viernes, 11 de noviembre de 2011

ESCALERA CON EFECTO DE LLUVIA

Eran las diez de la mañana, el teniente Magro, de la policía de Zaragoza, llegó a Teruel en su pequeño utilitario acompañado por su fiel perro Poirot.

Su jefe le había enviado a él especialmente como el mejor experto en la resolución de casos difíciles de asesinato. Para facilitarle la estancia, se iba a alojar en un piso de alquiler cuya dueña, Dña. Pilar, había puesto a la disposición de la policía de muy buen grado teniendo en cuenta que llevaba cinco años vacío.

El teniente Magro, de ahora en adelante y entre nosotros, “Cefe” (de Ceferino) terminó de acomodar sus escasas pertenencias en el armario así como los utensilios de Poirot, pieza imprescindible en la resolución de todos sus casos. Al término de estas tareas, molestas pero necesarias, se personaron ambos en la comisaría de la policía dónde le pondrían al tanto de todos los pormenores relacionados con el caso que debía resolver sin más dilación.

El día había amanecido gris y lluvioso, esto no molestaba en absoluto a Cefe, prefería estos días en que la gente se resguarda en casa a los días soleados en los que se encuentra vigilado por los habitantes del lugar quienes se extrañan de ver a un hombre con un perro mirando y haciendo preguntas inconvenientes a diestro y siniestro.

Se dedicó de inmediato a hacer un recorrido por el centro de la ciudad, pasó por la calle de La Escalera (todos conocemos el porqué de su nombre), allí había aparecido la última mujer asesinada. A Cefe le encantó el efecto del agua bajando por los escalones de piedra y le hizo una fotografía con su pequeña cámara digital a efectos de archivarla para su investigación. Estaba hambriento, al bajar la escalera había descubierto un pequeño restaurante. Como no admitían perros, le pidió al camarero que le preparara un bocadillo de lomo de cerdo con pimientos fritos, así se lo llevaría al improvisado despacho recién habilitado para él en la comisaría.

Recién terminado el festín, limpió la mesa ayudado por una servilleta de papel y sacó la cámara con la intención de imprimir algunas fotografías, incluída la de la escalera. La impresora no estaba mal del todo con lo cual obtuvo unas fotografías de calidad aceptable. Las colocó encima de la mesa y empezó a ordenarlas según su criterio, nada relevante para el lector. Una caprichosa ráfaga de aire entró por la ventana, parte de las fotografías salieron al exterior envueltas por el húmedo vendaval y cayeron a los pies de una transeúnte que pasaba en ese momento. Esta ( de ahora en adelante Amparo para el lector) las cogió casi al vuelo las observó y fijando su mirada en la foto de la escalera pensó “- Esta fotografía me vendría de …narices, para colgarla en mi facebook y construir un cuento partiendo de ella”. Y así fue.

9 comentarios:

  1. Eres una narradora nata. Felicidades. Mira a ver el párrafo de los días soleados, veo un presente (encuentra) que no sé si encaja con el resto de los tiempos pasados.

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  2. Pssssss,sí puede ser, pero si lo pongo todo en pasado, también me suena raro. Lo reeleré más veces en pasado a ver si me acaba convenciendo.
    Gracias. Bsitos.

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  3. Enhorabuena Amparo, me ha encantado.

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  4. Menudo final inesperado. Me gustó mucho

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  5. Amparo, insisto: me encanta cómo narras. Un relato maravilloso. Enhorabuena!!!

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  6. Me niego a que se acabe, ya estás contándome el caso de Cefe y de la observadora Amparo, a ver qué les pasa...

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  7. Es genial, encontrarte la foto en la calle para narrar tu historia, pero, ¿y el asesino? continuación, continuación, continuación....

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  8. creo que este relato de amparo nos dejo con ganas de leer más. enhorabuena Amparo.

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  9. ¡¡¡Joooo!!!!!!!!!!! Gracias a todos, sois superbonicos. ¿Final? Pues...no se me había ocurrido. Ya veré.

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