De repente le dio como un ataque de claustrofobia. Lo vio todo muy claro. Fue como una revelación divina: tenía que salir de casa. Para ser un escritor, aunque fuese de cuentos, necesitaba vivir primero para poder escribir después. Llevaba demasiado tiempo encerrado entre cuatro paredes contándole al papel relatos y este no le devolvía más que 21x29,7 cm2 de blanca indiferencia. Notó como la inspiración, o lo que es lo mismo, la ilusión por escribir, se estaba alejando de él. No recordaba si se había dejado la ventana abierta o la luz encendida, eso poco le importaba ya, porque fue abrir la puerta que daba a la calle, poner el pie sobre la acera, y las historias se pegaron por entrar en su cabeza: el tipo que había metido la “pata” en una zanja y se lamentaba con amargura; la ancianita cargada a sus espaldas con aquel enorme contrabajo a punto de cruzar el paso de cebra con lentitud, igual que una tortuga; el propio paso de cebra que habían dibujado mal y las rayas blancas parecían ataúdes; los críos del parque que se divertían cazando palomas con lazo y miga de pan perseguidos por un armario vestido de policía, la estela dejada por los reactores que parecía una letra japonesa escrita en el cielo. Todo era una posible historia, incluso la propia palabra historia le sugería una ladrada de amor y odio entre “historia” y “estoria”, al fin y al cabo los ingleses sí que hacían esa distinción. Pero demonios, si no llevaba más de cinco segundos y ya tenía material para seguir escribiendo al menos por un mes. El corazón le palpitaba con tanta fuerza que pensó que en realidad se trataba de un boxeador que tenía dentro. Comenzó a retroceder poco a poco sobre sus pasos y buscando, al final, con desesperación la llave del portal para acabar metiéndose en él con precipitación y angustia. Había olvidado el pánico que sentía a los espacios abiertos, el porqué de su dedicación exclusiva a la escritura. Entre jadeos y sudores fríos se juró que nunca más volvería a salir a la calle. Nunca-nunca-nunca-nunca más.
Muy bueno!!
ResponderEliminarRebosa energía.Bonito.
ResponderEliminarGenial Eufrasio. Una cosa al final del relato "te sobra" un portal ...llave del portal para acabar metiéndose en el portal?), metiéndose en él ¿no? Me ha gustado mucho cómo está escrito y su contenido. Enhorabuena.
ResponderEliminarMe ha gustado la historia del agarófobo claustrofóbico. La vida está llena de contradicciones. Felicidades, Salud i tero.
ResponderEliminarSaluditero.
ResponderEliminarMuy buen relato Eufrasio, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarGracias a todo el mundo por los comentarios. Sin ellos esto no tendría sentido. Muy bien visto, Yolanda. Ya lo corrijo. Hay que revisar siempre. Un saludo.
ResponderEliminarMuy buena reflexión sobre la escritura, eso que nos gusta tanto a todos los que estamos aquí. Enhorabuena amigo, un texto bello...
ResponderEliminarque bueno Eufrasio, desde el principio hasta el final.
ResponderEliminarEspero que no nos ocurra nada de eso por dedicarnos a la escritura. Bonita divagación de la mente de un escritor.
ResponderEliminarMe has emocionado amigo, gracias.
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