Recuerdo mi
primera comunión como un día nefasto. Mi abuela me había prometido un reloj. Yo
me encapriché con uno blanco y rosa, pero ella me decía que el mío sería mucho
mejor. Llegó el día, la emoción me sobrepasaba. Deseaba que viniera mi abuela.
Cuando desenvolví el regalo rompí en sollozos. Todos intentaron consolarme,
aunque fue en vano. Un ridículo colgante
de un horrible reloj, colgó de mi cuello
acompañando a la medalla de la Virgen del Rosario. Yo simplemente quería un
reloj blanco y rosa que adornara mi muñeca.
Pasados los años, entendí el valor emocional y
económico que aquella pieza suponía. Mi pobre abuela, que lo había heredado de
la suya, siempre deseó que yo lo tuviera.
Con la tristeza más profunda al tener que
deshacerme de algo que ha compartido la
vida de mis antepasados, hoy, me vi en la
necesidad de dejar mi reloj en la casa de empeños.
Muy bonito y entrañable, que pena tener que deshacerse de una pieza tan valiosa emocionalmente.
ResponderEliminarLa terrible sinceridad de los niños y la terrible actualidad. Dos puntos de vista muy bien entrelazados, me ha gustado, Fergal.
ResponderEliminarCon el título ya lo has dicho todo. Me ha gustado cómo has unido en un relato tan corto los sentimientos de una niña, el cambio de forma de pensar con la madurez y la cruda actualidad con la necesidad de empeñar el reloj. Muy bueno, Dori.
ResponderEliminarUn relato cargado de intensas emociones. Felicidades Dori.
ResponderEliminarUn abrazo.
Espero que pueda recuperar el reloj la protagonista... este tema sería otro relato... Me ha gustado mucho. En pocas palabras has envuelto muchos mundos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho sentir la sensación al leer de la pena que se siente cuando te deshaces de algo que tiene verdadero valor, el sentimental.
ResponderEliminarMuchos sentimientos en pocas líneas, muy bien, Dori. Un abrazo.
ResponderEliminarTriste realidad. Muy bueno el chorro de sentimientos.
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