- Mírame, tócame, escúchame… Estoy presa en este mármol frío e inhóspito… Este no es mi sitio. Sufrí el desaire de mi señora ¡Bruja dónde las haya! Enferma de envidia hasta la médula… Maldijo mi estampa, lanzó sobre mí el peor de los conjuros… Jamás saldré de esta piel de piedra hasta encontrar un amante leal, fiel y capaz de cautivar mi alma hasta la misma muerte, lejos de mi ama.
El escarnio público de mi desnudez me produce un rubor insoportable… ¡Te lo ruego!
- No puedo ayudarte, soy un triste mirón de museos, un ser insignificante e incapaz de amar cuando fluye la vida… Vendré a visitarte todos los días, lo prometo.
Pobre Cenicienta de piedra, no tuvo suerte con el mirón de turno.
ResponderEliminarMuy imaginativo. Me ha gustado.
Qué pena de maldición por ser hermosa!!
ResponderEliminarEs cierto, vaya con la bruja de su señora. Original relato, Mercedes.
ResponderEliminarAy, Mer, qué pena de maldición, porque hombres así no quedan y menos a primera vista. Un inicio de cuento de hadas que se espanta en la cruda realidad. Me ha gustado.
ResponderEliminarEstá muy bien Mer, tu estatua sólo tiene que elegir mejor a los donjuanes.
ResponderEliminarOriginal manera, la tuya Mer, de mirar la foto. ¡Bien hecho!
ResponderEliminarJjajjajaja, qué cruel, solo mirones, no un amor verdadero, si es que...
ResponderEliminarRebosas imaginación Mer. Muy original. Entre tantos viandantes no hay uno que se compadezca de la Bella en su desgracia
ResponderEliminarMe gusta!! :)
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