Cuando Alma abandonó el colegio electoral, llovía furiosamente y sin cesar, llovía con ira pero con una escalofriante monotonía, la misma con la que había transcurrido ese día. «Juan Giménez Crespo, 528, ¡Vota!; Amparo Climent Soria, 145, ¡Vota!...» -recordó exhausta.
La participación en su mesa fue alta, rozó el 75%, y su presidenta se indispuso y se ausentó dos horas, así que no hubo ocasión de pensar en otra cosa, que no fuera localizar apellidos y nombres en una lista ingobernable.
La lluvia golpeaba con fuerza la chapa del coche. Tenía ganas de llegar, ponerse las zapatillas de estar por casa y tomarse un caldo muy caliente. «Sí, como los de Julián»- pensó con tristeza. Y fue en ese momento, cuando se acordó. Hacía mes y medio que él se había marchado de casa. A Alma le costó mucho aceptar que la persona inteligente, tierna, cómplice y con sentido del humor de la que se enamoró era, al mismo tiempo, la persona egoísta, inmadura y manipuladora que la había abandonado.
No era la primera vez que sucedía, pero se prometió a sí misma, que sería la última. Aunque claro, también eso se lo había repetido en innumerables ocasiones, y una vez tras otra, le permitió volver. «Pero esta vez ¡no! Debo ser fuerte, por mí, por mi hijo» -se animaba, mientras con las manos agarrotadas al volante, circulaba despacio. Apenas se veía entre las cortinas de agua.
Corrió hasta el portal por no abrir el paraguas. Por un momento, creyó ver luz en la ventana del salón. El corazón palpitó deprisa. «¿Y si hubiera vuelto? » –anheló con la respiración alterada.
La casa deshabitada, a esas horas, la embargó de melancolía.
Al contrario que a Ana, nadie la estaba esperando con la cena preparada.
El relato está perfecto hasta la penúltima frase. Pero en la última me pierdo, ¿quién es Ana? ¿La amante de su ex marido?
ResponderEliminarEso mismo he pensado yo, ¿quiénes esa Ana del final?
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ResponderEliminarYa he comprobado quién es Ana. Has creado un relato mezcla de lluvia, texto paralelo, elecciones, guiño a Marcos y desamor o desencanto. Impecable, únicamente señalarte el lapsus del mí tan cerca del otro posesivo. Recuérdale a Alma que la cena se la puede preparar ella solita en un plas.
ResponderEliminarNo entiendo nada, buaaaaaaaaaaaaaaaa
ResponderEliminarAsí es Malén. Has acertado en todo. ¿Dónde está el lapsus? No lo veo. ¿En qué párrafo?
ResponderEliminarWis -¿puedo llamarte así?: Ana es uno de los personajes de 20N escrito por Marcos.
Si, puedes llamarme Wis, claro. Gracias, estaba un poco perdida. Ahora lo entiendo todo.
ResponderEliminarEstá en "por mí", diacrítica para diferenciarlo del posesivo, que justo lo tienes al lado. Y en el sí, pronombre personal de la construcción "para sí". A mí también me gusta que me corrijan todos los errores ortográficos que cometo, que a veces son pequeños lapsus. ¡Un saludo!
ResponderEliminarOstras Malén, muchísimas gracias. Tienes toda la razón del mundo.
ResponderEliminarMira releyendo también hay una cacofonía al final
horas tardías y melancolía.
Ahora lo corrijo todo.
A mí me pasa siempre, me apresuro y luego me doy cuenta de que he metido la pata. La cacofonía yo no la veo, me gusta como te queda.
ResponderEliminarGeli, un bello relato. Bonito guiño al final. Malén, no estoy muy seguro de que Alma se quede más tranquila por saber que la cena se la puede preparar ella sola. Por lo visto en este relato Alma está aún en esa fase confusa y atormentada que sigue a las rupturas sentimentales.
ResponderEliminarMuy bueno, Geli y yo, que había ido leyendo los comentarios, lo he entendido todo. En cuanto a ese ser inmaduro y egoísta, mejor si no vuelve nunca. Podemos buscarle a Alma un nuevo amor en otro relato.
ResponderEliminarGracias a todos. Es evidente que la última frase queda descolgada del relato y que su único fin era el guiño al relato de Marco. Tendré que terminar el relato de otro modo para que tenga sentido para cualquier lector. Como juego ha estado bien.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato y también lo he entendido después de leer los comentarios. Perfectamente escrito. Enhorabuena.
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