Alma bajó del coche, y mientras se dirigía al maletero, se cruzó el bolso en bandolera para ir ganando tiempo. Sacó las bolsas de la compra. Las reunió todas en una mano, aunque por su número, ocupaban mucho espacio y pesaban, ¡vaya si pesaban, las condenadas! Maldiciendo por lo bajo, cerró con la mano libre. Hurgó en busca de las llaves de casa, a la vez que guardaba las del vehículo. Se movía con dificultad. Notó la tensión creciente en el cuello debida al excesivo y mal repartido peso. Iba desequilibrada. Antes de meterse en el ascensor, hizo un último esfuerzo para mirar el buzón. Tenía un aviso de la policía local.
- ¡Y ahora que querrán éstos! - refunfuñó malhumorada.
El brazo que sujetaba las bolsas, dolorido; el cuello rígido. Con la ayuda del pie derecho, abrió la puerta de par en par. Entró, y otra vez con el pie, sin girarse, cerró de una patada. «Un poco más, y estaré en la cocina» -se oyó decirse a si misma. ¡Qué tirantez sentía en la nuca!. A punto de cruzar el umbral, Mirta salió a recibirla. Ronroneó y se frotó en sus piernas - como siempre hacía-. Alma ni la vio. Tan pendiente estaba de dejar las bolsas sobre el banco, que sus piernas tropezaron con el animal, perdió el equilibrio y cayó en mitad de la cocina sin la más mínima elegancia. La botella de vino se hizo añicos, y las latas rodaron por el suelo. La gata, asustada, saltó ágil y desapareció.
Alma se incorporó. Todavía conservaba el aviso de la policía en la mano. Se sentó en la banqueta junto a la mesa y miró el papel:
Póngase en contacto con el agente Nº 128. Teléfono 96 251 75 43 – leyó.
Alcanzó el auricular y marcó las cifras como un autómata.
-Policía local de Cheste, ¿dígame?- atendió una voz grave.
-Buenos días. Mi nombre es Alma De Cantero.
-¿Alma De Cántaro, dice? – respondió la misma voz.
-No, agente, no. De-can-te-ro- repitió, recalcando bien las sílabas, pero con cansancio en la voz.
-Ah, perdone, no la había entendido. ¿Qué desea?
-Me pasa con el agente Nº 128.
- Buenos días, agente local Nº 128, ¿En qué puedo ayudarla, Sra. De Cántaro?
-De Cantero, señor, De Cantero.
- ¿Cómo dice? - respondió con diligencia una voz joven.
«Se nota que lleva poco tiempo en el cuerpo –se encontró cavilando Alma-, debe ser su primer trabajo».
- No, nada. Da igual, no tiene importancia. Tengo un aviso de Uds.
- Déjeme que lo compruebe, señora. Ah, sí, es con motivo de las elecciones. Ha sido elegida para formar parte de una mesa electoral. Le acercaremos la comunicación por escrito a su casa esta tarde.
-Gracias, agente.
Alma colgó y fijó la vista en el desastre que tenía frente a sí. «Gane quien gane, nadie me va a solucionar la vida»- reflexionó.
Se arremangó y comenzó a recoger los desperfectos.
Acabo de darme cuenta de que es tu segundo relato. Bienvenid@ y ánimo para un sinfín de rlatos en este tu rincón.
ResponderEliminarGeli, tu relato podría ser el prólogo del mío, jajaja. En fin, enhorabuena por narrar lo cotidiano con tanta fuerza. Después del 20N está claro que todos tendremos que hacernos cargos de los desperfectos ocurridos en nuestra cocina, perdón, en nuestra vida. Imagen que habla por ella misma. Brillante.
ResponderEliminarUna descripción perfecta. Efectivamente nadie nos va a arreglar la vida, por eso la gente compra lotería quemando los últimos cartuchos.
ResponderEliminarMuy bien logrado. Real y absolutamente cierto
ResponderEliminarOtra buena narradora ha entrado en VE. Muy bien Geli. Creo que por la pág. de FB están hablando de ti.
ResponderEliminarMuy bien narado Geli, me ha gustado mucho el equívoco de Cantero y de Cántaro.
ResponderEliminarmuy bueno Geli y muy bien redactado.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros amables comentarios. Como dije anteriormente, me encantará que corrijais aquello que sea susceptible de ser corregido. Para mi es la única manera de aprender. Por ejemplo, yo misma, releyendo el relato me he dado cuenta de la abundancia de la terminación verbal "-aba" en el primer párrafo.
ResponderEliminarLo he corregido de esta manera para hacerlo más ligero:
Mesa electoral
Alma bajó del coche, y mientras se dirigía al maletero, se cruzó el bolso en bandolera para ir ganando tiempo. Sacó las bolsas de la compra. Las reunió todas en una mano, aunque por su número, ocupaban mucho espacio y pesaban, ¡vaya si pesaban, las condenadas! Maldiciendo por lo bajo, cerró con la mano libre. Hurgó en busca de las llaves de casa, a la vez que guardaba las del vehículo. Se movía con dificultad. Notó la tensión creciente en el cuello debida al excesivo y mal repartido peso. Iba desequilibrada. Antes de meterse en el ascensor, hizo un último esfuerzo para mirar el buzón. Tenía un aviso de la policía local.
Puedes corregir tú misma editando tu entrada, y haciendo los cambios que te apetezcan.
ResponderEliminarGracias por el aviso Malén. Esta noche en casa lo intento.
ResponderEliminarBienvenida Geli, un gran relato.
ResponderEliminarMe gusta tu estilo a tiempo real. La primera parte del relato se me ha hecho lenta por meter demasiados detalles, después vas cogiendo ritmo y terminas muy bien. Has sacado un relato con moraleja de la nada. Eso es admirable.
ResponderEliminarGracias Fernando por el comentario. En la 1ª parte, he intentado que el elctor sintiera el mismo agobio que Alma, si te ha parecido lenta, quizás es porque tenías ganas de que terminara, porque parte de ese agobio estaba contigo. Eso es una buena señal. Dime si me equivoco.
ResponderEliminar