparecieran por la puerta del bar porque su hedor a camello les precede por donde quiera vayan. Abrieron la puerta los pajes, porque el protocolo impide que ellos se ensucien las manos –a pesar de que siempre lleven guantes- y de inmediato el ambiente se enrareció con sus aires de superioridad: que si la copa tiene que ser de plata, que si la nobleza no bebe esos licores terrenales, que si el hielo tiene que ser de cumbres, que si los cacahuetes son para los monos... ¡Joder, con la aristocracia, qué humos!
Lo que más me soliviantó fue que entraran proclamando que habían decidido romper el convenio laboral establecido porque sí, porque ya estaban hartos de mi protagonismo laicista – se les olvida que yo soy santo- Yo no tengo la culpa que decidieran viajar en camello. Además si tan magos son lo lógico es hacer que los camellos volaran para llegar cuanto antes al nacimiento. Si llegaron trece días tarde... es porque pararon por el camino. Todo el mundo lo sabe. ¿A quién pretenden engañar? Pero si por entonces ya existían las alfombras voladoras. Pero claro, son los reyes magos de oriente... Por cierto, ¿es que nadie se ha preguntado cómo un rey de oriente puede ser negro? Señores, estamos en el año cero. ¡No existen reyes negros en el continente asiático!
Me levanté del taburete y les llamé de todo lo que se me pasó por la cabeza y, claro, no medí bien las fuerzas: dos pajes por rey, seis, más Baltasar, que no se pierde ninguna contumelia, siete contra uno. Sí, ya sé que yo soy más alto, mas pesado y tengo más fuerza, pero estaba en clara inferioridad y sólo me defendí. Le juro señoría que a Melchor le abrió la cabeza una silla que iba dirigida contra mí. Lo que sucede es que están confabulados los tres. ¿No ve, señoría, que llevan más de dos mil años asociados?
Ja, ja,ja.Muy buen regalo nos has hecho Eufrasio con esta colección de cuentos a cuál mejor. Enhorabuena.
ResponderEliminarCuanto trabajo están dando a los juzgados, tus reyes y noeles particulares. Buenos relatos gracias (como puedes comprobar he empezado por el último).
ResponderEliminarGracias por vuestras palabras. Las mías sólo pretenden que estas fechas sean más digeribles para quienes no las digieren bien como yo.
ResponderEliminarMuy buena, Eufrasio, esta historia de trastienda o de trasbar (te regalo la palabra para tu diccionario, creo que no existe); no todo es tan apacible como parece en estas fiestas, hasta los encargados de hacer felices a los niños tienen sus conflictos. Gracias por hacernos reír, la risa es un arma poderosa frente al miedo.
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