Desde
niña veo la vida pasar a través del tragaluz. Una enfermedad crónica me impide
llevar una vida normal. No puedo asomarme siempre que quiero. Cuando mi madre
va a hacer sus recados, aprovecho y me subo a
una silla. Siempre pasan las mismas personas a la misma hora. A las nueve en punto el hombre de los zapatos
negros brillantes y los pantalones de rayas; un poco más tarde la mujer de los
tacones altos: unas veces rojos y otras negros. Esta es mi preferida. Imagino
que es joven y hermosa y libre y sana y siento cierta envidia de ella; a veces
sueño que yo soy esa mujer, que recorro la ciudad con mis pasos rítmicos
haciendo volver la cabeza de todos los hombres a mi alrededor; que soy una actriz de
cine que está empezando y tengo ante mí un futuro prometedor. Que algún día
ganaré mucho dinero y dedicaré una gran parte a una fundación destinada a la
investigación de esta enfermedad que me retiene tras la reja. Así transcurren
mis días entre sueños y pesadillas…
Sueños y deseos de otras vidas, muy bonito, aunque tu prota tenga que ver transcurrir la vida desde una ventana. Qué triste!!
ResponderEliminar¡Plash, plash, plash! Muy bien expresados los sentimientos de tu prota, Lu.
ResponderEliminarGracias, Maga y Geli, así da gusto escribir, con unas críticas tan benévolas. Un abrazo a las dos.
ResponderEliminarLa imaginación y los sueños son armas muy poderosas y Lu, nos los has contado muy bien.
ResponderEliminarDe acuerdo con las demás, muy bien expresados esos sentimientos desde el tragaluz. Bonito, aunque triste relato.
ResponderEliminarLas desgracias no impide poder soñar, es la puerta para la liberación de ellas. Muy bien contado Lu, me gusto muchísimo
ResponderEliminarMe quedó en el dedo la tilde de gustó. Ainssss
ResponderEliminarQue decir que no te han dicho ya. Muy bonito y necesario tener sueños aunque no siempre puedan cumplirse.
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