- Mirón, no es ella, repítela.
- Y ¿ahora?
- Tenía los pómulos más prominentes y mucho más pecho y la frente no era tan despejada. No me sirve, vuélvela a hacer.
- Dime que ésta sí se parece.
- Se aproxima, cumple el canon, pero, esa nariz, los rizos, los hombros y la mirada no se corresponden con lo que te he descrito.
- Mira Alejandro, o inventas un nuevo método para el reconocimiento de personas, o tendremos que conquistar países para apropiarnos de sus canteras. Te pasó lo mismo con aquél efebo del disco que conociste en la Olimpiada. Y ahora dime, ¿qué hacemos con todas estas estatuas que no se parecen a esa mujer que viste en el ágora tan sólo unos segundos?
- Tállales un vestido, ponles un nombre y envíalas al Partenón, que últimamente andamos cortos de deidades.
También este es muy original, me ha gustado.
ResponderEliminarPudiera ser que fuera así...Original.
ResponderEliminarMuy original y divertido!!
ResponderEliminarMe sumo al resto de opiniones, muy original
ResponderEliminarQué ingenioso, y muy socorrido, mira tú por donde surten al Partenón de deidades. Me ha gustado.
ResponderEliminarMuy bueno, Fernando.
ResponderEliminarA mí me pasa lo mismo... que todas los rostros de estatuas me parecen el mismo, menos con el de Nefertiti, claro, que se parece a Audrey Hepburn. No me hagas mucho caso, que no me he tomado la medicación hoy...
ResponderEliminarEnhorabuena. Por cierto, por curiosidad... ¿se trata de Alejandro Magno?
Se trata de Alejandro Magno, no creo que fuera coetáneo de Mirón, pero en mi historia me venía de perlas.
ResponderEliminarTu poema es todo lo contrario a este relato, ¡vaya que si estás inspirado!.
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