La primera me arrancó un suspiro, en la segunda te envié un beso, suerte en la tercera, salud en la siguiente, en la quinta: felicidad.
Después ya no recuerdo nada porque las lágrimas se apoderaron de todos mis deseos llenándolos de sal.
Cuando sonó la duodécima tu recuerdo era tan doloroso que ese sentimiento: la nostalgia, flagelaba mi ánimo en medio de risas ajenas y champán.
Añoré nuestro hogar, me pregunté si este año el muérdago colgaría sobre la puerta de entrada a nuestra casa.
Deseé para el 2012 el fin de esta crisis que llena nuestras vidas de distancia y soledad.
Trístísimo también, Yolanda, no sé qué aire pasa por aquí.
ResponderEliminarJo, me vais a hacer llorar y yo que había pensado en relatos divertidos.
ResponderEliminarExcelente relato, Yolanda. Felicidades.
Muy buen relato Yolanda.Yo esto ya me lo imaginaba. Iban a ser todos tristes.
ResponderEliminarQue sí, que todo se va a arreglar, o eso dicen.
ResponderEliminarRelato escrito a impulsos de campanadas. Muy bueno Yolanda. Ánimo con todo que esto, como dice Dori, se tiene que arreglar. Enhorabuena.
ResponderEliminarSencillamente precioso, Yolanda.
ResponderEliminarMe ha encantado, triste, melancólico, muy bien el ritmo escrito, como al sonido de las campanas, como dice Marco.
ResponderEliminarPásalo a poesía Yolanda.
ResponderEliminarAh... pues tienes razón Fernando. Gracias.
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