lunes, 24 de septiembre de 2012

La Vie en Rose

 La elegí por ser la ciudad más romántica del mundo.  Aquella donde todo es posible y los sueños casi siempre se cumplen. La de la música en la calle y los paseos interminables de la mano... “La ciudad del amor“, así me la vendieron en aquella agencia.
Aposté todo a un fin de semana. Ese viaje era lo último que me quedaba por hacer para no perderla. Necesitaba volver a conquistarla porque la quería con toda mi alma y sin ella mi vida no tenía ningún sentido. Me aterrorizaba pensar que pudiese tener que suplicarle o ver en sus ojos un atisbo de pena por mi. No lo habría soportado.
Cruzamos el Sena sobre un pequeño barco dónde un músico tocaba La Vie in Rose; Subimos hasta lo más alto de la Torre Eiffel para contemplar los colores de la ciudad en otoño; Paseamos por un Montmartre soleado y repleto de artistas y parejas de enamorados; Hice y dije todo lo que creí que podría devolvérmela pero de nada me sirvió. Nada hizo que me volviese a mirar como lo hacía antes porque ella ya no era mía. Y a cada minuto que iba pasando la sentía más y más lejos, como si su preciosa cabeza estuviese en otro sitio o como si su corazón hubiese dejado de latir. De latir por mi.
Durante una terrible agonía seguí ahí, caminando a su lado y sintiéndome morir por dentro. Y a cada paso que dábamos me iba rompiendo en un nuevo trocito que ella nunca se agachó a recoger. Por supuesto, yo seguí caminando.
Al anochecer, ya agotados, bajamos la escalinata de la estación para regresar al hotel. Me había quedado sin palabras ni historias que contarle y estaba tan cansado que me senté a su lado sobre uno de los bancos del anden. No recuerdo haber sentido nunca más frío que en aquel lugar. Ella miraba al frente como si algo la tuviese hipnotizada mientras jugueteaba con una flor que le había regalado un rato antes. Seguía sin hablarme pero estaba tan bonita… El frío se me clavó aún más y sentí un largo escalofrío. Guardé silencio y la observé durante aquellos minutos intentando memorizar desde la forma perfecta de sus labios al perfil de su silueta. Toda mi vida estaba justo allí, sentada a mi lado en aquella vieja estación que se iba desvaneciendo junto a ella.
Y llegó nuestro tren rompiendo de golpe el hechizo con su silbido… Los dos subimos a ese vagón pero mi corazón se quedó allí para siempre, vagando perdido por la ciudad del amor.


http://youtu.be/ckGcZ9NC4FA
 

13 comentarios:

  1. Que angustia al leer, cala la indiferencia de ella y el sufrimiento de él. Muy bonito.

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  2. Buen relato, Lara!! No sé por qué nos tenías tan abandonados y privados de tu buen hacer...

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  3. Muy bonito y lleno de guiños a la monotonía, al momento mágico que no dura... Por eso es mágico.

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  4. Muy bueno Yolanda! París, la ciudad del amor, pero también la ciudad de la (buenísima) literatura!!!

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    1. Gracias a todos!! Y Marco, que creas que es de Yolanda es el mejor piropo que podias hacerme!!!
      Besicos a todos

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  5. "Durante una terrible agonía seguí ahí, caminando a su lado y sintiéndome morir por dentro. Y a cada paso que dábamos me iba rompiendo en un nuevo trocito que ella nunca se agachó a recoger. Por supuesto, yo seguí caminando".
    Una frase para enmarcar amiga. Has transmitido muy bien cómo la distancia conquista pasito a pasito al desamor. No te vayas nunca.

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    1. Gracias amigo... No te preocupes, yo siempre vuelvo!
      Un beso gigante

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  6. Muy triste pero realmente hermoso. Deléitanos con tus escritos Lara, nos encanta leerlos

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  7. Del romanticismo al desamor en pocos pasos. Bonito relato.

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  8. Genial, Lara. Una descripción real, cercana y amena. París no siempre es París.

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