Afrodita organizaba una de sus múltiples y sonadas fiestas a las que siempre acudía la flor y nata del Olimpo. Nmemósine, diosa de la memoria, llamó a sus nueve hijas. No podían faltar, ya que poseían unas voces prodigiosas y el mejor repertorio de canciones para amenizar tan suntuoso acontecimiento.
Reunidas en el salón, Nmemósine las contempló: estaban perfectamente vestidas y peinadas, lucían un magnífico aspecto pero, faltaba Calíope, como siempre.
-Ha bajado un momento a la Tierra, está asesorando a un tal Homero, que se había quedado atascado mientras escribía, pero vuelve enseguida.
-Talía, haz el favor de llamarla inmediatamente. No podemos llegar tarde.
Calíope acudió rauda y veloz arreglándose el vestido y el peinado, se colocó al lado de sus hermanas y salieron de casa cantando y danzando. Eran unas chicas la mar de alegres, en eso habían salido a Zeus, su padre. Nmemosine era seria y estricta. Algo normal, ya que las había tenido que sacar adelante sin la ayuda de su omnipotente esposo, más ocupado en lanzar rayos y en zascandilear por toda Tesalia, que en atender sus obligaciones paternas.
Cuando llegaron a la magnífica casa de Afrodita, las nueve jóvenes ocuparon educadamente el sitio que tenían especialmente reservado, un lugar grande como para cantar y bailar a sus anchas acompañadas por la mejor banda de toda la región.
Afrodita hizo su aparición enfundada en un ajustado vestido azul que resaltaba sus formas ¡Era tan sexy! ¡Los diseñadores se peleaban por vestirla!
Las hermanas iniciaron la fiesta con un tema pegadizo que provocó que los invitados se levantaran a bailar. En un palco, sentados, se encontraban los abuelos de las niñas, Urano y Hera que aplaudían y sonreían a sus nietas. ¡Estaban tan orgullosos de ellas!
Apolo entró y acaparó todas las miradas, femeninas y masculinas. Su tez morena y sus broncíneos músculos se adivinaban bajo su camisa de seda natural. Enseguida reunió a un montón de gente a su lado, incluida la prensa del corazón, todos querían saber quién era su última conquista. Si era dios(a), semidiós(a) o si había subido al Olimpo con algún habitante de La Tierra. El se mostró discreto, nada proclive a hablar de su vida privada. Dijo que venía del Santuario de Delfos, allí se sentía a salvo de los paparazzi y podía consultar al Oráculo sus múltiples dudas sobre el futuro. Cuando se acercó a las nueve Musas, pícaramente guiñó un ojo a Talía, quien le respondió con el mismo gesto.
Cuando empezó a amanecer, los asistentes ya se encontraban cansados de tanto bailar, comer y beber. Las Musas se encontraban afónicas y su madre las llamó al toque de retirada. Entre grandes besos y abrazos se despidieron con la intención de volver a reunirse en el próximo guateque que iba a celebrar Artemisa. Apolo, como un niño, continuó jugando al disco con un joven desconocido. Nnemósine y sus hijas caminaron despacio hacia El Museo, su confortable hogar junto a las fuentes del Parnaso…
Lo siento, intentaré que el próximo sea más corto
ResponderEliminarUna fiesta de diosas, original
ResponderEliminarMuy chula, la fiesta!!!
ResponderEliminarAmparo, una fiesta en el Olimpo, donde corre el vino, debería ser más divertida, yo cambiaría unos cuantos detalles por situaciones jocosas.
ResponderEliminarPor ejemplo...
ResponderEliminarPor ejemplo, la parte de Apolo es la mejor, sugieres su bixesualidad, puedes hacer que una ninfa le de calabazas y acabe en los brazos de Dionisio, turbado por el néctar de las uvas, jugando al freesbee con un efebo.
ResponderEliminarSi, también me gusta, es una buena sugerencia. En principio mi idea era más "heavy" pero sólo se me ocurrían diálogos y a la hora de escribirlos me daba miedo hacerlo mal por eso lo dejé así. Gracias por tus sugerencias, soy algo novata y las acepto con gusto. Saludos
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