Decía que salía a dar un paseo,
pero siempre regresaba a casa cargada de bolsas de las tiendas más caras de la ciudad. Los
seis armarios de su casa, ya no daban más de sí, hasta el punto, que tuvo que
añadir otro más en el salón. Los llenaba de prendas de suave lana y piel de todos los colores y tamaños.
Lo peor llegó cuando su hijo, al abrir la nevera, la encontró vacía; no había nada con qué preparar algo de comer. Pidió dinero a su madre para encargar una pizza a domicilio y ella le respondió que no le quedaba nada “suelto”.
Lo peor llegó cuando su hijo, al abrir la nevera, la encontró vacía; no había nada con qué preparar algo de comer. Pidió dinero a su madre para encargar una pizza a domicilio y ella le respondió que no le quedaba nada “suelto”.
Con el estómago vacío, decidió visitar a su padre que permanecía en un sanatorio de
desintoxicación. Estaba saliendo de su adicción al alcohol y parecía que lo
estaba consiguiendo. No le quiso preocupar y dijo que en casa estaba todo bien. Cuando salió, se encontró con el médico que lo trataba y
le habló de su madre mientras su estómago se quejaba en voz alta. Preocupado, el doctor se llevó al chico a la cafetería y, mientras devoraba un bocadillo de jamón, siguió contando detalles sobre la obsesión de su madre y quedó en volver otro día con ella.
Regresó a casa más tranquilo. La encontró mordiéndose las uñas mientras veía en la tele “Sálvame de luxe”. Los
paquetes permanecían desparramados encima del sofá y él mismo, comenzó a destaparlos: una chaqueta de suave
cuero marrón, un suéter de cachemira aquí, un
pañuelo de seda allá, unas botas de ante color cámel…
***
***
*Oniomanía se denomina en
psicología al “Síndrome del comprador compulsivo”. Este relato está basado en un caso real tratado en un hospital de la provincia de Alicante.
¡Que triste Amparo! La falta de cariño es motivo de muchos trastornos. La historia está muy bien contada y si es basada en la realidad, más triste me resulta
ResponderEliminarSí, la foto me sugirió lo del síndrome del comprador compulsivo, me metí en el google a investigar un poco y me encontré con una historia similar.
Eliminar¡Gracias, Fina!
No es tan triste. Seguro que él ya no bebe. Ya no le quedó dinero en la cuenta corriente porque como se lo había gastado todo ella...
EliminarHay casos peores...
Bien hecho, Amparo. ¿Por qué será que a muchas nos gustan la lana y la piel suave y si no vamos de compras es porque no podemos? Creo que desvarío, no me hagas caso.
ResponderEliminarNo desvarías. Imagino que el caso era el de una familia "pudiente", posiblemente él sería gerente de algún negocio que le permitía estar en algún lugar para desintoxicarse. Ella, en su ausencia, en lugar de "echarse al alcohol o a las drogas", se echó a las compras. Existe más de lo que creemos.
EliminarNo conocía la palabreja. Muy bien, Amparo!!
ResponderEliminarYo tampoco, Malén, fué al investigar...
EliminarMe gustaría resaltar la madurez del hijo. En el resumen que leí, no especificaba la edad, pero, desde luego, tenía la cabeza bien amueblada, como se dice ahora.
ResponderEliminarImpactante descubrir ese tipo de síntomas y lo comunes que son. Y estoy de acuerdo contigo con resaltar la madurez de un hijo capaz de afrontar esos problema. Muy bueno!!!
ResponderEliminarGracias, Rosa.
EliminarEs un relato muy bien contado, Amparo. Su lectura es amena, tiene buen ritmo.
ResponderEliminarAtención al verbo "salir" en los dos primeros párrafos.
Un abrazo fuerte.
Gracias Geli. Sí he repetido demasiadas veces el verbo "salir", voy a corregirlo.
EliminarImpresionante Amparo, me parece durísimo el tema... Me ha gustado mucho. Un beso.
ResponderEliminarNo sabía como se llamaba esa enfermedad. Gracias, Amparo. Me ha gustado leerlo
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