Nuestra protagonista es de edad madura, de esa edad indefinible en que ya nadie repara en su persona. Está sentada en la terraza de una cafetería concurrida por paseantes, que como ella se desparraman al sol invernal, indolentes como lagartijas. Toma un vermut rojo mientras presta atención al entorno marinero tras sus gafas de sol. Empezó siendo un juego, cuando su compañero miraba a todas las mujeres guapas o no, que pasasen cerca y ahora, que está sola durante un rato, lo continúa. Se fija en las manos de un vecino de mesa y piensa que son grandes y cuidadas y que recorren su espalda muy suavemente y se le eriza el vello cuando llegan a las pequeñas cavidades donde esta termina. Mira hacia otra parte y da un sorbo a su aperitivo. Después, observa el torso de un apolíneo joven y se recrea sintiéndose abrazada por él. Se estremece de placer al sentir esos músculos que la invaden, ella es pequeña, muy pequeña y él la estruja como si en ello le fuera la vida. Se deshace de la imagen sintiéndose un poco pederasta, mientras otro escalofrío recorre su cuerpo. Sus ojos se habían posado ya en unos labios cercanos, cuando llega su compañero y ella solo le puede decir, sin apenas mirarlo: “tómate la cerveza y vámonos rápido a casa”.
viernes, 30 de noviembre de 2012
Fantasías y verdades
Nuestra protagonista es de edad madura, de esa edad indefinible en que ya nadie repara en su persona. Está sentada en la terraza de una cafetería concurrida por paseantes, que como ella se desparraman al sol invernal, indolentes como lagartijas. Toma un vermut rojo mientras presta atención al entorno marinero tras sus gafas de sol. Empezó siendo un juego, cuando su compañero miraba a todas las mujeres guapas o no, que pasasen cerca y ahora, que está sola durante un rato, lo continúa. Se fija en las manos de un vecino de mesa y piensa que son grandes y cuidadas y que recorren su espalda muy suavemente y se le eriza el vello cuando llegan a las pequeñas cavidades donde esta termina. Mira hacia otra parte y da un sorbo a su aperitivo. Después, observa el torso de un apolíneo joven y se recrea sintiéndose abrazada por él. Se estremece de placer al sentir esos músculos que la invaden, ella es pequeña, muy pequeña y él la estruja como si en ello le fuera la vida. Se deshace de la imagen sintiéndose un poco pederasta, mientras otro escalofrío recorre su cuerpo. Sus ojos se habían posado ya en unos labios cercanos, cuando llega su compañero y ella solo le puede decir, sin apenas mirarlo: “tómate la cerveza y vámonos rápido a casa”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Muy bien contado, Malén. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMalén ¿dónde está el hombre de esta foto? esta imagen haría estremece a cualquiera.
ResponderEliminarAhí, ahí en google, qué pena no sé ni quién es!!
EliminarDecía una canción que en amores, las caricias soñadas son las mejores. Me ha gustado mucho, Maga.
ResponderEliminarMe gusta, se ha puesto ella sola, jajajajja
ResponderEliminarYo también quiero saber si este hombre es de verdad o es de los que hinchan y luego se guardan en el armario. Malén ¿Tú le conoces? Inspira hasta a una muerta...Un beso.
ResponderEliminarEs muy sugerente y se percibe ese deseo irrefrenable que siente la protagonista. Por ese lado, muy bien, Malén. Sin embargo, por otro lado, no me convence que al principio des a entender que está sola, y después, al final aparezca su pareja. Veo ese final un poco forzado, es decir, el único motivo por el que aparece ese personaje es para rematar la historia como lo haces. ¿Entiendes lo que quiero decir?
ResponderEliminarSí, ya lo pensé pero estaba sola lo puedes entender como algo momentáneo o duradero. Eso se soluciona rápido con una locución adverbial del estilo "en ese momento!. Gracias, corrijo.
ResponderEliminar