Me acababas de regalar unos
pendientes de perlas que colgaban de mis orejas por mi aniversario y te marchaste rápido. Tenías que irte a trabajar, no tenías tiempo para nada
más. Conocías al dedillo mis rutinas y sabías que me gustaba ir cada tarde al
café de Fleur, donde veía cómo transcurría plácidamente la vida, al tiempo que saboreaba el líquido oscuro de mi
taza. Era uno de mis pequeños placeres diarios. Entonces apareciste al otro
lado de la ventana, gesticulando como un payaso y arrancándome una sonrisa. Ese fue en realidad el
regalo más apreciado.
Bonito micro Malén. Es cierto que los gestos más sencillos pueden ser más valiosos que cualquier objeto.
ResponderEliminarCierto el gran valor de una sonrisa. Me ha gustado. Abrazos.
ResponderEliminarMuy bonito. Los pequeños detalles son los que nos hacen grandes.
ResponderEliminarMe gusta la compenetración entre los dos personajes y el final sobre todo. Lo más personal de la relación es lo que realmente llena.
ResponderEliminarMe ha gustado como se plasma que para ella es más importante esa payasada en el cristal que unos carísimos pendientes.
ResponderEliminarUn gesto, una broma, un detalle fuera de lo corriente... eso esperamos todos. Me ha gustado.
ResponderEliminarA mí me da la impresión que el protagonista tiene eso que nunca deberíamos de perder nadie, una parte de niñez, que no le importa hacer payasadas con tal de hacer feliz al ser amado. ¡Precioso, Malén!
ResponderEliminarSerenidad, sosiego, tranquilidad, paz. Esos dos seres sienten así y consigues que el lector también lo sienta.
ResponderEliminarSolo una cosa: "desapareciste" y "apareciste". Quizás convendria que cmabiaras uno de los dos en un texto tan cortito.
Un abrazo, Malén.
Gracias, Geli, no me doy cuenta de nada cuando escribo y después ya es tarde. Un abrazo!!
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