Estaba desanimada, llevaba horas pateándome la ciudad con los currículos bajo el brazo. No había ninguna posibilidad de trabajo. Tantos años de estudio para esto, y no me apetecía nada la expectativa de emigrar a Alemania.
En esas andaba cuando me salió al encuentro un bar multicolor y decidí descansar mis pies un ratito.
Nada más entrar me hechizó. Hay determinados lugares que parece que te llaman, te sientes formando parte de ellos desde el primer momento en que los descubres. Como si te hubieran estado esperando durante toda una vida. Te hacen sentir de otra manera y el tiempo no tiene una existencia real. Como cuando contemplas extasiada una obra de arte. En Colorines, pues así se llamaba, me sucedió eso, había un no sé qué en su atmósfera, que me hizo sentir desde el primer momento como en casa. Me acomodé en una butaca y pedí un té y observé la amalgama de objetos que pendían de sus paredes y me pareció que todo estaba en su lugar, donde debía de estar. Me dejé llevar por ese lento transcurrir de un tranquilo retiro en el ajetreo de una bulliciosa ciudad. Donde el tiempo no viene marcado por las manecillas del reloj, sino por un ritmo interior, el mío, ahora sin preocupaciones, plácido y sereno en dicho lugar.
Mag.
Hay lugares con ese poder, por suerte, sitios donde podemos aparcar nuestros agobios, y si están llenos de color mucho mejor.
ResponderEliminarYo los llamo a estos lugares oasis urbanos. No tienen porqué tener plantas ni lagos... los rincones personales y secretos donde poder bajarte del mundo por un instante. Enhorabuena, Malén, muy clarividente.
ResponderEliminarSí,es verdad.Son espacios con otro ritmo,que permiten alejarse,no sólo del ruido ajeno.También del propio.Muy bonito.
ResponderEliminarPaul Auster llama a esos lugares Hotel Existencia. Malén, un hermoso relato.
ResponderEliminarQue bien describes el lugar, y si es cierto que da gusto poder disfrutar de pequeños rincones en donde encontrar por un momento la tranquilidad y la paz. Me gusto mucho Malen, el relato y el café colorines.
ResponderEliminarHa sido leerte y apetecerme un café en ese rincón que te devuelve el camino y que pienso robarte. Tu relato tiene el don de teletransportar.
ResponderEliminarMalén, a veces un sitio así es dificil de encontrar. Bonito relato, que también transmite serenidad.
ResponderEliminarPoder descansar los pies en un sitio tranquilo, en este mundo de locos, eso es tener suerte. Muy bonita la historia
ResponderEliminarMuy bueno, Malen, creces literariamente de relato en relato. Me ha encantado.
ResponderEliminarA mí también me ha gustado mucho y es cierto que los sitios tranquilos y resguardados del bullicio escasean en las ciudades ¡Felicidades, Malen!
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