Cada tarde pasaba a mi lado a la misma hora, se dirigía hacia Saint Sulpice,
línea seis, siempre seria y triste. Parecía la mujer más apenada del mundo. Jamás
la vi sonreír; por eso aquel día tomé un ramillete de la pequeña
floristería donde trabajaba y salí tras ella, sin pensármelo dos veces. Se sorprendió
cuando me acerqué al banco donde aguardaba y se lo ofrecí, negaba rotundamente con la cabeza, al
final lo tomó entre sus manos. Un ligero atisbo de sonrisa me transformó en el
hombre más feliz del universo. Ahora ya sé que estudiaré húngaro con todas mis
fuerzas.
Un enamorado de la tristeza que emana de la protagonista y de ese amago de sonrisa. Queda la esperanza... Me gusta, Maga. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué bonito, Maga! Dan ganas de suspirar...
ResponderEliminarNada como encontrar la motivación para hacer algo. Muy bonito.
ResponderEliminarEs etéreo, volátil y muy hermoso el mensaje.
ResponderEliminarMuy romántico, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn canto a la esperanza, al poder del amor como motor de los cambios. Una gran verdad.
ResponderEliminarEl amor puede hasta con la barrera del idioma!!! Precioso relato!
ResponderEliminarCon esa última frase abres automáticamente todo un relato en la mente de cada uno de los lectores. Eso se llama "sabiduría literaria" y me gusta muchísimo. Un abrazo amgia.
ResponderEliminarMalén, has conseguido con un micro, escribir una novela. Genial.
ResponderEliminarDejas la puerta abierta para que cada lector siga la historia como quiera. Precioso Malén
ResponderEliminarUn gran caballero tu protagonista. Muy original, Malén.
ResponderEliminarPrecioso!
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