Suelo ir muy a menudo por el café Erudito. Me siento en una silla que hay junto a la ventana, con su mesa claro está, es que si escribo: me siento en una mesa que hay junto a la ventana suena mejor pero quizás alguien piense que me siento en la mesa y no en la silla.
Me pido una taza de café y media tostada de aceite y tomate, mientras tomo el desayuno observo a las mujeres que se han sentado en las sillas que están enfrente de mí, con su mesa claro está, es que si escribo:…
Son tres mujeres, dos de ellas tendrán alrededor de cuarenta y cinco años y la otra quizás este cerca de los cincuenta y cinco o quizás más, soy muy mala para esto de la edad.
Intento fijar mi atención en los papeles que una de ellas, la más mayor, enseña a las otras dos. Los ordena muy ordenadamente, tanto que al final parece tener un libro a falta de encuadernar entre sus manos. Comienza a leer en voz muy baja, tan baja que no puedo entender nada de lo que está leyendo. Una de ellas se echa a reír y señala una de las hojas del espontáneo libro. Haciendo un gran esfuerzo con mis ojos llego a visualizar una fotografía en donde se puede ver unos barcos de vela en un atardecer de verano.
Después de casi una hora las dos mujeres más jóvenes se marchan le dan un beso a la mujer que se queda, ésta se pone en pie para despedirse como es debido. Me fijo en su vestido, un vestido rosa muy bonito pero que parece estarle algo grande aunque el color favorece a su pelo negro y a su piel que es de un moreno suave.
Al cabo de unos diez minutos la mujer que se ha quedado sentada en la silla, y no en la mesa, saluda con la mano a través de la ventana. Observo al hombre que entra con paso firme y seguro, es un hombre de pelo cano, bien vestido, tendrá alrededor de unos cincuenta y seis años más o menos, es que soy muy mala con esto de la edad. Le da un par de besos, uno por mejilla, a la mujer del vestido rosa y se sientan de nuevo en las sillas y de nuevo saca ella los papeles y los ordena ordenadamente a modo de libro, señalan cada página del simulado libro y sonríen ambos satisfechos.
Hace ya un buen rato que terminé de desayunar pero estaba tan embelesada observando a mis vecinos de sillas, que no de mesas porque si escribiera que están sentados en la mesa de enfrente de mi… bueno ya saben la conclusión, que no me he dado cuenta del tiempo que ha pasado. Me levanto de la silla y recojo con cuidado las hojas de papel en donde estaba escribiendo esta historia, no me parece lo suficientemente buena ni tampoco me parece lo suficientemente mala para guardarla en el cajón de posibles relatos, así es que decido tirarla a la papelera que está dos mesas delante de mi, aquí si puedo decir mesas.
Cuando ya lo tengo todo recogido pago al camarero el desayuno. Antes de salir del local el atractivo hombre, que está sentado con la mujer del vestido rosa que realza el moreno de su piel pero que le queda un poco grande, me pide que les haga una fotografía.
Al salir del local no puedo evitar sentirme avergonzada ellos no se han dado cuenta, pero en la fotografía solo saldrá la mesa con las cuatro sillas vacías. Me he tomado la libertad de robarles las imagenes para los personajes de mi próxima novela.
Jajaja, Marige, ten cuidado con las edades que en algunos casos yo creo que te has pasado (no en cuanto a la mujer de rosa. Muy divertido.
ResponderEliminar¡Qué bueno Marige! desde el titulo al final y no digamos los personajes...
ResponderEliminarBueno, esto es lo que se llama "Metaliteratura", yo creo que el hombre es más joven, pero ya lo avisas... Tienes algún pequeño error que rectificar "las imagines".
ResponderEliminarMarige, me has quitado la idea, intentaré darle una vuelta de tuerca o me saldrá algo muy distinto. Me gusta mucho tu evolución.
ResponderEliminarJajaja...qué familiar me resulta.Muy divertido!!
ResponderEliminarMira Marige, todavía me estoy partiendo de risa. Muy bueno el relato, sí señor y, por supuesto, doy fe que no eres buena con las edades, sino buenísima. Pero mucho más buena cruzando vidas en una misma historia. Esto va a traer cola, o era tela.
ResponderEliminarMuy bueno Tula. Como dice Malen, un claro ejemplo de Metaliteratura llevado hasta sus últimas consecuencias.
ResponderEliminargracias compañeros@s, me alegro de haberos arrancado un sonrisa. y cuidado con sentarse en las mesas de las cafeterias jeje. gracias Malén voy a intentar cambiar la palabra , anda que yo tambien que estaria pensado.
ResponderEliminarMarige, tu relato me estremece, ignoraba que fueras tú, la chica(en torno a los 43,yo es que no doy una calculando), que nos observaba tímida, con cara de querer traer su silla a nuestra mesa, parecía que nos iba a proponer algún relato, pero al final no se atrevió, jajaja. Genial,
ResponderEliminarDori acertáste, yo era la espectadora, pero quitame unos añicos jeje.
ResponderEliminarSimplemente genial Marige
ResponderEliminarLo siento Marige, ya te dije que en tema de edades patino. Pués que suerte la tuya, tan joven y con esa carrera que llevas, en todos los sentidos de tu vida. Un beso.
ResponderEliminarFamiliar, original. Has plasmado muy bien a las tres, año arrriba, año abajo.
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