Desde niño, en el colegio , ya le consideraban “el mejor”. Las mejores notas, el mejor en cualquier deporte, en cualquier idioma. También era el más guapo, el más alto, el que mejor peleaba en el recreo.
Cuando llegaba a casa este liderazgo continuaba reforzado por sus padres, clases particulares de inglés, clases de tenis, los domingos al golf con papá y cuando ya tuvo edad, veranos en Inglaterra, en Suiza, en Alemania. Terminó la carrera de ciencias económicas con las mejores notas, los profesores lo recomendaban como el mejor alumno que había pasado por la facultad. A sus padres se les llenaba la boca cuando hablaban de Pablo, su ojito derecho.
En la facultad había conocido a la alumna más bella, cómo no. Los dos paseaban orgullosos por la Gran Vía con el Mercedes que papá le había regalado y pronto pensaban casarse, sí en la Catedral, cómo no.
Su brillante carrera dio muy pronto sus frutos. Entró a trabajar en el Banco Popular y si fue un alumno brillante, también brilló en su oficio pues en poco tiempo llegó a director. Sus magníficas dotes como orador también fueron decisivas para que el entonces partido político mayoritario se fijara en él y, claro está, el fichaje fue inminente. Nadie se extrañaba de su meteórica ascensión, era el hombre que todos estaban esperando.
Pero su ambición le pedía siempre más y no se conformó con ser el consejero del presidente, quería ser el presidente y ganar las elecciones y yo no lo podía permitir. Tener a esa persona como presidente del gobierno sería lo mismo que tener a Hitler pero elegido democráticamente ¿Se dan ustedes cuenta? Y yo lo conocía mejor que nadie, sabía hasta dónde sería capaz de llegar.
Me armé de valor, tenía que parecer un accidente, sí como la mafia, sería en el siguiente torneo de golf. Por suerte siempre ganaba yo los torneos pero como no soy tan guapo, tan alto ni tan listo pasaba más desapercibido, pero la educación de papá también hizo mella en mí. El cadi me dio el siguiente palo, me concentré en la cabeza de Pablito y lancé la bola con todas mis fuerzas. Le di… sí, corrí hacia él, la gente se apartó al verme llegar, estaba conmocionado aún respiraba, le practiqué los primeros auxilios y reaccionó, pero el ojo derecho…lo tenía destrozado, jamás podría ver por ese ojo.
Han pasado cinco años, Pablito perdió el ojo, su bella esposa…hasta el Mercedes y cómo no: su ambición. La experiencia le había hecho valorar otras cosas no tan “triviales”, ahora da clases de matemáticas en un colegio privado gracias a la influencia de papá. Yo, me marcho ya , tengo mucha prisa pues he de coger el avión, salgo a Bruselas y los escoltas me están esperando y La Cumbre también.
Vaya prenda de personaje, Amparo. Casi-casi, más que "ambición" yo diría que "envidia". Cuidado con el "cómo no" y alguna ausencia de coma que confunde. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuy bueno, Amparo, me sorprendes con cada relato. Felicidades. Lleva razón Eufrasio necesita una pequeña revisión.
ResponderEliminarMalos malísimos ambos e intercambiables, pensaba que la autora se los iba a cargar a los dos. JA, ja, ja...Me ha gustado mucho!!
ResponderEliminarGracias a todos. Referente a las faltas y la puntuación tenéis razón, lo he colgado "a pelo" sin revisarlo apenas.
ResponderEliminarMuy buena historia Amparo y muy buenas las observaciones de Saluditero. Si me permites, revisa también las repeticiones. Busca sinónimos. Aligerarás el ritmo del texto.
ResponderEliminar¡Bien hecho¡
Bueno el "cómo no" lo he repetido adrede, con un poco de ironía. Igual resulta pesado en el relato. Puede ser.
ResponderEliminar¿Por qué a mí en las etiquetas siempre me pone que tengo seis relatos cuando tengo más? Jooooooooooooooooooooooo!!!!!
ResponderEliminarAmparo ese "como no", está muy bien repetido y se nota que está puesto con intención.
ResponderEliminarMe refería a otras repeticiones. Te señalo solo un párrafo para que veas a qué me refiero:
"Su brillante carrera dio muy pronto sus frutos. Entró a trabajar en el Banco Popular y si fue un alumno brillante, también brilló..."
El relato, Amparo, es bueno, solo tienes que pulirlo un poco más.
En esta frase aparece 3 veces: brillante/brillo.
Amparo, sólo sales seis veces porque no etiquetas tus escritos (en la pantalla del blog, en la entrada donde escribes el relato, abajo a la izquierda, hay una casilla que pone etiquetas, escribes Amparo Hoyos y aumentará el número). Fui yo quien estuvo etiquetando tus primeros escritos.
ResponderEliminarBuen relato Amparo. Una historia genial.
ResponderEliminarMuy divertido. En efecto, merecían perder los dos, pero la triste realidad es que gana el más malo.
ResponderEliminarGracias Eufrasio, por etiquetarlos en el pasado y por decirme cómo hacerlo ahora.
ResponderEliminarVale Geli, ya te he entendido. Me fijaré la próxima vez.Gracias
ResponderEliminarMuy bueno Amparo. Besos.
ResponderEliminarLa idea del relato es genial, me hubiese encantado que hubieses aclarado cómo se conocían los dos protagonistas.
ResponderEliminarQué cruel, como a mí me gustan
ResponderEliminarFernando, son hermanos. En el penúltimo párrafo, cuando digo "La educación de papá también hizo mella en mí.." El papá es el de ambos, puesto que digo también. A lo mejor no me ha que dado muy claro, me refiero al texto.
ResponderEliminarJe,je,...Sí Wis, a mí también me gustan crueles.¡Qué malas somos!
ResponderEliminarAmparo, ya sabes que soy un fan incondicional de tu forma de narrar. Bravo!!!
ResponderEliminarGracias Marco, muchísimas gracias.
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