Me contó un día Luscinda que solo se había enamorado una vez. Con una experiencia había tenido suficiente. Después del primer desengaño entregó su vida a las letras. A las letras, ilegibles algunas, de los alumnos de secundaria que año tras año pasaban por sus manos. Sus cuadernos, quiero decir, pasaban por sus manos sus cuadernos. No nos confundamos.
Ella era joven, aquel era su primer trabajo y él, cuando hablaba de él, Lusci entraba en una especie de trance. Él era hermoso, inteligente, apasionado, entusiasta, fervoroso. Ella lo veía siempre en primera fila, muy atento a sus explicaciones.
Fue durante el viaje de fin de curso. La ruta del Quijote como destino y el amor, que había ido creciendo a fuego lento, estalló con una furia para la que ella no estaba preparada. Las sensaciones que experimentó junto a este joven no ha querido relatármelas. Solo sé que desde entonces es usuaria de todo tipo de terapias. Él ganó la apuesta que había hecho con sus compañeros el primer día de clase…
Seguimos con los equívocos. Muy bueno. Corto y conciso, doblemente bueno. Y sosegado. Valoro mucho ese lenguaje tranquilo y relajado que utilizas en tus escritos. Y también valoro esos finales inteligentes y abiertos. Cuánto estamos aprendiendo contigo. Enhorabuena.
ResponderEliminarSorprendente, ágil y breve, como a mí me gusta. GENIAL. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuy buen final!!
ResponderEliminarVaya, vaya, con las apuestas...muy bueno
ResponderEliminarBueno, pero a Luscinda "que le quiten lo bailao", lástima que en algunas terapias no nos recuerden esto. Muy bien prima.
ResponderEliminarAmor, apuesta,.....,clásico y siempre de moda. Muy bueno.
ResponderEliminarPocas oportunidades ha dado tu Luscinda al amor, su carácter es quijotesco, sin duda. Me encanta como has creado todo un personaje en tan pocas líneas.
ResponderEliminarMe encanta ese poso de tristeza que rezuma todo el texto. Y el ritmo, como el de las aspas de un molino.
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